Cuánta capacidad la de ‘ambos dos’. Me tienen asombrado.
Saben ustedes, estimados amigos, que ya transito por la plácida etapa de la
jubilación y disfruto –al menos en teoría– de todo el tiempo para hacer lo que
me dé la realísima gana. Y te juro que a veces me acuesto, a eso de las once de
la noche, lamentándome amargamente por no haber finalizado la tarea que tenía programada
para resolver durante el día. Con lo que me entra tremenda frustración y me
siento inútil. Menos mal que luego sueño y se me pasa. Y en los brazos de
Morfeo siempre me pongo en la piel de los ilustrados (¿o superdotados?) y la
adrenalina se dispara. Resuelvo en un par de horas todo aquello que se me había
quedado en el tintero. Cuántos escritos se han pergeñado durante las tinieblas
a las que Effico nos tiene acostumbrados. Déjalo. No dijiste que ya se
sustituyeron las bombillas fundidas. Vale. De acuerdo. Ja, ja, y ja. La de mi calle aguantó una noche. Otra vez en tinieblas. A lo que iba.
Este último domingo, el presidente del PP en Tenerife (o la
negra de turno; sí, ¿por qué debe ser siempre un negro) escribió el artículo de
marras bajo el siguiente epígrafe: Canarias: entre el abandono y el desprecio.
En él arremete inmisericorde contra Pedro Sánchez. Apunta bien alto. Nada de
intermedios. A la yugular. Por inepto. Mira que no venir a las islas, aunque
sea para sacarse la foto. No lo podemos permitir. Hay que echarse a la calle
porque este gobierno ‘progre’ de los socialistas y comunistas no mueve un dedo
por Canarias. Nos tienen abandonados y, asimismo, el Gobierno de Canarias, “amordazado
por un silencio cómplice, calla”.
Por un ejercicio de lógica elemental, deduzco que don Manuel
(o la negra) escribirá esas líneas desde la cómoda poltrona parlamentaria. Durante
los muchos instantes en que olvida –se le va el santo al cielo– que es alcalde de
la muy noble Villa de Viera. Porque si se hubiese detenido a pensar, siquiera cuatro
segundos, antes de remitir al Diario su perorata (discurso, arenga, qué rico
nuestro idioma), se habría percatado de que él mismo podría ser retratado por
ese abandono y desprecio con que nos trata a los realejeros. Siempre tropieza
con la misma piedra y parece no darse cuenta de que la tortilla se le sigue
virando. Me extraña que nadie de su entorno –vaya asesores– le haya indicado
nada al respecto. ¿Tan torpes y cegatos son todos? ¿Cómo no le advierten de que
cuanto dice y plasma es completamente reversible? La obediencia ciega no es –no
debe ser– óbice para que pongan en práctica alguna vez aquello de que amor no
quita conocimiento. ¿Dónde están las secretarias particulares? ¿Valen solamente
para disparar fotos y adecuar horarios para los cursillos de parapente?
Que sí, Manolo, ¿cómo se te ocurre poner en solfa al adversario
político con un planteamiento con el que te pueden dar por los bezos? Piensa un
fisco, ya que la cohorte que tienes a tu lado no vale un pimiento. Rodéate de gente
valiosa y no de simples palmeros en busca de las prebendas de rigor. Cuánta
mediocridad. Cómo puedes permitir estos deslices –ya sé que tú no dispones de tiempo–
que dañan la honorabilidad de todo un
Licenciado en Dirección y Administración de Empresas en la especialidad
de Marketing por la Escuela Superior de Management y Master MBA por la
Universidad de Wyoming. Échalos a la calle. Yo, de hallarme en tu pellejo, hubiese
contratado a un par de maestros de escuela. No poseerán la altísima cualificación
de otros, pero son capaces de razonar. Y eso en la actualidad es todo un valor.
Sabes que no te voy a
cobrar nada por los consejos. Ya voy servido a estas alturas de la vida. Pero
espero y deseo que en el artículo del próximo domingo te muestres más cauto, seas
más precavido. No me hagas caso a mí, pero piensa en Ortega y Gasset. Primero
debes ser yo (a saber, el alcalde) y luego tus circunstancias (los añadidos).
Tenlo siempre presente cuando vayas a estampar la firma en cualquier documento.
Lo hayas escrito tú (raro, pero siempre hay resquicios para la inspiración) o,
lo más probable, que te lo brinden realizado. Cuídate de tus amigos, que los
enemigos no te van a traicionar. A mandar.
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