Vino a resultar que en ese corto intervalo –diez minutos, no
más–, y al enterarme de que el individuo, de unos cuarenta y pocos años, era
perdomero, charlamos de… Ya, de los buenos caldos de la zona. Que no, era casi
tan abstemio como yo. De la fusión entre la Caixa y Bankia. Pues sí, pero más
bien de los suculentos sueldos de los miembros del Consejo de Administración.
Los José Ignacio Goirigotzarri, Gonzalo Gortázar y resto de privilegiados no
van a tener problema alguno para llegar a fin de mes. Aunque nosotros, añadió
el de La Perdoma, nos entretenemos en que si los miembros del Gobierno tienen
unos miles de euros en su cuenta corriente o un chalé en tal o cual lugar,
obviando los millones de estos personajes. La banca nunca pierde, le espeté.
Eso sí que son cortijos y no lo que la oposición en el Cabildo de La Gomera le
recrimina al pobre de Casimiro Curbelo, todo generosidad y desinterés en el
mundo de la política. Olvidan los malos tragos (los buenos no se mentan, aunque
en los mentideros se sabe que…) que ha pasado ese hombre en su dilatada
trayectoria para labrarse… Y me silbó, el muy jodido. Había estado –el perdomero,
claro– trabajando varios meses en la mole abandonada de El Clavo y cada tarde
se iba de pateo hasta Puntallana donde daba rienda suelta a las enseñanzas de
Eugenio Darias (el hermano del pobre Francisquillo, que en paz descanse). Así
que dejé la fiesta en paz.
¿Necesitan ayuda?, gritó el primer curioso que ya se
alongaba al fonduco. No, le respondimos casi al unísono, esperamos a los
bomberos, sanitarios, fuerzas y cuerpos de seguridad… Y la televisión canaria,
reforzó un servidor. Y comenzó el desfile. Llegaban más y más. Las cámaras de
los móviles no daban abasto. Mañana seremos portada en todos los informativos.
Qué inmensa suerte hemos tenido. Hablaremos con Linares para que deje los
baches como están.
Se me ocurrió preguntarle si había pasado por las obras de
remodelación del cine. Y me dijo que había acompañado hace unos días a
Francisco, el arquitecto. Aquello quedó precioso. Casi le salía la baba
mientras me contaba todos los pormenores. ¿No has visto un vídeo que colgó en
su Facebook? Te paso el enlace cuando nos saquen. Ya escucho las sirenas por
San Nicolás. Y, te lo juro –aunque me dé vergüenza confesarlo– yo también
comencé a babear. Aunque de envidia. Sana, si tú quieres, pero envidia cochina.
Porque me vino a la mente el calamitoso estado del Cine Viera. Y recordando el
acondicionamiento del antiguo Cine Prado en La Matanza y ahora este del Pago de
Higa, casi me saltan las lágrimas. Cómo se ha perdido el tiempo en mi pueblo,
le confesé contrito. Lo que Manolo y Adolfo bautizaron como auditorio en el
Realejo Alto es el salón de actos de la Casa de la Cultura, inaugurado en los
ochenta del siglo pasado… Es verdad, carajo, yo también me he dado cuenta: no
hacen sino presumir y en el fondo solo viven de las rentas. Sí, ya lo dijo
Eduardo, concejal en aquel entonces (Linares los cambia como mucho a los dos
mandatos, no sea que les guste el sillón como a él) cuando se presentaron las
obras (ver foto) que ya quisieran todos los municipios contar con una sala como
esta. Cuánta razón tenía.
Ños, más luces ahí arriba. No te rías y disimula un fisco.
Otro día seguimos hablando. Vale. Vale.
…
Y una apostilla. Pincha en este enlace y si eres realejero,
como yo, puedes llorar, que desahogarse es bueno: https://www.facebook.com/1549114666/videos/10218352056943317/
Tranquilos todos que en 2023 los programas electorales
recogerán estupendas propuestas. Podrán repetirse, porque los electores somos
imbéciles y capaces de tragarnos varias decenas de hipódromos si relinchar
apenas. ¿O no es así, Manolo? Tú te lo montas bien. Hasta sin silla.
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