Atrás quedó la dura travesía. A la que hubo de añadir los
malos tragos de la búsqueda de los dineros. Porque este parto,
desgraciadamente, ha de ser atendido en clínica privada. La cartilla de la
seguridad social no cubre este tipo de locuras. Y es complicado, penoso y, a
veces, exasperante. Pero recordaste la vieja máxima de que barco parado no gana
flete, le echaste bemoles y tiraste pa´lante. Bendita chifladura.
Cuando ese otro paso fue superado con tesón, voluntad y
arrestos, creíste conveniente acudir a TU ayuntamiento para planificar el acto
solemne por el que la criatura debía ser presentada en sociedad. Se te da el
visto bueno y se incluye el acto en el programa festivo del mes de mayo, donde
la cultura, desde siempre, ha jugado un papel primordial.
Y tú, novato siempre en lides de tal enjundia, confiesas que
debes demostrar el agradecimiento a quien se alongó por vez primera a esa
ventana que abres a potenciales lectores. Porque es de bien nacido invitar, a
que comparta mesa y mantel, a la persona que te prologa esos renglones
hilvanados con todo el cariño que has podido desplegar.
Como tú, Juan José, has roto el silencio y has dado a
conocer que si “ella va a estar presente, no cuentes con nosotros”, esa losa
que te endilgó la señora concejala de CULTURA, ese veto, nítido y rotundo
(¿estúpido?), impuesto a la persona de Fidela Velázquez, permíteme que un
servidor vuelva a poner sobre el tapete el lamentable hecho que flaco favor ha
dispensado a la noble Villa de Viera. Y que el pobre no levante la cabeza
porque lo mismo se nos vuelve para Las Palmas. Aconteceres como este demuestran
bien a las claras que no todos los cargos públicos saben administrar las
competencias que le fueron conferidas.
Me aflige, aún más, que el triste afer se haya quedado
olvidado con una simple pregunta en la última sesión plenaria. A la que se
responde, como casi siempre, con las evasivas de rigor en el convencimiento de
que las mayorías absolutas permiten licencias de tal índole. Pues se ha jugado
con mucho más que con la dignidad del autor. Y de la prologuista. Mi pueblo –aquel
que me vio nacer y en el que he desarrollado casi toda la actividad que el
devenir me ha encomendado– no merece acciones de tal porte. Como mínimo exíjase
la dimisión de la persona que se arroga idoneidades y presencias. A los que en
este municipio nos quedan dos dedos de frente, sabemos cuál hubiese sido el
desenlace ante la propuesta aludida. Pero los gestos dicen mucho, aunque vayan
encaminados al fracaso. Los Realejos está muy por arriba de ignominias y
puñaladas. Por muy populares que resulten.
No me hallo cabizbajo. Mentiría si me empeño en sostener tal
aseveración. Lo mío va mucho más allá. Me niego a pensar que mi gente siga alucinada,
que no se percate de que estas derivas implican más peligro que el que pueda
considerarse esta censura como una simple anécdota, como un desliz que debe ser
perdonado con otro efugio más. Este pueblo es bastante más que esa masa amorfa
que se distrae con la hojarasca. Que no vislumbra más que formas y no es capaz
de indagar para sumergirse en el fondo. Espero y deseo que un día habrá un
pueblo (perdóneme, usted, don Pedro García Cabrera, por empezar por lo más
cercano) que no sea silencio amordazado.
A los gobernantes, un consejo: más alto subió la palma. A la
oposición, otro: poco bagaje el colgar dos pinceladas en las redes sociales, un
par de preguntas los últimos jueves de cada mes y, mientras, el pueblo en la más
supina ignorancia: cuatro fiestas, unas plantas en los jardines y aplaudiendo
con las orejas.
Como desagravio a los implicados (Juan José y Fidela):
COMPREN EL LIBRO. Ya yo lo leí y les puedo asegurar que en sus relatos se
destilan la bonhomía y crianza de las que carecen (in)determinados representantes
de la soberanía popular.
Despierta, pueblo, despierta, / no es real ese embeleso, / que no te la den con queso, / mira bien lo que se oferta. / Mantén esa mente abierta, / pues humo te están vendiendo / y ante tus ojos poniendo / la venda que te obnubila, / para que en tanto la edila / mala praxis vaya urdiendo.
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