Me apetece reproducir, por lo tanto, unas letras que un
servidor manifestó hace hoy once años en el cine de La Perdoma, reconvertido
–qué buena remodelación– a la flamante Sala Francisco Álvarez Abrante. Vamos
allá:
“No es la primera vez que tengo la oportunidad de verme en
un fregado así el día 23 de abril, el Día del Libro. Porque en el año 1993, en
la Casa Municipal de la Cultura de Los Realejos, se presentó Jugando a ser
maestro. Años después, en 1998, el 3 de octubre, vieron la luz, en una edición
casera, doméstica, estos dos chiquillos que hoy ya se visten de largo en una
edición revisada, mejorada y ampliada. Por lo pronto cuenta con otro capítulo, que siguiendo fiel a la letra
elle lleva por título De gira por El Castillo.
Para conocer a estos dos personajes, aparte de recomendar,
obviamente, la lectura del libro –qué otra cosa podría pedir yo– les remito, si
les place, al poemilla, en cuartetas, del mismo título, es decir, Pepillo y
Juanillo, y que inserté en el libro Entropía, página 95, y que presentó hace
cuatro años (20 de abril de 2006), Margarita Rodríguez Espinosa, también en la
Casa de la Cultura realejera. [Lo añado al final
como anexo al presente]. Edificio donde el amigo Rayco, por cierto,
realiza una importante labor que glosé en un artículo periodístico hace unos
años y por el que conseguí algún rapapolvo de otros empleados del ayuntamientos
–celosos, tal vez– pero que me conmovió cuando Dulce, su madre, me confesó cómo
le caían las lágrimas cada vez que lo leía. Debe ser que los viejos nos ponemos
sentimentales. Lo digo por mí. [Ahora hubiese
escrito sementales, parodiando a un amigo; perdomero, por más señas]
¿Por qué un realejero presenta este libro en La Perdoma, en
La Villa? Los logos que se hallan en la contraportada y en la invitación lo
explican perfectamente. Pudo haber sido en Los Realejos, porque Savasa es una
empresa del pueblo; porque Cándido, de Producciones OYE, no solo es realejero
sino, además, de la zona donde corrieron por las plataneras Pepillo y Juanillo;
y porque Antonio de la Cruz, en representación de Agriten, sabe, y mucho, de
esa zona de La Gorvorana. Pero Francisco Linares, cuyo ayuntamiento ha
colaborado siempre que se lo he solicitado continuamente, me señaló que la
presentación donde yo quisiera. Y yo he querido que fuera aquí. Así se lo
manifesté desde un principio a Ediciones Idea. Porque uno, por mil andanzas
anteriores, es también medio perdomero. Tanto es así que muchos de los aquí
presentes fueron testigos del ‘cachimbazo’ que me dieron el día seis del pasado
mes de marzo. Aquí mismo, en este escenario.
Dije aquel 3 de octubre de 1998, cuando estos chicos vieron
la luz: Me declaro gratamente
sorprendido, altamente satisfecho y medianamente acongojado (no de entristecer,
sino de preocupar). Y, asimismo, expresaba: Ha sido, debo decirlo, una edición atípica. En la que los únicos
ejemplares puestos a la venta son los que ustedes han visto a la entrada de
este salón de actos. Pero ello no me preocupa, al contrario, puede, quizás,
servir de acicate para futuras empresas. Eso decía. Y aquí estamos otra
vez. ¿Fue una premonición? Puede.
A la hora de los agradecimientos, destacaré algunas
casualidades. Pero permítanme que comience este capítulo por los que hoy se han
dado cita en este otrora cine perdomero: familiares, amigos de los diferentes
sectores en los que uno ha estado metido en estas primeras seis décadas de
existencia (en la docencia, en el estudio, en la política, en el folclore, en
festejos y movimientos asociativos, en el deporte…), exalumnos (hago el inciso
para destacar la importancia de estar jubilado), y el etcétera consabido, en el
que cabe incluso aquellos que me transmitieron las razones de su ausencia.
A los ilustradores, Leocadio Gómez, de las que se hallan en
cada uno de los capítulos, y a Marianella Aguirre, artífice de la portada, mi
afecto más sincero.
Un especial recuerdo al prologuista de estos relatos, Adrián
Alemán, que nos dejó el 21 de noviembre de 2008, y que supo retratar su
ambiente rural-urbano lagunero haciendo una extrapolación con las peripecias de
Pepillo y Juanillo, para hacerse eco del cambio radical de la sociedad a partir
de la década de los setenta del pasado siglo.
Acabo con la Agrupación Folclórica de Higa, a cuya directiva
impliqué cuando se prestaron sus componentes a concederme la Cachimba de Plata
y yo me empeñé en comprometerlos para que ahora ustedes se olvidaran de los
rollos que les hemos lanzado con unas perras de buena música. De la tierra. De esa en la que Pepillo y Juanillo eran unos especialistas.
Si algo se me quedó en el tintero, repróchenmelo después de
bajar de aquí. Y finalizo, señoras, señores, amigos todos, con la reiteración
de mis más expresivas gracias. Espero verlos muy pronto, si Ediciones Idea no
indica lo contrario, con un Potajito de cuentos. Hasta la próxima”.
Sala Francisco Álvarez
Abrante (La Perdoma), 23 de abril de 2010.
(finalizamos mañana)
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