lunes, 17 de mayo de 2021

56. El Legado

Esta tarde-noche (ver ilustración gráfica) se presenta El Legado, segunda de las criaturas literarias de Juan José González, en la Casa Municipal de la Cultura realejera. En lo que pomposamente han venido a bautizar como El Auditorio. Designación con la que no estoy nada de acuerdo, porque el pueblo no puede presumir de ello como un logro. Lo que se construyó como un simple salón de actos (y gracias que pudo salir adelante en aquella época, flacas memorias), en manera alguna puede ser considerado como lo que no es. Pero allá cada cual con sus grandezas. Por meras cuestiones higiénicas no convendría echarse aquello mayor que lo otro. Consejo de viejo. Ojalá no esté lejano ese día en el que podamos presumir, de verdad, de un auténtico auditorio. Local existe: Cine Viera. Me da que dinero también. ¿O no nos jactamos al final de cada ejercicio económico con notables superávits? Falta, entiendo, voluntad y creer a pie juntillas en que la cultura sí muerde, pero para bien. Y no duele, al contrario, da un gustito.

Se recoge el acto en el programa de las Fiestas de Mayo. Sujeto a las restricciones que la pandemia marca. Pero que no debe ser óbice para que se ponga de manifiesto la grandeza de otro acontecer que añadir en la agenda cultural del municipio.

Como prologuista y presentador de la primera de ellas –El retornado– conté con la ventaja de haber leído en los días previos esta nueva entrega. Aventura a la que el autor se embarca esta vez en solitario. Y tuvo a bien dedicarme este inmerecido mensaje: Un padre intenta transmitir sus valores; un maestro, sus conocimientos; y un amigo… un amigo lo es para toda la vida. Aunque me hallo representado en esas tres esferas que deja impresas –padre, maestro y amigo– la humildad de Juan José le hacen pasarse tres pueblos (los del Valle) en atenciones a quien en su momento le echó una mano cuando, junto a Yaya León, se sintió desbordado con el cosquilleo del primer embarazo. Qué menos, máxime cuando uno ya estaba jubilado y no sujeto a los inconvenientes del tiempo.

Prologa El Legado Fidela Velázquez, quien se confiesa partícipe –coprotagonista– de las vivencias que Juan José plasma en los escenarios que retrata con singular maestría. Sí, porque es una película apta para todos los públicos. No solo para aquellos que pudimos transitar por paisajes y parajes en época no tan lejana, sino que sería interesante que los más jóvenes, aquellos que ya pudieron nacer con un pan bajo el brazo, se alongaran por esta ventana abierta de par en par. Como en cualquier casa de las de antes, en las que la llave era artículo de irrisorio uso. Y más en la que tú nos introduces a través de esas historias (breves retazos de vida, que nos señala Fidela) donde el estallido floral era digno de admiración.

Esas aventuras por las tierras de Higa constituyen logrados fotogramas que calan hondo e impresionan las retinas de nuestra imaginación. La guagua, los zapatos de La Campana, las mediciones de Honorio, ese agradable olor del café en los patios repletos de macetas, la escudilla de leche recién ordeñada –hoy la nata pasó a la historia– con unas buenas raciones (¿gogas?) de gofio, la curandera y el buche virado, la caja de herramientas… Y hacer los mandados, claro. Porque siempre podría caer el convido.

Con cierto sabor agridulce –mañana y pasado nos sumergiremos en la trastienda– desearte, Juan José, que esta noche te sientas arropado por familiares y amigos. Como así ocurrirá, a buen seguro. Pocos, por el virus, pero bien avenidos. Me consta la profesionalidad de la conductora del evento, o maestra de ceremonias, y del saber hacer de quienes pondrán el aditamento de unas perras de buena música. Ya sabes que lo bueno si breve…

Sabes el motivo de mi ausencia, pero el espíritu de este realejero díscolo vaga por mil rincones y husmea aquí y allá en búsqueda de aconteceres con los que entretenerse. Y cuando los localiza, se sienta delante del teclado que tengo ahora mismo al alcance de los dos dedos –siento no haber aprendido con todos, pero me defiendo; y a mis años, no es poco– para recomendar a los seguidores de El del sombrero que adquieran El Legado, porque estoy convencido de que, tras su lectura, les sabrá a poco.

Para ti, Juan José, un abrazo. Y a mis lectores, mañana más, porque queda algo, o mucho, por contar.

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