lunes, 8 de marzo de 2021

1. Comenzamos

No entiendo el porqué La Gomera, según cierto estudio, es la isla más pobre del archipiélago. Puesto que si me dedicase a sumar los millones que Casimiro se ha llevado para allá y dividiese tal cantidad entre los 21.678 habitantes (según rezan los datos oficiales del año 2020), podría llevarme tremenda sorpresa. El problema está en que la mayoría de obras acometidas con los dineros procedentes de administraciones externas son auténticos pufos (estafas, engaños, petardos, según nos señala el DRAE). Y si no me crees, te invito –invítame, mejor– a un recorrido por aquellos lares para visitar las nefastas consecuencias de las megalomanías de Curbelo.

Pero, a la sazón, Tejiade (San Sebastián) sigue sin suministro eléctrico y los combustibles se pagan a precios desorbitados. Si los gobernantes insulares tuviesen que apoquinar de su bolsillo la carga de los depósitos de los múltiples vehículos oficiales, otro gallo nos cantaría. Así que no acabo de entender las enormes alegrías por esa futura conexión, mediante un cable submarino, con  Tenerife. A no ser que la corriente de refuerzo –como es alterna– venga para el sur tinerfeño, porque desde hace años venimos escuchando que esta isla nuestra ya no aguanta más. ¿No se acuerdan de aquella manifestación en 2002? Y lo más curioso del tema es que al mismo tiempo nos venden las bondades de las energías renovables. Basta repasar hemerotecas (y demás tecas) para deleitarnos con declaraciones para enmarcar.

Perdonen que haya comenzado así esta nueva etapa. No era mi intención, pero aproveché la coyuntura –que se dice– para ese viaje virtual a La Colombina. Creo haber estado allá en unas cincuenta ocasiones. Y saben que mis viajes son de, y por, ocio. Así que si descontamos a los oriundos y a todos los que acuden por motivos de trabajo o familiares a través de esa autopista marítima desde Los Cristianos, ya debo englobarme en ese grupo que presume de conocer –un poco– los entresijos de la tierra del silbido. Y de haberme dedicado a la política, y disponer a estas alturas de la vida del capital suficiente, ya me habría comprado una casa en cualquier predio de su geografía. Pero desaproveché la ocasión y ya conocen ustedes aquel dicho que reza: el que sabe, sabe; y el que no, pa´maestro de escuela. Y aquí estoy, viviendo –no me quejo– con la pensión pertinente y dándome saltos por estas peñas atlánticas cuando la ocasión se tercia. Como en nuestro caso solo estamos reunidos mi mujer y yo, y no somos muy dados –mucho menos en estos tiempos pandémicos– a celebraciones y jolgorios, euro ahorrado, euro viajado. Estoy de un salido –sin dobles ni dobleces– perdido.

He bajado, pues, de La Corona, y ahora fisgonearé desde casa. Con esto de la Internet, voy servido. Además, como uno patea aún un fisco por los contornos –la pierna, a pesar de clavo y tornillos, sigue respondiendo– aprovecha para observar, analizar y, en su caso, garabatear unas líneas.  Sigo pasando, por supuesto, por el tristemente famoso muro de La Montaña, y por el estadio olímpico Iván Ramallo, y por las ruinas de nobles edificios… Por cierto, cómo me duele uno –La Gorvorana–, cuyo proyecto se encargó a los alumnos de cierta universidad privada hace tantos años que ya habrán terminado sus carreras, por lo que, me temo, que Domínguez deberá realizar otra encomienda. Ha ocurrido en este particular lo que a los caballos del hipódromo. Los pobres han envejecido tanto que de saltos, carreras y jolgorios, más bien poco.

Como he elegido para el reencuentro (también rencuentro) este Día Internacional de la Mujer, hacer el enésimo llamamiento a cierta formación política progresista para una apuesta decidida en la candidatura de 2023; ahí, a la vuelta de la esquina. Cuántas veces lo habré escrito, mas ni caso. Como siempre. Y se han perdido ya otros dos años. Pero desde cierto local (no el inaugurado recientemente), ni señales de humo. Claro, el maldito virus.

Permítanme esta décima en la que sintetizo el cambio:

Permutaré La Corona / por un modesto sombrero, / y con el cambio yo espero… / seguir pintando la mona. / Porque hubo una persona  / que, al verme este complemento, / expresó en aquel momento / que al menos me serviría / la testa de guardería / por su escaso rendimiento.

Lo manifesté antes: el que vale, vale. Otro día les comentaré… Eso, otro día.

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