lunes, 5 de abril de 2021

23. Me pasan unas cosas...

Caminaba días atrás por el Polígono de San Jerónimo y pude observar cómo un coche caía dentro de uno de los numerosísimos socavones (o, si lo prefieres, cambia el término por el que puse en anterior artículo publicado en este mismo blog el 26 de marzo próximo pasado). Casualidades de la vida, qué le vamos a hacer, hicieron posible que debiera ser yo quien socorriera al infortunado conductor. Ni un alma por los alrededores. Algo raro, pero el cálculo de probabilidades me jugó esta vez una mala pasada. Lo que no ocurre, vaya desgracia, con la primitiva. Así que, sin mayor dilación, bajé al hoyo y como ya lo vi hablando por teléfono, pensé que el accidente había sido la consecuencia de una distracción. Pero no, contactaba con el 112 y daba, en aparente buen estado de ánimo, los últimos datos requeridos. Esperé unos segundos y como la puerta del copiloto se encontraba abierta, bajé con sumo cuidado, no fuera que me fastidiase la pierna nuevamente, me senté a su lado y conversamos un rato mientras hacíamos tiempo para que llegaran los servicios de auxilio. Tuve la precaución, eso sí, de dejar mi sombrero al borde del precipicio, espichado en un cacho de caña, para que, al menos, valiera de aviso. Y para que destacara más le puse una amapola roja que me encontré entre unos hierbajos en la acera. ¿Y qué quieres, que llevara unos triángulos en el bolsillo? ¿Los del coche siniestrado? Imposible abrir el maletero, quedó encajado por detrás. Sólo existía el espacio, que antes te señalé, para poder yo entrar. Ya estás buscando morbo. No, sangre no tenía, solo un minúsculo dolor en la rodilla izquierda. Y una ligera quemadura en la nariz provocada por el airbag.

Vino a resultar que en ese corto intervalo –diez minutos, no más–, y al enterarme de que el individuo, de unos cuarenta y pocos años, era perdomero, charlamos de… Ya, de los buenos caldos de la zona. Que no, era casi tan abstemio como yo. De la fusión entre la Caixa y Bankia. Pues sí, pero más bien de los suculentos sueldos de los miembros del Consejo de Administración. Los José Ignacio Goirigotzarri, Gonzalo Gortázar y resto de privilegiados no van a tener problema alguno para llegar a fin de mes. Aunque nosotros, añadió el de La Perdoma, nos entretenemos en que si los miembros del Gobierno tienen unos miles de euros en su cuenta corriente o un chalé en tal o cual lugar, obviando los millones de estos personajes. La banca nunca pierde, le espeté. Eso sí que son cortijos y no lo que la oposición en el Cabildo de La Gomera le recrimina al pobre de Casimiro Curbelo, todo generosidad y desinterés en el mundo de la política. Olvidan los malos tragos (los buenos no se mentan, aunque en los mentideros se sabe que…) que ha pasado ese hombre en su dilatada trayectoria para labrarse… Y me silbó, el muy jodido. Había estado –el perdomero, claro– trabajando varios meses en la mole abandonada de El Clavo y cada tarde se iba de pateo hasta Puntallana donde daba rienda suelta a las enseñanzas de Eugenio Darias (el hermano del pobre Francisquillo, que en paz descanse). Así que dejé la fiesta en paz.

¿Necesitan ayuda?, gritó el primer curioso que ya se alongaba al fonduco. No, le respondimos casi al unísono, esperamos a los bomberos, sanitarios, fuerzas y cuerpos de seguridad… Y la televisión canaria, reforzó un servidor. Y comenzó el desfile. Llegaban más y más. Las cámaras de los móviles no daban abasto. Mañana seremos portada en todos los informativos. Qué inmensa suerte hemos tenido. Hablaremos con Linares para que deje los baches como están.

Se me ocurrió preguntarle si había pasado por las obras de remodelación del cine. Y me dijo que había acompañado hace unos días a Francisco, el arquitecto. Aquello quedó precioso. Casi le salía la baba mientras me contaba todos los pormenores. ¿No has visto un vídeo que colgó en su Facebook? Te paso el enlace cuando nos saquen. Ya escucho las sirenas por San Nicolás. Y, te lo juro –aunque me dé vergüenza confesarlo– yo también comencé a babear. Aunque de envidia. Sana, si tú quieres, pero envidia cochina. Porque me vino a la mente el calamitoso estado del Cine Viera. Y recordando el acondicionamiento del antiguo Cine Prado en La Matanza y ahora este del Pago de Higa, casi me saltan las lágrimas. Cómo se ha perdido el tiempo en mi pueblo, le confesé contrito. Lo que Manolo y Adolfo bautizaron como auditorio en el Realejo Alto es el salón de actos de la Casa de la Cultura, inaugurado en los ochenta del siglo pasado… Es verdad, carajo, yo también me he dado cuenta: no hacen sino presumir y en el fondo solo viven de las rentas. Sí, ya lo dijo Eduardo, concejal en aquel entonces (Linares los cambia como mucho a los dos mandatos, no sea que les guste el sillón como a él) cuando se presentaron las obras (ver foto) que ya quisieran todos los municipios contar con una sala como esta. Cuánta razón tenía.

Ños, más luces ahí arriba. No te rías y disimula un fisco. Otro día seguimos hablando. Vale. Vale.

Y una apostilla. Pincha en este enlace y si eres realejero, como yo, puedes llorar, que desahogarse es bueno: https://www.facebook.com/1549114666/videos/10218352056943317/

Tranquilos todos que en 2023 los programas electorales recogerán estupendas propuestas. Podrán repetirse, porque los electores somos imbéciles y capaces de tragarnos varias decenas de hipódromos si relinchar apenas. ¿O no es así, Manolo? Tú te lo montas bien. Hasta sin silla.

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