martes, 6 de abril de 2021

24. Un gran parque

Hace unas cuantas décadas, cuando en los ayuntamientos no había dinero, se intentaban suplir carencias con ideas. En la actualidad, con una situación económica mucho más desahogada, existen grupos de gobierno, algunos con mayorías absolutas, que dejan en el aire muchas incógnitas. O deben aprovecharse, aun con un numerosísimo grupo de liberados y asesores, de planteamientos ajenos, porque, esa impresión da, se les han debido cortocircuitar las neuronas o la sustancia gris quedó obnubilada por los sueldos de final de mes.

Allá por los ochenta del pasado siglo, tras la inauguración de la Casa de la Cultura, se esbozó la posibilidad de “hacer algo” en su parte trasera. Incluso la alternativa de cubrir el Barranco de Godínez para establecer en aquella zona un parque o zona recreativa. Todo quedó en nada. Las arcas municipales solo contenían telas de araña y en más de una ocasión constituyó una auténtica odisea el poder abonar las nóminas del personal funcionario y laboral.

Ahora, cuando es factible llevar a cabo infraestructuras impensables en aquel entonces, se echan en falta acciones que conviertan al pueblo en algo más que asfalto y cemento. Darse una vuelta, verbigracia, por La Matanza, y comprobar cómo con un presupuesto mucho más reducido que el nuestro, con una población cuatro veces menor que la de Los Realejos, haya sido capaz de contar con un espacio El Montillo que es la admiración de cuantos lo visitan, debería causar más escozores a los dirigentes de otros municipios.

Por estos lares parece que seguimos empeñados en llevar el camino contrario. Un triste ejemplo puede ser el Bosque de La Gorvorana, que, al igual que la Casona, constituye el paradigma de la desidia y el abandono. Este –el bosque– que fuera lugar de recalada del turismo en aquellos años que comenzaba a descollar en Puerto de la Cruz, no vale ni una perra gorda. Allí no fueron a hacerse la foto los estudiantes universitarios (privados todos ellos). Hasta Gabriel, el cura, uno de sus principales valedores, fue trasladado. Lo mismo don Bernardo consideró conveniente el alejamiento. Y al señor alcalde dejó de molestarle un grano en ciertas partes.

Hace unos meses –creo que fue en un duelo– hablé unos minutos con un realejero afincado en Los Silos. Con Pedro González (Pedro Barranco) coincidimos en varias facetas, profesionales y académicas. Y como no nos cobran por pensar (al menos todavía), cuando tropezamos por ahí damos rienda suelta a ideas. Como ya uno es mayor, te confieso que no recuerdo si esta –de él– que hoy saco a colación en el blog fue publicada con anterioridad. Yo creo que no, y en caso contrario, a perdonar el chocheo.

Esa zona marcada con ese polígono estrellado de seis puntas y de color rojo (lo pude haber puesto azul, lo mismo cuela más), en la captura de pantalla que brinda Google Maps, podría (condicional) ser otro Montillo realejero. Ignoro cuál es la situación actual del planeamiento urbanístico de ese lugar. Pero no será ello inconveniente para el cambio pertinente en caso de así ser exigido. Porque Los Realejos, con un descenso poblacional importante en la última década, no necesita de más desarrollos a la caza y captura de hipotéticos habitantes. Y no se me aluda a que en tiempos de crisis regresan los que  un día emigraron en busca de trabajo, porque si ello fuera cierto, La Gomera estaría petada. Y aunque Casimiro asfalte cuantas veces sea menester, lo accesos a Erque y Erquito, sus pobladores siguen en Tenerife. O el caso de Tejiade, Gerián o Jerduñe. Pero como le votan y “disfrutan” del entierro gratis… A lo que íbamos. Necesitamos, urgentemente, más naturaleza, más aire libre, más ocio y esparcimiento.

En los tiempos de José Vicente se cometió, a mi modo de entender, un desaguisado en La Fuente (costado del poniente de la Playa de Los Roques). Bueno, el de El Horno (costado del naciente) tampoco está para echar voladores. Como contrapartida a las conejeras allí fabricadas, se nos vendió un gran parque. Que hoy contiene un acceso al sendero de la costa (¿ya está abierto?) , y bajada a la playa, cuya imagen es lastimosa. En este pueblo parece que es El Socorro el único punto que merece atención. Olvidando que el paisaje protegido de Rambla de Castro es mucho más que los palmerales y el mirador de San Pedro.

Como las (los) votantes entienden que por dos besos se deben perdonar los pecados de omisión, sigan bailando al compás de quien tiene tantos calderos que atender… y la casa sin barrer. Lo de Gordejuela, por la que ahora se preocupa el grupo popular gobernante, indecencia elevada a la enésima. Si la pandemia ha paralizado casi todo, ¿cómo es posible que siga habiendo concejales liberados cuando sus cometidos han quedado reducidos a la mínima expresión y cobrando íntegramente los generosos sueldos? ¿Y a dónde van? También es verdad. Aunque la oposición, inquiero, ¿va por los barrios dando a conocer estos hechos y sus propuestas o se limita a dos pinceladas en las redes sociales? Te lo pregunto a ti, estimado lector, porque me deben tener vetado. Con lo que le encanta a un servidor el “me gusta”.

Somos tan dados a los eslóganes que aquel “Los Realejos, Natural…mente” quedó sepultado por los cascos de los caballos (del hipódromo). Hasta “Los Realejos con el deporte” va la par que el tartán del Iván Ramallo. Mañana más.

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