lunes, 21 de junio de 2021

82. Muerte de un cura

Me temo que con esta entrada te restaré unos segundos más en la lectura. Pero el periódico El Progreso, diario republicano autonomista, en su ejemplar del sábado 21 de enero de 1911 (110 años y cinco meses, hoy mismo), año VI, número 1619, y en su página 2, nos relata, con todo lujo de detalles, cómo un cura indigente pone fin a su vida. Vaya, como siempre, la transcripción literal de la referida, y patética (con tintes macabros), crónica:

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Las desgracias del día: MUERTE DE UN CURA.

El tranvía mata á un sacerdote. Como ocurrió el hecho. Levantamiento del cadáver. Fué suicidio. Las responsabilidades.

El tranvía que anoche salió de esta Capital para La Laguna á las 8 causó la muerte en las inmediaciones de Santa María de Gracia y sitio conocido por "Macario", al sacerdote D. Juan González, que desde hace tiempo, hostigado por las persecuciones de ciertas camarillas clericales, vivía en la mayor miseria, entregado por completo al alcoholismo y arrastrando una vida de vagabundo por las carreteras y los caminos, donde era muy frecuente encontrarle, en completo estado de embriaguez, escandalizando muchas veces y dando espectáculos poco edificantes.

El desgraciado suceso que damos á conocer á los lectores puso fin á las miserias del infeliz sacerdote y á las persecuciones de las camarillas clericales. Descanse en paz D. Juan González y al relatar el triste suceso lamentemos que odios é impiedades arrastraran á un hombre hasta obligarle á arrojarse entre las ruedas del tranvía...

El suceso

El coche del tranvía que subió á las ocho de esta capital para La Laguna era el señalado con el número 4 y lo conducía Juan Morales, conductor de larga práctica y muy cuidadoso en el desempeño de su obligación. Como cobrador iba Rafael Morales.

Al llegar el coche-tranvía al sitio de nominado "Macario", á poca distancia del cruce, el sacerdote D. Juan González, que se hallaba, según parece, sentado en el muro que hay á la derecha de la carretera y á muy corta distancia de los railes, se arrojó violentamente al centro de la vía, siendo arrollado por el coche.

El conductor, que vio perfectamente libre la via, pudo apreciar que en el momento de pasar el coche el cura se colocó rápidamente en el centro de los railes. Inmediatamente paró el coche, poniendo el freno eléctrico, pero ya el sacerdote había sido arrollado, quedando bajo el tranvía, en el sitio comprendido entre las ruedas delanteras y las traseras.

Acto seguido, y comprendiendo que era imposible extraerle y que había quedado muerto instantáneamente, avisóse al Juzgado de La Laguna y á la estación central de la Cuesta personándose al poco rato en el sitio del suceso el Juez de La Laguna, la ambulancia de la Cruz Roja, el director de la Empresa de Tranvías D. Alfredo Rensonnet y todos los empleados que, francos de servicio, se encontraban á aquellas horas en la estación de la Cuesta.

Levantamiento del cadáver

Como ya hemos indicado, el cadáver se encontraba entre las ruedas traseras y delanteras del coche; aprisionado por uno de los frenos que está colocado á muy poca distancia de los railes. Era, pues, completamente imposible extraerle, haciéndose necesario levantar el tranvía.

Para esta operación, que dirigió muy hábilmente el Sr. Rensonnet, se necesitó utilizar unos gatos y gran cantidad de maderas y tablones, invirtiéndose bien cerca de dos horas en suspender el coche. Entonces pudo apreciarse la posición del cadáver, que se encontraba colocado de espaldas sobre la via con la cabeza hacía al muro. Según pudimos ver, las ruedas del tranvía le pasaron por la cintura, seccionándole por completo. El resto del cuerpo lo tenia casi completamente destrozado. Ordenado el levantamiento del cadáver por el Juez de instrucción, fué conducido á La Laguna en un furgón que se pidió á la estación de la Cuesta.

El cadáver

Vestía traje talar, sumamente raido y manchado, D. Juan González.

