jueves, 20 de mayo de 2021

59. Paseo por Las Canteras

El pasado domingo (día 16) por la tarde, mientras medio país se paralizaba por la penúltima jornada de la liga de fútbol en primera división (yo no escribo Liga Santander porque no tengo dinero en esa entidad bancaria; bueno, ni en las otras), un servidor intentaba cumplir con el reto de los 10.000 pasos (vaya con la aplicación del móvil) por el Paseo de Las Canteras. Y me percaté de que éramos unos buenos cuantos los que pasamos olímpicamente del televisor y mandamos para cierto sitio a culés, merengues y colchoneros. Salí –metro arriba, metro abajo– desde la heladería de la Peña de la Vieja. Si no la conoces es muy fácil distinguirla en cualquier época del año (haya o no panza de burro), porque basta comprobar la cola que se forma. Mucho más ahora que debemos guardar ciertas distancias.

Tomé la dirección hacia Las Arenas (Centro comercial), frente al Auditorio Alfredo Kraus, donde acudí, años atrás, a un mitin de Zapatero, y, a pesar de que existen indicaciones en el pavimento para que no vayamos en continua carrera de obstáculos, no hay manera de que la disciplina sea nuestro fuerte. Y aunque las señalética es abundante, no sé si había mucho turismo inglés, pero eso de caminar por la derecha causa más de un quebradero de cabeza. Amén de los otros indisciplinados de la mascarilla. Afortunadamente, para los que pateamos, que no para los que viven del guiri, aún son pocos los transeúntes y existen bastantes espacios por los que desviarte.

Por La Cícer (ahí estuvo ubicada la Compañía Industrial Canaria de Electricidad y Riegos), felizmente terminada la remodelación de la zona, los surfistas acaparan la atención. Olas buenas, pocas, pero jinetes para cabalgarlas, grosso modo, un par de cientos. El tenor grancanario seguía allí. Se me antojó escuchar las notas de Sombras del Nublo, que grabara tiempo atrás con Los Sabandeños. Cosas mías, quizás.

En la trasera del Auditorio, un verdadero gimnasio al aire libre, pero como la fecha que figura en mi DNI no engaña, debí seguir con lo mío, aunque sana envidia sentí al contemplar aquellos ejercicios acrobáticos. A partir de ahí, un sendero discurre en la misma dirección que la carretera del Norte, con una baranda metálica que pide a gritos un remedio contra el óxido provocado por una mar que combate con furia.

Y allí, elevándose en un promontorio, en un entorno que ya requiere un buen lavado de cara, el Atlante, O mejor, La Atlante, un homenaje al Océano que nos baña y que simboliza el posible cataclismo que puso fin a la mítica Atlántida. Un buen momento para el recuerdo: Escultura de Toni Gallardo (1929-1996), figura realizada con lava de los volcanes de La Isleta. Es Bien de Interés Cultural y fue uno de los primeros encargos del Gobierno de Canarias que presidió Jerónimo Saavedra. Una gran figura de mujer de 8,5 metros de altura, que levanta los brazos en señal de alabanza al Atlántico. Y aunque el día se mostraba más bien gris, instantánea al canto.

Un poco más adelante, media vuelta y a desandar el camino. En el regreso me acordaba del contenido de las entradas de este blog en los días previos al que tú, estimado lector, leerás estos párrafos. Me refiero, en concreto, a las tres relacionadas con El Legado y que había dejado programadas para lunes, martes y miércoles. Y debí contenerme para no mostrar el enfado que todavía anidaba en lo más profundo. Causado el disgusto no solo por las razones esgrimidas en los artículos y que daban a conocer qué hubo detrás de la presentación (la trastienda, o la intrahistoria de Unamuno), sino, y no es cuestión menor, por el pasotismo de algunos. El día en que estas prácticas se conviertan en lo habitual y permanezcamos en silencio ante los desmanes… Ahí lo dejo.

Menos mal que al día siguiente, mientras paseaba por Las Palmas tras la visita de rigor al Poema del Mar –recomendado el acuario– recibí la llamada del amigo Pedro Ángel Gómez Barreto para invitarme al acto oficial de su nombramiento como Cronista Oficial de la Villa de San Juan de la Rambla, a celebrar este próximo sábado, seis de la tarde, en el Espacio Cultural Rambla. Ahí estaremos. Seguro que habrá tiempo para saludar al protagonista –salvando las distancias, maldito virus– y a otros que allí se darán cita igualmente. Si me tropiezo con Fidela Velázquez y con Salvador García, entiendo que sí, conformaremos un trío de ex (que fue y ha dejado de serlo). Pero seguimos entretenidos. Lo que causa cierto malestar a (in)determinados admiradores. Ya está, que llegué cansado al pueblo. Una travesía horrorosa.

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