martes, 18 de mayo de 2021

57. Intrahistoria de El Legado (1)

 [Que rule esta intrahistoria, que se difunda, que se conozca, que no sean cómplices los silencios]

Fue Miguel de Unamuno quien acuñó esta voz de intrahistoria. Y nos señala el DRAE: Vida tradicional, que sirve de fondo permanente a la historia cambiante y visible. Viene a ser lo que no se publica, la otra historia, aquellos aspectos que los periódicos, por ejemplo, no mencionan. Pero que constituyen, muchas veces, algo significativo. Aspectos que, por permanecer ocultos, no trascienden y no adquieren el verdadero valor que atesoran. Y de ello va el presente. Porque pienso que no puede quedar en el anonimato un hecho que honra a un amigo (sí, qué pasa), al no contribuir a empañar el programa de las Fiestas de Mayo, pero que denigra, y de qué manera, el quehacer de un cargo público.

Se presentó en la Casa Municipal de la Cultura de Los Realejos la segunda de las criaturas literarias de Juan José González. Las restricciones de aforo, de una parte, y un salto a Gran Canaria (terapia que echaba en falta para disipar, al menos en parte, el mono –síndrome de abstinencia– viajero), de otra, imposibilitaron mi presencia en el acto. Aunque también pudo ser debida a la CENSURA (así, en mayúsculas) que el grupo de gobierno de nuestro ayuntamiento ha dispuesto para con los que no comulgan con sus predicamentos y osan, como yo, discrepar de planteamientos y procederes difícilmente digeribles por un servidor. En cuestión de pareceres, ya se sabe. ¿Te quedaste patinando con lo de la censura en 2021? Tranquilo, sigue leyendo.

Tuve el placer de prologar, y más tarde presentar en el mismo recinto anteriormente aludido, la primera de las publicaciones del autor reseñado. En aquel entonces, él y Yaya León habían dado vida a El retornado, libro en el que dibujaron secuencias en un entorno de las medianías del Valle y reflejaron la cruda realidad de una etapa en que la emigración era válvula de escape. Pero hoy nos concita otro asunto. Puede que, aun salvando las distancias, tan cruel como la imperiosa necesidad de echarse a la mar en busca de algo tan simple como el sustento.

Aquellos que osamos mostrar al público inquietudes literarias, sabemos, muy de primera mano, cuán difícil es el embarazo. Imagínate, pues, el parto. Para el que debes tener preparado el ajuar pertinente –y no me refiero solo a la canastilla– por lo que te ves en la disyuntiva de recurrir a almas caritativas que te echen la mano de rigor. Una vez conseguidos los euros, con el aval previo de la editorial, procede preguntarse quién será la persona que nos escriba los párrafos que vendrán a ser la ventana por la que el lector se alongue a la obra, amén de la puerta de entrada al resto de la dependencia.

Un día del pasado mes de enero, Juan José me comunicó –deferencia a quien ya pasó por el trance– que se lo había dicho a Fidela Velázquez, exalcaldesa de San Juan de la Rambla, quien se puso manos a la obra. Le contesté, qué manía la de ‘ambos dos’, con estas tres décimas:

Yo me alegro enormemente / de que mantengas la vena, / pues si el magín no se entrena, / la neurona se resiente. / Tira pa´lante, valiente, / en pos del sueño añorado, / porque un libro es bien preciado, / merecedor de respeto; / así que a cumplir el reto: / vea la luz EL LEGADO.

El virus de la escritura / vacuna no necesita / y ojalá que no remita / en su espiral de locura. / Juan José nos asegura, / al evocar sus andanzas, / cómo las viejas usanzas / nobles improntas marcaron / y hermosa huella dejaron, / amén de buenas crianzas.

Me encanta la decisión / de que prologue Fidela, / y pueda marcar la estela / en la presente ocasión. / Quien comparte reflexión / con los sentidos relatos / de aquellos momentos gratos, / merece tales honores, / así podrán los lectores / degustar dos buenos platos.

Qué bien iba a sospechar yo que estas espinelas, en especial la segunda, se erigirían en toda una premonición. Lo de nobles improntas y buenas crianzas, derivadas, probablemente, de aquel dicho de buen porte y finos modales abren puertas principales, constituyen un buen epílogo (¿epitafio?) para signarlo en la frente de la Séptima Teniente de Alcalde y Concejala de Cultura, Patrimonio Histórico y Turismo (cuán largo me lo fiais), doña Isabel Elena Socorro González. Persona a la que siempre defendí en múltiples escritos (entradas o posts) de mis dos blogs anteriores (Pepillo y Juanillo y Desde La Corona), porque entendía –craso error y qué equivocado estaba– que se conducía de manera diferente a los dictados del manual de instrucciones de las altas esferas.

Cuando ya el autor había acordado el esquema del acto de la presentación con la funcionaria de turno, en el que, de manera natural y lógica, se estableció que Fidela pronunciara las palabras de rigor –como me correspondió a mí en el anterior– hete aquí que recibe la sorpresa siguiente: De parte de la concejala, esa señora no puede llevar a cabo tal cometido y no debe estar presente. De acudir ella, nosotros (guion as) no lo haremos. Ese nosotros (guion as) debería ser, entiendo, la representación del ayuntamiento. De nuestro ayuntamiento, no el de ellos (guion as). Solo le faltó a la concejala (maleducada y grosera, aparte de fiel representante de lo más carca y retrógrado que en la gestión política actual pueda darse, y sin dar la cara, sino escudándose en la funcionaria; imagínate los sudores de la pobre) acudir a la emisora municipal para dar la buena nueva en determinada franja horaria para general satisfacción y regodeo del as de los vilipendios.

(finalizaremos mañana)

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