Insatisfechos con sisarse cuanta propuesta sea presentada
por los concejales de la oposición (eso sí, dejan transcurrir un tiempo
prudencial por si alguien del pueblo se da cuenta), resulta que alcanza tal
grado su torpeza, que deben aprovecharse
de aquellas iniciativas populares con las que pudieran obtener pingües
beneficios, traducidos, claro, en réditos electorales. Y el concejal de fiestas
se ha convertido en alumno aventajado de Domínguez. Me comentan que ya se le
veían maneras en sus tiempos de instituto.
El pasado año, unos jóvenes realejeros crearon un grupo de
trabajo denominado Islenium, a través del cual idearon diversos proyectos. La
pandemia ha posibilitado el que se deba agudizar el ingenio para adaptarse a
esta nueva realidad. Uno de ellos consistía en crear una marca personalizada
por cada una de las fiestas que en nuestra geografía municipal se dan cita,
“unas píldoras audiovisuales de las respectivas comisiones de fiestas”. Todo
ello con la finalidad de promocionarlas y divulgarlas. En fin, una seña de identidad
realejera abierta al mundo, aprovechando, por supuesto, el auge y desarrollo de
las nuevas tecnologías.
Debió pensar el grupo popular que no solo el ayuntamiento
les pertenece, sino que cualquier movimiento interesante que se produzca en
esta Villa de Viera es, asimismo, de su exclusiva propiedad. Dado que sus
múltiples liberados (quince, más la tira de adhesivos) no cobran por pensar
sino por figurar (y a las sesiones de fotos me remito), bastante trabajo tienen
con estar al acecho. Cada vez estoy más convencido de que los títulos alegados
en los currículums respectivos debieron ser obtenidos en sendos cursos por
correspondencia (hoy serían on-line), porque la presencialidad exige unos
sacrificios que no atisbo ni en pintura. Y aunque existen genios sin estudios e
idiotas con un doctorado, a tenor de lo que se observa, me da que en este
Realejos norteño mucho está fallando. Yo creo que hasta la famosa Línea Verde
les sirve como chuleta. O si no, ni se recatan en demandar el traslado de
historias y anécdotas surgidas en los festejos a través de los tiempos. Lo
dicho en anteriores ocasiones: trabajen ustedes y nosotros pasamos a fin de mes
por la entidad bancaria. Ni un elefante con paperas, oiga.
Uno de los jóvenes aludidos, al comprobar cómo la idea era
plagiada sin el más mínimo rubor y sin citar, según uso y costumbre, autoría,
se lamentaba amargamente de la nula deferencia de quienes rigen los destinos
del municipio. Al menos un gesto con la pertinente invitación para colaborar en
la iniciativa.
Cuando ya me encuentro en la quinta tanda de los ‘ta’ (haz cálculos)
y nada debo a reyes del mambo, si me percato de tropelías –como las que cometen
estos copiones de tomo y lomo; vaya ejemplo para el común de los ciudadanos,
aunque, afortunadamente (para ellos) están ciegos, sordos y mudos– no dejo
pasar por alto la oportunidad para denunciar, bien alto y claro, lo caro que
nos salen nuestros representantes. Y todo ese dineral (esas bastantes decenas
de miles de euros) para comprobar la ineficacia de un nutrido grupo. Porque si
demostraran que valen, que aportan, que ponen sobre la mesa iniciativas
propias, te consolarías. Al menos como un mal menor. Pero cuando evidencias que
las seseras dan menos que una vaca seca, haces cruces (los creyentes) cuando te
pagan la pensión y comparas con los emolumentos de quienes esperan sentados que
les llegue la inspiración… de otros. Es lo que hay. Y aún existe un amplio grupo de ciudadanos que
sostiene que los susodichos son de lo mejorcito que ha pasado por el ayuntamiento.
Con lo que deduzco que en este pueblo hay un gravísimo problema de memoria.
Debió irse de excursión con las neuronas concejiles.
Y a los del colectivo Islenium, paciencia, que no hay mal
que cien años dure. Si este revés les ha servido para despertar, bienvenidos
sean. Y tranquilos porque habrá más desengaños. Y desengañados.
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