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Avelino González, á quien tengo el gusto de presentar á
ustedes, anuncia con una candidez inenarrable, unos polvos abracadabrantes para
terminar con los borrachos. Yo no sé hasta que punto hay derecho á quitarle los
vicios al prójimo, sobre todo cuando el prójimo no tiene el menor interés en
que se los quiten. Tampoco sé si esos polvos están debidamente autorizados; es decir,
si han sido ensayados en personas cuya opinión sobre ellos merezca el más
entero crédito.
Yo creo que los vicios constituyen una propiedad tan legal
como la que representan los guantes ó los calzoncillos. Y de aquí deduzco que
cualquier atentado en contra de los vicios del prójimo, es un atentado
formidable é indiscutible á la propiedad.
El vicio de emborracharse es una inclinación perfectamente
humana y muy parecida á la de patinar ó ir al cine por las noches. Y estas
últimas manifestaciones de vida tan estrechamente adaptadas á la costumbre del
vivir, de seguro que no ejercen un imperio tan dominante como lo ejerce la necesidad
de alcohol en los borrachos. Y si aquellos pequeños caprichos son satisfechos
con el beneplácito de todos, este que es un capricho mayor, con más motivo debe
de ser satisfecho y acatado.
Bonito sería que yo anunciara unas ampollas, cuyo suero hiciera
aborrecer el cinematógrafo ó los patines.
El maestro Benavente ha dicho así: “¿La virtud de qué se
compone?... De los vicios que no tenemos”.
Naturalmente. Y los vicios, de las virtudes que nos faltan.
Por eso, como vicios y virtudes son libres manifestaciones humanas, y humanidad
es vida, ¿quién afirma que hay derecho á corregir ni unos ni otras, ni mucho
menos á significar protesta ó alharaca en su desaprobación?
También ha dicho Benavente en otro momento encantador. “Si
yo hubiera sido la madre Eva, la Humanidad no se hubiera condenado, porque yo
no puedo ver las manzanas ni en pintura; pero no por eso se me ocurre criticar
á quienes las comen”.
Y es claro, ¿sólo por el hecho de que existan personas
antialcohólicas es lógico que se pretenda perseguir á las que no lo son?
Yo estoy indignado. A este paso hemos de colocarnos á la
altura de Albania, donde se dice que los borrachos tienen sangre de mono, de
león y de cerdo. Quien dijo tal es seguro que tendrá sangre de cerdo
únicamente.
Para mí es tan respetable el distinguido borracho que hace
un eterno zig-zag por las calles, como el dandy de frac que regresa sudoroso y
cansado, de un baile. Los dos han satisfecho plenamente una necesidad ó una
inclinación, bajo el amparo de todas las leyes.
Tal cual está hoy instituido el régimen social, hemos de
respetar religiosamente la propiedad ajena y hasta guardarla casi tanto como
nuestras cabezas, pues si en ello pecamos, con nuestras cabezas hemos de
responder de tal desacato.
Los vicios son una propiedad tan legítima como la del
apellido, y por tanto el de emborracharse es innegable y legalmente
indestruible.
La venta y vulgarización de esos polvos abracadabrantes,
sólo es admitida en España, en donde los Gobiernos permiten semejantes atropellos
para eterna vergüenza nuestra.
Yo, creyendo interpretar los deseos de todos los respetables
borrachos de mi pueblo, protesto del maleficio que se les quiere hacer con esos
polvos. Y estoy seguro de que esos honrados ciudadanos, si en algo pensaran
aparte de sus francachuelas, ya hubieran asesinado á Avelino, por atentar á lo
que es suyo indiscutiblemente y al mismo tiempo constituye su personalidad.
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Ciento diez años después uno puede pensar en vacunas,
prohibiciones, vicios y hasta en esos debates morrocotudos con que nos
sorprenden sesudos analistas en diversos medios de comunicación. Pero como esta
semana me dio por repasar, dejo las observaciones para otro momento. O a tu
consideración.
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