Como lo que vende son las excepciones, venga a insistir en
los efectos secundarios de las únicas soluciones para acabar con este maldito
bicho. Hace unos días les comenté lo de mi alergia al levofloxacino. Un antibiótico
(componente activo de las pastillas Tavanic) y que este pasado sábado me
dediqué a leer las posibles reacciones ante su ingesta. No las reproduzco aquí
por dos razones. La primera es que la información se halla al alcance de
cualquier con un simple clic del ratón. O de pulsar con el dedo que te apetezca
en cualquier otro dispositivo diferente al ordenador. Y la segunda, y tal vez
más importante, porque si lo hubiese hecho, es tan larga la retahíla de
posibles consecuencias adversas que perderías una semana en asimilar el cúmulo
de contenidos y, para mi desgracia, unos cuantos lectores por pesado.
Aunque no sea un dechado de virtudes la política (gestión)
de la UE en este particular, debido, sobre todo, a las reiteradas
contradicciones a la hora de emitir sus comunicados, deberíamos ser conscientes
de que esta pandemia nos cogió con el paso cambiado y ha venido a trastocar
nuestros enfoques vitales de una manera radical. Y flaco favor hacemos, para
salir del bache, con proclamas que surgen desde la más supina ignorancia. Insisto,
a pesar de los fallos que cada día se cometen. Pero que vendrían a ser esos
efectos secundarios (colaterales) con los que se tropiezan –y en los que
tropiezan– quienes se enfrentan a una lidia complicada. Pero los que estamos
viendo los toros desde la tranquilidad del sofá, en vez de erigirnos en
salvadores de la patria, bien podríamos meternos por unos segundos en la piel
de quien debe cortar el bacalao. A este paso, mejor sería suprimir escuelas,
institutos y universidades porque nos basta con saber manejar un par de dedos y
escupir –sí, llamemos a las cosas por su nombre– barbaridades. Incluso aquellos
que luego se refugian en golpes de pecho, llamamientos a supuestos seres del
más allá e iluminados por gracias divinas. Y bajo el barniz de la falsedad,
madre mía, cuánta… Ya está.
La solución, por lo tanto, que se vacunen ellos primero.
Para dar ejemplo, se añade. Y que las dosis suministradas a tan egregios
personajes se hallen contaminadas con saliva de perenquén. Para que los
infortunios caigan en grado superlativo. Vamos, hablando en plata, que se
jodan. Pero si lo hacen, también les caerá la de San Quintín porque serán
tildados de unos privilegiados que se aprovechan del cargo y tal y cual.
¿Ópticas? Ojalá fuera solo eso. Es, llana y simplemente, mala leche.
Lo peor, a mi modesto entender, es cuando estos procederes
de los iluminados de turno se producen en las propias instituciones. Como no se
pide superar examen de ingreso alguno, de vez en cuando se cuelan conspicuos y
sabihondos ejemplares (‘leídos y escribidos’) en lugares donde se presupone
existan mimbres adecuados para tomar decisiones de calado. Y ustedes también
estuvieron al tanto, me consta, de cierto espécimen que sostuvo que no era muy
descabellada la idea de que el planeta se siguiera calentando, pues con ello
evitaríamos muchas muertes por frío. En fin, que unos grados más nos vendría
bien para estar todo el día en la playa. Y lo dijo serio el caballero.
Luego me consolé con las declaraciones de cierto actor que
se fue a vacunar porque prefería seguir vivo, aun a costa de cualquier jaqueca,
a tener que pedir alojamiento, a pensión completa o con todo incluido, en las
chacaritas. Así lo mencionábamos por estos lares para hacer referencia al
cementerio de La Chacarita, en la capital argentina. Lo que hace la falta de
ignorancia, que sostenía Cantinflas.
Cada español ha sido desde siempre un abogado en potencia.
Ahora, asimismo, virólogo, epidemiólogo y consumado experto en analizar el
esperma de los cangrejos del Amazonas. Si dependiera la gestión de esta epidemia
de tales eminencias, la problemática se hubiese zanjado en veinticuatro horas.
Vamos, que si me apuras, ni el virus hubiese nacido. En tiempos críticos, la estolidez
hace su agosto. Somos tantos los analistas, que van a sobrar los laboratorios.
Puede que mañana te cuente algo más de las vacunas.
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