lunes, 28 de junio de 2021

87. Tengo el corazón contento

Y lleno de alegría. Porque desde que publiqué ‘La farola’, el pasado sábado 19 de junio (jornada no habitual en mis artículos del blog), la susodicha ha funcionado perfectamente desde el lunes siguiente (día 21). No sé si se debió al inicio de la estación estival (puede que el solsticio la haya iluminado) o que alguien le pasara el aviso al concejal Domingo para que este, a su vez, lo pusiera en conocimiento del gerente de Realserv, quien –me imagino– pudo haber telefoneado al responsable de la empresa Effico (la que tiene encomendado el servicio de mantenimiento del alumbrado público en Los Realejos) y, de tal suerte, volvieron los operarios a poner en orden el particular.

Como uno es un antiguo y se quedó en este asunto en los tiempos en que Jaime cargaba una escalera por el pueblo y se trasladaba, por ejemplo a Icod el Alto, en la guagua porque el ayuntamiento no disponía de vehículos, ignora cómo se efectúa en la actualidad esta labor. Pero como existen mecanismos para detectar las fugas de agua, verbigracia, piensa que con una aplicación informática –las famosas app– capaz de chivar al electricista de turno en qué lugar del municipio se halla la avería, se solucionaría el desaguisado. Aunque me da que no, pues, de lo contrario, no se producirían los cortes y consiguientes apagones que han venido constituyendo, para nuestra desgracia, el motivo de conversación frecuente en los mentideros políticos del pueblo.

Dado que nunca es tarde si la dicha es buena, mil gracias a quien se hubo preocupado, síntoma inequívoco de que alguno me lee. Puede que a la escondida –por si le tiran de las orejas– pero si el resultado es el adecuado, miel sobre hojuelas.

La pasada semana, igualmente, los mismos jóvenes (Islenium) que elevaron sentida queja ante la supuesta apropiación indebida por parte del ayuntamiento de su idea para crear una marca personalizada para cada una de las múltiples fiestas que acaecen en nuestro municipio, se congratulan de que el concejal delegado de esa área los haya invitado a la charla de rigor, con el fin de acercar posturas a través, como no podía ser de otra manera, del oportuno intercambio de opiniones.

Me alegro de que se ponga en práctica algo tan elemental como es aquello de que hablando se entiende la gente. Tan simple y tan complejo a veces por la cerrazón de quienes ostentando un cargo público parecen olvidar a sus representados, relegándonos al ostracismo. Como si estuviesen dotados de una capacidad superior a la del resto de mortales y no entendiesen de que cuatro ojos ven más que dos.

Espero y deseo que no se trate de un mero espejismo. Lo mismo se debe el cambio de postura –y esto ya es fruto de una simple suposición de quien estas líneas suscribe– a una próxima retirada de Manuel Domínguez. No olvides que uno rubrica artículos de opinión, y estas son libres, y, por lo tanto, no sujetas a los cánones informativos. Así que entiendo –un suponer– que el actual alcalde se ha percatado de que crecen las contestaciones populares, ante el evidente abandono de sus quehaceres para con la Villa de Viera y sus aspiraciones (legítimas, por supuesto) a seguir escalando peldaños en la escalera popular. Por lo que abona el camino para el relevo. Y con este gesto del joven concejal de Fiestas, lo mismo quedan descolocados otros que acompañan a Domínguez desde ha bastante. Incluidos los que debieron haber dado un paso al lado por incorrectas interpretaciones de su gestión. Pero, tranquilos, que el tiempo pondrá las cosas en su sitio. Y dará y quitará razones.

Así que, estimados amigos y seguidores de uno que porta sombrero, comenzamos la semana siguiendo los dictados musicales de Palito Ortega. O de Marisol. Qué obsoleto es uno. Como esta tarde iba a asistir (el nivel 3 la aplazó) a una reunión en la Sociedad Valle de Taoro –o Casino de La Dehesa– porque va a cumplir en unos meses la friolera de cien años, pensaba ir mucho más relajado. Y, a lo mejor, entraba silbando, ahora que está de moda entre gomeros y herreños. Puede que hasta el viejo piano, marca Chappell, adquirido el 6 de febrero de 1934, por 450 pesetas, se pusiera (o pusiese) como yo, contento.

A modo de aclaración. Como es lógico deducir, esta entrada –al igual que las otras– se redacta hasta con varios días de antelación al momento de su publicación. Y como esta se puede dejar programada, máxime cuando las de la pasada semana se limitaron a reproducciones de informaciones periodísticas de un siglo atrás, lo que lees ahora salió del magín el martes día 22. Y esa misma noche, víspera de las hogueras de San Juan, volví a descontentarme. Y mandé a Marisol y a Palito Ortega a freír chuchangas (expresión que se emplea para despedir a alguien con aspereza o enojo) porque la farola seguía erre que erre. Encendió, como siempre, pero cuando me levanté a mear (malsonante de orinar: expeler la orina) a eso de las 4 de la madrugada, otra vez como los sobacos de un grillo. Pero hubo movida el miércoles 23. Y el alumbrado público de toda la urbanización estuvo activo durante toda la mañana. Mi farola también. Debieron ponerla a prueba. Porque a la una de la tarde llegaron dos operarios a escanear la situación. Incluso tuve la oportunidad de intercambiar unas palabras con ellos. El hecho es que la situación se ha normalizado. Por fin. Y me alegré de nuevo. Tanto que voy a enviar un comunicado al grupo socialista en el ayuntamiento para que en la próxima sesión plenaria presente una moción por si el grupo popular estima conveniente aclarar (verbo más que ilustrativo) qué demonios ocurre con Effico: ¡¡¡eficiencia en servicios!!! Y haz el favor de no reírte, porque me enciendo otra vez.

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