Quizás sean esos espíritus viajeros lo que inducen a Manuel
Domínguez a colgar vídeos en las redes sociales para demandar a Pedro Sánchez
–uno de los tantos ejemplos– que venga a Canarias a solventar el drama de la
inmigración. Y no se quede solo en Ceuta. Le faltó añadir que al estilo de José
Manuel Soria, cuando ejercía de político y no de empresario en Panamá.
Fuentes dignas de todo crédito me trasladan desde la capital
del reino que el presidente del Gobierno de España culmina en estos días las
prácticas de vuelo en parapente. Pero de largas distancias. No como por estos
lares que volamos desde La Corona hasta la santacrucera plaza de España con el
fin de evitar las colas de la autopista; y las de Los Barros, todo sea dicho de
paso. Y el día que la travesía tenga lugar, pondremos a caer de un burro al
inepto (amén de etarra, independentista y otras lindezas varias) y lo
calificaremos de prepotente, arribista, soberbio (altanero, orgulloso, altivo,
arrogante, endiosado…). Lo digo por lo de las alturas, no pienses mal, por
favor.
El parlamentario y presidente de los populares tinerfeños
(qué poco te queda, Australia), y a veces alcalde de Los Realejos, debería
dejarse aconsejar para no caer en contradicciones de libro. Porque todo aquello
que predica y suplica en las facetas supramunicipales es digno de profundos
análisis en las aulas de cualquier centro educativo. Sería muy interesante que
se propongan sus declaraciones como texto a comentar en las pruebas de
acceso a las universidades canarias, que no la de Wyoming.
Hace unos días nos sorprende compartiendo, en su perfil
político (al particular, de poseerlo –me imagino que sí– no tengo acceso: me lo
han prohibido) de Facebook, una reflexión que le hicieron llegar y a la que
califica de buenísima. La transcribo:
“El cuervo es el único pájaro que se atreve a picotear a un
águila. Se sienta sobre su espalda y muerde su cuello. Sin embargo, el águila
no responde ni lucha con el cuervo; no gasta tiempo ni energía en el cuervo.
Simplemente abre sus alas y comienza a elevarse más alto en los cielos. Cuanto
más alto es el vuelo, más difícil es para el cuervo respirar, así pues el
cuervo se cae por falta de oxígeno. Deja de perder el tiempo con los cuervos (capullos).
Sólo llévalos a tus alturas y se desvanecerán”.
Ni que decir tiene que los me gusta y los comentarios
laudatorios llovieron. Soy consciente de la cantidad de lumbreras que pululan
por eso de la Internet. Que abarcan cualquier contenido de los conocimientos
terrenales e, incluso, del más allá. Eminencias en cualquier faceta del saber y
de los ignotos mundos del subconsciente.
Pero cerremos los ojos por unos instantes e imaginemos que
somos alumnos enfrentados a la EBAU. Diseccionemos:
a) Una interrogante para comenzar: Lo de capullos del texto
objeto de análisis, ¿era parte consustancial de la reflexión recibida, y
compartida, por Domínguez, o fue añadido de su cosecha? Porque el matiz guarda
importancia capital. De ser una implementación (pongo la palabreja pues a los
políticos les encanta, aunque esté mal utilizada, como en mi caso), ¿somos
capullos quienes osamos discrepar de los encumbrados? De ser así, y no lo pongo
en duda, este aprendiz le está profundamente agradecido.
b) Cuánta verdad encierra el aserto. Cómo puede el común de
los mortales respirar en esa atmósfera celestial. No solo oxígeno, todos los
elementos de la tabla periódica. Cómo compararse un capullo con la
majestuosidad de un vuelo ¿en parapente?
c) Solo llévalo a tus alturas. Sublime. Inconmensurable.
Bendito tú que estás en los cielos y pobre de los que volamos a una cota
inferior soportando vaciados de tripa, como las gallinas que duermen en el palo
de abajo.
d) Qué sutil manera de poner en práctica las obras de
misericordia: enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita,
perdonar al que nos ofende, sufrir con paciencia los defectos del prójimo…
e) ¿Prepotencia o ignorancia?
Dejo a la consideración del examinador la calificación que estime
conveniente.
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