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La cruzada de la moda
Tengo ante mi vista una invitación a un baile de etiqueta.
En ella hay una nota para los caballeros, indicándoles que han de ir con frac o
de uniforme, y yo entiendo que esta advertencia es un tanto depresiva.
Dentro de esa etiqueta caben varias prendas que deben
tolerarse, como se toleran para el sexo débil, que no necesita prevensiones.
El traje de baile es muy elástico para la mujer, y en esa
elasticidad, cada cual se viste o se desnuda, como mejor le place.
Espero no se atreverá ninguna a quebrantar la regla,
presentándole en el salón con traje de calle.
Y para visitas o paseos tampoco se le ocurrirá a ninguna
usar el traje de baile o el que tiene para dentro de casa, ni en esta se
permitirá la libertad de recibir a nadie en traje de baño.
Que la mujer se forme el propósito de asistir a un baile de
trajes o de máscaras, y con mucha anticipación se estará ocupando del modelo,
la tela y el tipo que trata de imitar.
Y en todos esos vestidos suele sujetarse a la regla de la
moda, mas o menos exajerada, pero se sujeta por aquello del qué dirán, por no
ser extravagante.
De manera que, obediente a la costumbre, a la moda o al que
dirán, la mujer no se atreve a hacer un papel ridículo en la sociedad.
Para donde no se muestra tan sumisa, ni le importan reglas
ni advertencias, es para ir al templo. El Papa, los Obispos y el Clero, y todos
los periódicos católicos, han emprendido una campaña contra los trajes
indecorosos, contra las indecencias de la moda, que va despojando a la mujer
del pudor y la vergüenza.
El Papa Benedicto XV ha dicho recientemente: una buena madre, no debe permitir que sus
hijas sean esclavas de una moda que desdice de la honestidad.
Y sin embargo, de tantas exhortaciones, para que se respete
la santidad del templo, la Iglesia de Cristo, y que para visitarla no se
olviden los saludables preceptos de la modestia cristiana, la mujer se hace la
sueca, desdeña todas las advertencias y tiene el valor cínico, por no usar otras
palabras, de presentarse en la Casa de Dios, y acercarse a la Sagrada Mesa, tan
deshonestamente vestida, creyendo sin duda que agrada, y provoca pasiones nobles,
cuando en realidad sucede todo lo contrario.
Precisamente aquella que dijo el poeta: por donde quiera que voy…
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Cuando terminé de transcribir, pensé en varios medios de
comunicación audiovisuales de rabiosa actualidad y me pregunté si la denominada
Edad de Piedra seguía en vigor. O si algunos personajes fueron hibernados y les
arrimaron la chispa, bastantes décadas después, por lugar equivocado. Lo mismo
sí, porque explicación lógica no parece haber. Sean felices, que ya queda menos
para cobrar. Por cierto, ¿alguien se acuerda de los retornos, que era como una
paga extra para los trabajadores de la platanera?
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