Las razones esgrimidas son varias. Se ha constatado un
notable descenso en los accidentes debidos a la afluencia de vehículos y la
acumulación de niños en calles y aceras. Porque, y harto sabido es, que todos
pretendemos dejarlo en la puerta del colegio. Hecho que no es exclusivo de la
capital inglesa. Y no es necesario salir de este pueblo para encontrar más
ejemplos.
Aparte de que el tráfico por las calles aledañas se ha
aligerado con la medida, se ha puesto, asimismo, de manifiesto que la salud de
los escolares ha mejorado considerablemente, amén del significativo descenso en
la problemática de la obesidad infantil. El que caminar es bueno, y lo
recomiendan hasta los médicos, no creo que deba sorprendernos demasiado. Y es
que el beneficio de ir a pie no admite contraindicaciones. Es uno de los pocos
medicamentos que pueden presumir de ello.
Extrapolemos. Vengámonos a la Villa de Viera. Donde se lleva
la palma el casco de Realejo Alto con los centros Nazaret y Pérez Zamora.
Aunque no debemos olvidar San Agustín (Agustín Espinosa), Realejo Bajo (San
Sebastián), La Montaña (Pureza de María) y, pienso que en menor medida, los
institutos (Realejos y Mencey Bencomo). No estoy muy al tanto de la posible
casuística en determinados barrios, pero no creo que exista tanta problemática.
Cuando me encontraba en activo, no ha tanto, observaba cómo
nos hemos empeñado en acostumbrar a los pequeños a la papa suave. A darles todo
hecho y criar inútiles. Le cargamos la maleta mientras ellos saltan, brincan y
trepan por donde no deberían. Los llevamos de la mano hasta las mismas puertas
de la universidad. Utilizamos el coche hasta para ir al baño. Si se forma una
cola porque solo voy a parar un segundo –seguro que tú no lo has oído y soy yo
el que estoy exagerando– no se te ocurra alzar la voz o tocar la pita. Te
condenas para siempre jamás.
Ya no somos capaces de caminar 500 metros porque el niño (es
siempre la disculpa) se roza todo, el pobre. Luego vamos a los pilates para
mantenernos en forma. Coadyuvamos a mantener una sociedad hipócrita en grado
sumo. Y de llevar la contraria a los modismos y veleidades –puede ser mi caso–
te puede ocasionar más de un quebradero de cabeza por no querer acomodarte a
las costumbres de la manada, del rebaño.
Si me encontrara en el pellejo de Manuel Domínguez (solo en
el cargo de responsabilidad municipal, con el que iría servido), me sentaría
con el equipo de gobierno y haría todo lo posible por buscar soluciones a esta
situación. Que pasarían, indefectiblemente, por habilitar zonas de aparcamientos.
Porque en este particular de los colegios ocurre como en lo del comercio, que
la gente se va a las grandes superficies por razones obvias. Y si los quince no
son capaces de arbitrar medidas para que los que salimos del pueblo a las nueve
de la mañana no nos ahoguemos (de rabia incontenida) antes de llegar a Doctor
González, consulten con los concejales de la oposición, siquiera por una vez,
que lo mismo están dispuestos a echarles una mano. O las dos. Es ante
escenarios de calado cuando se demuestran los mimbres de un buen gobernante.
Porque no solo de postureos podemos vivir los realejeros. Que ya está bien. Los
pluriempleos suelen acarrear estas graves consecuencias. A lo que unimos la
notoria escasez de agentes en la plantilla policial, mientras un enchufado se
lleva el sueldo de al menos tres oficiales que podrían estar patrullando y no rascándose
el ombligo o esperando que lo llamen para una foto con los de Protección Civil,
Bomberos Voluntarios o cualesquiera otros de los que sacan demasiadas castañas
del fuego.
Cada vez se imponen más las denominadas guaguas lanzadera.
Que transportan lo que cincuenta o sesenta coches de los que paralizan todo
porque solo van a dejar al niño. Y el teórico segundo (que en realidad son
quince o veinte) se va multiplicando por los bobos que deben aguardar pacientemente
–entre ellos yo, y quizás tú también– y el último ya está parado en la Travesía
del Pino. Si vienes, o sales, por otro lugar, súmate a la protesta.
Por favor, no me dejen en ascuas. Si soy yo el único que ve,
y sufre, lo relatado en el escrito, háganmelo saber y sobre la marcha
rectifico.
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