Se recoge el acto en el programa de las Fiestas de Mayo.
Sujeto a las restricciones que la pandemia marca. Pero que no debe ser óbice
para que se ponga de manifiesto la grandeza de otro acontecer que añadir en la
agenda cultural del municipio.
Como prologuista y presentador de la primera de ellas –El retornado–
conté con la ventaja de haber leído en los días previos esta nueva entrega.
Aventura a la que el autor se embarca esta vez en solitario. Y tuvo a bien dedicarme
este inmerecido mensaje: Un padre intenta transmitir sus valores; un maestro,
sus conocimientos; y un amigo… un amigo lo es para toda la vida. Aunque me
hallo representado en esas tres esferas que deja impresas –padre, maestro y
amigo– la humildad de Juan José le hacen pasarse tres pueblos (los del Valle)
en atenciones a quien en su momento le echó una mano cuando, junto a Yaya León,
se sintió desbordado con el cosquilleo del primer embarazo. Qué menos, máxime
cuando uno ya estaba jubilado y no sujeto a los inconvenientes del tiempo.
Prologa El Legado Fidela Velázquez, quien se confiesa partícipe
–coprotagonista– de las vivencias que Juan José plasma en los escenarios que
retrata con singular maestría. Sí, porque es una película apta para todos los
públicos. No solo para aquellos que pudimos transitar por paisajes y parajes en
época no tan lejana, sino que sería interesante que los más jóvenes, aquellos
que ya pudieron nacer con un pan bajo el brazo, se alongaran por esta ventana
abierta de par en par. Como en cualquier casa de las de antes, en las que la
llave era artículo de irrisorio uso. Y más en la que tú nos introduces a través
de esas historias (breves retazos de vida, que nos señala Fidela) donde el
estallido floral era digno de admiración.
Esas aventuras por las tierras de Higa constituyen logrados
fotogramas que calan hondo e impresionan las retinas de nuestra imaginación. La
guagua, los zapatos de La Campana, las mediciones de Honorio, ese agradable
olor del café en los patios repletos de macetas, la escudilla de leche recién
ordeñada –hoy la nata pasó a la historia– con unas buenas raciones (¿gogas?) de
gofio, la curandera y el buche virado, la caja de herramientas… Y hacer los
mandados, claro. Porque siempre podría caer el convido.
Con cierto sabor agridulce –mañana y pasado nos sumergiremos
en la trastienda– desearte, Juan José, que esta noche te sientas arropado por
familiares y amigos. Como así ocurrirá, a buen seguro. Pocos, por el virus,
pero bien avenidos. Me consta la profesionalidad de la conductora del evento, o
maestra de ceremonias, y del saber hacer de quienes pondrán el aditamento de
unas perras de buena música. Ya sabes que lo bueno si breve…
Sabes el motivo de mi ausencia, pero el espíritu de este
realejero díscolo vaga por mil rincones y husmea aquí y allá en búsqueda de
aconteceres con los que entretenerse. Y cuando los localiza, se sienta delante
del teclado que tengo ahora mismo al alcance de los dos dedos –siento no haber
aprendido con todos, pero me defiendo; y a mis años, no es poco– para
recomendar a los seguidores de El del sombrero que adquieran El Legado, porque
estoy convencido de que, tras su lectura, les sabrá a poco.
Para ti, Juan José, un abrazo. Y a mis lectores, mañana más,
porque queda algo, o mucho, por contar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario