viernes, 30 de abril de 2021

45. Agárralo como puedas

Quizás hubiese sido más adecuado que el lugar de los hechos fuera el de esta primera ilustración. Una parroquia (aldea) del municipio lucense de Cospeito, que cuenta (censo de 2019) con una población de 133 habitantes. Pero no. Entre otras cosas porque en los ambientes rurales no se llega a tanto. Y como son pocos, se deben conocer perfectamente. Por lo que dirimir sus diferencias al estilo de lo que luego te voy a contar, no entra en los cálculos de la normalidad. Hasta me imagino al cura haciendo cruces de haber sido testigo ante un acontecimiento de características semejantes.

Tendremos que trasladarnos mucho más al sur. Y al este. Cuando uno va a Elche (Alicante), lleva bien grabadas en su mente las secuencias de El Huerto del Cura, fiestas de moros y cristianos, palmerales, museos, la Dama (aunque se halle en Madrid)… Algo parecido a lo que ocurre cuando te llevan en viajes organizados a lugares en los que te enseñan lo que interesa por motivos que pueden ser ajenos a los que, a lo mejor, a ti no te importan tanto como aquellos que sí visitarías en caso de ir por tu cuenta.

Pues hay un barrio ilicitano, La Puñalá, que podría compararse (salvando las convenientes distancias) con la Cañada Real madrileña. Un barrio –y ya el nombre se las trae– olvidado, marginado, sin las atenciones debidas por parte de las instituciones, en el que las basuras proliferan (ver la segunda foto) y donde la convivencia no constituye ejemplo a imitar. Y dejamos los aspectos conflictivos de la drogadicción, trapicheos y otras incidencias negativas (un apuñalamiento hace poco con tres menores implicados), porque corresponde centrar el comentario en un suceso curioso. O indiscreto.

Iba cierta pareja (él y ella) dando un paseo, cuando un paisano, con varias copas de más en el depósito del combustible, disparó sus aerosoles en uno de sus excesos etílicos y piropeó a la fémina con ya te puedes imaginar qué modales y con una falta de equilibrio más que evidente. Algo que incomodó al acompañante, por lo que fue recriminado, ipso facto, el ebrio lisonjeador, quien, lejos de amedrentarse, persistió en su arrebato belicoso y pasó de las palabras a las manos. Mejor aún, a un enfrentamiento en toda regla.

En el fragor de la batalla, debió caerse el zalamero –normal en las condiciones con las que resistía a duras penas los efectos del alcohol– y (me lo quiero imaginar en posición de rodillas) mordió, con las mismas ganas que se le hinca el diente a un filete demasiado hecho, aquel bulto que tuvo a su alcance. Eso, en un sitio que duele de lo lindo. Del chillido que debió lanzar el atacado en sus partes pudendas nada dicen las crónicas, sino de la denuncia presentada y de los tres puntos de sutura que requirió la recomposición del miembro.

Pudo ser que en ese instante de lucidez que todo borracho tiene, y ante tanto golpe fallido (al aire) por la medición errónea de las distancias (algo incuestionable cuando los grados rompen esquemas), se le presentó la ocasión pintiparada y quiso concluir las diferencias entabladas con un rotundo agárralo como puedas, quedando patente que la dentadura aún cumplía su cometido. Qué pena de pene.

Cundo leí la noticia, y al comprobar luego que Jesús Farráis se refirió en su muro de Facebook a la tremenda chascada, me acordé de un chiste:

Estaba cierto panadero tan enrollado con una de sus clientas, que aprovechaba el recorrido diario para introducirse, subrepticiamente, en la habitación de la dama vete tú a saber con qué ocultas intenciones. Dando por hecho que el marido se hallaba en su puesto de trabajo, he aquí que el día de marras y cuando ya se encontraba en la puerta del dormitorio con aquello (lo que el borracho había mordido, para entendernos) en la mano (este oficio requiere mucha prisa para que el material el otro, el del reparto– no se ponga duro), comprobó que en la cama no estaba la destinataria (del pan y de lo que iba sujeto) sino el cónyuge (algo pachucho y con fiebre), por lo que, sin cortarse lo más mínimo, le espetó: O me pagas el pan o te meo la cama. Eso sí que es una elegante manera para salir de una situación embarazosa y no la del bruto que clava los dientes sin miramientos.

Bueno, vienen unos días festivos. Tengo que preparar los fuegos. Nos vemos el martes, que ya será 4 de mayo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario