“El periodismo español, sobre todo el audiovisual, se ha empobrecido.
En la búsqueda voraz de las audiencias o de los anhelados clics se atropella el
honor y la privacidad, se insulta y se deslizan reiteradamente insidias que
arruinan honras y prestigios”, escribió Ansón recientemente. Y yo, ipso facto,
puse unos cuantos retratos. ¿A que tú también? Y ambos nos preguntaremos que
cómo se cura esta enfermedad de la que adolecen unas pocas emisoras de radio
y/o de televisión. En las que (in)determinados personajes, que se adhirieron la
etiqueta de periodistas en cuanto se vieron delante de una alcachofa, entienden
que el solaz y el divertimento deben pasar por la burla, el infundio, el
escarnio, la mofa, cuando no la injuria, la ofensa y el ultraje. A las que se
prestan las cuatro paisanas de turno (que sí, ni hagas cruces ni me
crucifiques, las mismas de siempre, peritas en todo y en lo siguiente) para
general regocijo de los servidores públicos que administran de tal guisa
nuestros dineros. Y si por contar lo que espejuelos no requiere, me vas a llamar
machista, adelante. Pero ve al oculista en cuanto puedas. Y eso que, por ahora,
no me sumerjo en las ínclitas redes sociales.
Luis Calvo, quien fuera director de ABC desde 1953 a 1962,
abunda: “Se puede discrepar, incluso de forma total, del adversario, pero sin
utilizar nunca ni el insulto ni la insidia. Eso descalifica al periodista”. Si
lo fuera, añado yo. Porque al que debe recurrir a tales procedimientos, no
puede ser habilitado en tan digna profesión. Que no guarda relación alguna con
estancias universitarias, pero sí con algo llamado deontología: parte de la
ética que trata de los deberes, especialmente de los que rigen una actividad
profesional. Los implicados, que no presuntos, no es que se la pasen por el
forro del chaleco (ojalá fuera solo eso), es que se quedaron en la lección
anterior cuando decidieron fugarse de clase para siempre jamás. Normal, y desde
esos remotos tiempos sabían más que sus profesores. Ni comparancia (puede que por deformación de comparanza), que diría un
amigo.
¿Que cómo se cura? Con educación y cultura. Y no significa
ello (o no debe guardar relación) que sea el paso por aulas de centros docentes
el único medio para alcanzar ese fin. Porque la crianza, la enseñanza y la
doctrina se maman desde chico. Y quien crece cambado, mal síntoma.
Si el medio es público, algo tan simple como meditar el voto
puede desfacer entuertos. Porque quien comete las fechorías se siente arropado
institucionalmente y cada vez pretende volar más alto. Tiende a imitar. Hay
retroalimentación. En mi pueblo, un poco sabemos al respecto los no abducidos.
Con los de las orejeras, paciencia. No queda otra. Cuando aterricen los
endiosados –o se estrallen como una pita–
lo mismo despiertan. Meto la mano en el agua…
Y si es privado, más fácil la desconexión. El botón rojo del
mando a distancia. Aunque muchas veces ellos solos se disparan en los pies.
Cerca de la desembocadura del Barranco San Felipe, las diferencias económicas
ya han surtido efecto. Cuando unos cuantos más hagan como yo y no acudan a los
establecimientos comerciales que se publicitan en el antro (como el burro que
murió cuando el amo ya lo tenía acostumbrado a no comer), fácil será deducir el
desenlace. No solo de improperios puede vivir el hombre. Por muy hombre que sea
–o lo pretenda– cuando la tripa tira, hasta la ‘vox’ se apaga. Un poco más
arriba, por los aledaños del Salto del Barranco, quien a hierro mata no puede
morir a sombrerazos. Con tantos tambores de guerra, muy difícil la
conciliación.
Sí, admito la existencia de muy buenos profesionales sin los
estudios de periodismo. Pero no comulgo con quienes se dicen periodistas cuando
solo son cantamañanas (persona informal, fantasiosa, irresponsable, que no
merece crédito). Y lo de persona (individuo de la especie humana), con todas
mis reservas. Hacerse alguien persona (afectar poder o mérito sin tenerlo o
jactarse vanamente), lo ponen en práctica cada día. Pero lo que la natura no
da, sin antídoto, aunque vayas a bañarte muchas veces en el río Tormes.
¿Periodistas? No, estropajos (acepción cuarta del DRAE).
Hasta el lunes.
Excelente. Descripciones inconfundibles.
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