Llevaba dos botellas, una vacía y otra llena de vino, que adquirió pocos momentos antes en el mesón que en la Cuesta posee D. Hermógenes Domínguez.

Una de dichas botellas, según se nos dice, encontróse intacta. La otra rompióse en el momento del suceso, viéndose aún hoy los pedazos en la carretera.

Antecedentes

D. Juan González, que como ya hemos indicado se embriagaba frecuentemente, tenía, según parece, la manía de suicidarse arrojándose ante los tranvías y automóviles.

No hace aun mucho tiempo, se le encontró una noche acostado sobre la vía en las inmediaciones de la "Cruz del Señor" á las 10 de la noche, salvándole milagrosamente de la muerte la poca marcha del coche y la serenidad del conductor, que paró instantáneamente, hecho del que dimos cuenta en este diario. En esa noche fué necesario meterle en el coche y llevarlo á la Laguna, porque cuantas veces se intentaba poner en marcha el tranvía se arrojaba nuevamente sobre los railes.

No hace mucho tiempo intentó también matarse arrojándose ante el automóvil de D. Juan Yanes, obligando al chauffer á realizar una rapidísima maniobra.

En otras ocasiones, y aún anoche mismo, ante los coches de las 7 y las 8 intentó atravesarse, no pudiendo consumar su obra. Luego, escondióse en el lado derecho de la carretera y como ya hemos dicho, se arrojó á la vía en el momento preciso de pasar el tranvía, siendo imposible evitar que este le arrollara.

Trátase, pues, de un suicidio, idea que, según parece desprenderse de lo que dejamos dicho, abrigaba hace algún tiempo y principalmente cuando se encontraba en estado de embriaguez.

El conductor

El conductor llámase, como ya indicamos, Juan Morales, y es un empleado modelo, que sabe cumplir perfectamente su obligación. En este desgraciado suceso de nada puede acusársele, y comprendiéndolo así el Juez instructor lo dejó en libertad, citándole para declarar, en unión del cobrador, hoy á las once de la mañana.

Don Juan González

Don Juan González, á quien generalmente se conocía por el cura de Fasnia, sufrió grandes persecuciones, instruyéndosele varios expedientes en el Obispado y quedando en la miseria.

Como recordarán nuestros lectores hace próximamente un año penetró violentamente en la Secretaría del Obispado incautándose del expediente que se le seguía, por lo cual sufrió un proceso del que resultó absuelto, haciendo su defensa de un modo muy brillante por cierto, nuestro querido amigo, don Ramón Gil Roldán.

Tenía el vicio del alcohol por lo que en diferentes ocasiones EL PROGRESO llamó la atención de las autoridades eclesiásticas, solicitando se le recluyera para evitar los poco edificantes espectáculos que diariamente daba en mitad de la calle y de los caminos.

Detalles curiosos

El coche número 4, que como anteriormente decimos fué el que causó la muerte del sacerdote D. Juan González, tiene fama de ser el "más desgraciado" de los que posee la empresa del tranvía.

Casi todas las víctimas, muy pocas en verdad, que han muerto arrolladas por los tranvías lo han sido por el coche número 4.

Las responsabilidades

No son ciertamente, las responsabilidades del desgraciado suceso de anoche para el conductor Juan Morales, que no pudo evitar que el tranvía arrollara al infeliz sacerdote D. Juan González.

Son por entero de las camarillas clericales que le persiguieron, de quienes le desesperaron, condenándole al expediente perpetuo y á la miseria. Son de quienes no supieron ó no quisieron recogerle del escarnio en nombre de la dignidad profesional, ya que no de la caridad por ellos tan frecuentemente invocada.

Esos son los moralmente responsables de la muerte de D. Juan González.

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¿Qué puedo añadir yo, si el pobre hombre “tenía, según parece, la manía de suicidarse” arrojándose ante todo lo que se moviera? Y a perdonar la extensión. Mañana: otro accidente. Bonita manera de comenzar la semana.

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