Bajo el título que rescato para esta entrada de hoy, una
entradilla, a modo de preámbulo, con estas concisas frases: En el Realejo bajo.
Un desprendimiento de tierra y piedras mata a un obrero. Un hijo de éste se
salva milagrosamente. Desgarradoras escenas.
Y el contenido informativo del tenor literal siguiente:
“En el Realejo bajo ocurrió el martes último [aclaro, 19 de
abril] un desgraciado suceso en el que perdió la vida un joven y honrado
trabajador. En dicho pueblo se realizan actualmente trabajos, por cuenta de la
casa de los Sres. Fiffes, en la Rambla de Castro (Mayorazgo), propiedad de don
Fernando Salazar, para hacer un aprovechamiento de aguas.
Con este motivo, se estaba trabajando el citado día en una
excavación para hacer un acueducto que condujera una cantidad de agua de una
galería próxima a la máquina que había de elevar dicho líquido, cuando
fatalmente tuvo lugar un desprendimiento de tierra y piedras que puso en grave peligro
a los obreros que efectuaban los trabajos.
Entre estos obreros, se encontraba Antonio Díaz García, de
33 años de edad, casado, natural y vecino de Realejo alto, que tuvo la desgracia
de quedar sepultado bajo los escombros que se habían desprendido.
Sus compañeros de trabajo, con la natural angustia, empezaron
a hacer extraordinarios esfuerzos para sacar al Antonio Díaz de entre la mole
de tierra y piedras que le sepultaba, por si todavía tenían la suerte de
encontrarle con vida.
Desgraciadamente no ocurrió así, pues cuando los demás trabajadores
descubrieron el cuerpo de su infortunado compañero, éste era ya cadáver, y se
encontraba completamente destrozado.
Un hijo del Antonio Díaz, muchacho de unos 12 años de edad,
que trabajaba junto con su padre, puede decirse que debió su milagrosa
salvación a haberle enviado aquél –momentos antes de ocurrir el suceso– a
buscar agua para beber.
Otro de los trabajadores fué alcanzado por el
desprendimiento de tierra, quedando solamente con las piernas aprisionadas por
los escombros.
Avisado el Juzgado, se personó inmediatamente en el lugar
del suceso, ordenando el señor juez el levantamiento del cadáver y su
conducción al depósito municipal del cementerio.
También llegaron en seguida al lugar de la triste
ocurrencia, el alcalde de Realejo alto, don Domingo Albelo y Albelo; el médico
titular de dicho pueblo, don José García; un jefe de la casa Fiffes y numeroso
público, a quien el suceso impresionó dolorosamente.
Asimismo acudieron la esposa, hijos, padres y demás
familiares del pobre Antonio Díaz, desarrollándose, en presencia del cadáver de
éste, desgarradoras escenas que arrancaban lágrimas a los que las presenciaron.
Descanse en paz el infortunado obrero y reciban sus
familiares la expresión de nuestro sentido pésame”.
Como es harto conocido, los desprendimientos continúan un
siglo después. El tramo de autovía entre Los Realejos y San Juan de la Rambla
sabe mucho de tal particular. El sendero de la playa de Los Roques, tres cuartos
de lo mismo. Me sigo preguntando qué será de lo que conocíamos como la Cueva
del Mármol, en el acantilado bajo la Romántica II, a la altura del entonces
Charco de las Lisas, hoy piscina pestilente. ¿Se habrá derrumbado? ¿Habrá algún
espeleólogo en el pueblo? Porque, a mis años, yo no pienso entrar más. Esas
aventuras juveniles pasaron a la historia. Pero lo mismo tenemos una maravilla
para explotar y nadie me hace caso. Fuerte desgracia.
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