miércoles, 21 de abril de 2021

37. Desgraciado suceso

Ocurrió hace un siglo. Y fue publicado tal hecho en Gaceta de Tenerife el 21 de abril de 1921 (jueves) en su página 2. Había visto la luz dicho periódico el 1 de julio de 1910 y de marcado carácter monárquico y confesional, se constituye en la década de los veinte, bajo la dirección de Adolfo Febles Mora, en el órgano de las derechas. Durante la II República se erige en el vehículo de propaganda del Obispado y cesa en su actividad el 2 de octubre de 1938 al centralizarse todos los medios de comunicación bajo el mando del nuevo régimen del yugo y las flechas.

Bajo el título que rescato para esta entrada de hoy, una entradilla, a modo de preámbulo, con estas concisas frases: En el Realejo bajo. Un desprendimiento de tierra y piedras mata a un obrero. Un hijo de éste se salva milagrosamente. Desgarradoras escenas.

Y el contenido informativo del tenor literal siguiente:

“En el Realejo bajo ocurrió el martes último [aclaro, 19 de abril] un desgraciado suceso en el que perdió la vida un joven y honrado trabajador. En dicho pueblo se realizan actualmente trabajos, por cuenta de la casa de los Sres. Fiffes, en la Rambla de Castro (Mayorazgo), propiedad de don Fernando Salazar, para hacer un aprovechamiento de aguas.

Con este motivo, se estaba trabajando el citado día en una excavación para hacer un acueducto que condujera una cantidad de agua de una galería próxima a la máquina que había de elevar dicho líquido, cuando fatalmente tuvo lugar un desprendimiento de tierra y piedras que puso en grave peligro a los obreros que efectuaban los trabajos.

Entre estos obreros, se encontraba Antonio Díaz García, de 33 años de edad, casado, natural y vecino de Realejo alto, que tuvo la desgracia de quedar sepultado bajo los escombros que se habían desprendido.

Sus compañeros de trabajo, con la natural angustia, empezaron a hacer extraordinarios esfuerzos para sacar al Antonio Díaz de entre la mole de tierra y piedras que le sepultaba, por si todavía tenían la suerte de encontrarle con vida.

Desgraciadamente no ocurrió así, pues cuando los demás trabajadores descubrieron el cuerpo de su infortunado compañero, éste era ya cadáver, y se encontraba completamente destrozado.

Un hijo del Antonio Díaz, muchacho de unos 12 años de edad, que trabajaba junto con su padre, puede decirse que debió su milagrosa salvación a haberle enviado aquél –momentos antes de ocurrir el suceso– a buscar agua para beber.

Otro de los trabajadores fué alcanzado por el desprendimiento de tierra, quedando solamente con las piernas aprisionadas por los escombros.

Avisado el Juzgado, se personó inmediatamente en el lugar del suceso, ordenando el señor juez el levantamiento del cadáver y su conducción al depósito municipal del cementerio.

También llegaron en seguida al lugar de la triste ocurrencia, el alcalde de Realejo alto, don Domingo Albelo y Albelo; el médico titular de dicho pueblo, don José García; un jefe de la casa Fiffes y numeroso público, a quien el suceso impresionó dolorosamente.

Asimismo acudieron la esposa, hijos, padres y demás familiares del pobre Antonio Díaz, desarrollándose, en presencia del cadáver de éste, desgarradoras escenas que arrancaban lágrimas a los que las presenciaron.

Descanse en paz el infortunado obrero y reciban sus familiares la expresión de nuestro sentido pésame”.

Como es harto conocido, los desprendimientos continúan un siglo después. El tramo de autovía entre Los Realejos y San Juan de la Rambla sabe mucho de tal particular. El sendero de la playa de Los Roques, tres cuartos de lo mismo. Me sigo preguntando qué será de lo que conocíamos como la Cueva del Mármol, en el acantilado bajo la Romántica II, a la altura del entonces Charco de las Lisas, hoy piscina pestilente. ¿Se habrá derrumbado? ¿Habrá algún espeleólogo en el pueblo? Porque, a mis años, yo no pienso entrar más. Esas aventuras juveniles pasaron a la historia. Pero lo mismo tenemos una maravilla para explotar y nadie me hace caso. Fuerte desgracia.

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