Tomé la dirección hacia Las Arenas (Centro comercial),
frente al Auditorio Alfredo Kraus, donde acudí, años atrás, a un mitin de
Zapatero, y, a pesar de que existen indicaciones en el pavimento para que no
vayamos en continua carrera de obstáculos, no hay manera de que la disciplina
sea nuestro fuerte. Y aunque las señalética es abundante, no sé si había mucho
turismo inglés, pero eso de caminar por la derecha causa más de un quebradero
de cabeza. Amén de los otros indisciplinados de la mascarilla. Afortunadamente,
para los que pateamos, que no para los que viven del guiri, aún son pocos los
transeúntes y existen bastantes espacios por los que desviarte.
Por La Cícer (ahí estuvo ubicada la Compañía Industrial
Canaria de Electricidad y Riegos), felizmente terminada la remodelación de la
zona, los surfistas acaparan la atención. Olas buenas, pocas, pero jinetes para
cabalgarlas, grosso modo, un par de cientos. El tenor grancanario seguía allí.
Se me antojó escuchar las notas de Sombras del Nublo, que grabara tiempo atrás
con Los Sabandeños. Cosas mías, quizás.
En la trasera del Auditorio, un verdadero gimnasio al aire
libre, pero como la fecha que figura en mi DNI no engaña, debí seguir con lo
mío, aunque sana envidia sentí al contemplar aquellos ejercicios acrobáticos. A
partir de ahí, un sendero discurre en la misma dirección que la carretera del
Norte, con una baranda metálica que pide a gritos un remedio contra el óxido
provocado por una mar que combate con furia.
Y allí, elevándose en un promontorio, en un entorno que ya
requiere un buen lavado de cara, el Atlante, O mejor, La Atlante, un homenaje
al Océano que nos baña y que simboliza el posible cataclismo que puso fin a la
mítica Atlántida. Un buen momento para el recuerdo: Escultura de Toni Gallardo
(1929-1996), figura realizada con lava de los volcanes de La Isleta. Es Bien de
Interés Cultural y fue uno de los primeros encargos del Gobierno de Canarias
que presidió Jerónimo Saavedra. Una gran figura de mujer de 8,5 metros de altura,
que levanta los brazos en señal de alabanza al Atlántico. Y aunque el día se
mostraba más bien gris, instantánea al canto.
Un poco más adelante, media vuelta y a desandar el camino.
En el regreso me acordaba del contenido de las entradas de este blog en los
días previos al que tú, estimado lector, leerás estos párrafos. Me refiero, en
concreto, a las tres relacionadas con El Legado y que había dejado programadas
para lunes, martes y miércoles. Y debí contenerme para no mostrar el enfado que
todavía anidaba en lo más profundo. Causado el disgusto no solo por las razones
esgrimidas en los artículos y que daban a conocer qué hubo detrás de la
presentación (la trastienda, o la intrahistoria de Unamuno), sino, y no es
cuestión menor, por el pasotismo de algunos. El día en que estas prácticas se
conviertan en lo habitual y permanezcamos en silencio ante los desmanes… Ahí lo
dejo.
Menos mal que al día siguiente, mientras paseaba por Las
Palmas tras la visita de rigor al Poema del Mar –recomendado el acuario– recibí
la llamada del amigo Pedro Ángel Gómez Barreto para invitarme al acto oficial
de su nombramiento como Cronista Oficial de la Villa de San Juan de la Rambla,
a celebrar este próximo sábado, seis de la tarde, en el Espacio Cultural
Rambla. Ahí estaremos. Seguro que habrá tiempo para saludar al protagonista –salvando
las distancias, maldito virus– y a otros que allí se darán cita igualmente. Si
me tropiezo con Fidela Velázquez y con Salvador García, entiendo que sí,
conformaremos un trío de ex (que fue y ha dejado de serlo). Pero seguimos
entretenidos. Lo que causa cierto malestar a (in)determinados admiradores. Ya
está, que llegué cansado al pueblo. Una travesía horrorosa.
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