Fue Miguel de Unamuno quien acuñó esta voz de intrahistoria.
Y nos señala el DRAE: Vida tradicional, que sirve de fondo permanente a la
historia cambiante y visible. Viene a ser lo que no se publica, la otra
historia, aquellos aspectos que los periódicos, por ejemplo, no mencionan. Pero
que constituyen, muchas veces, algo significativo. Aspectos que, por permanecer
ocultos, no trascienden y no adquieren el verdadero valor que atesoran. Y de
ello va el presente. Porque pienso que no puede quedar en el anonimato un hecho
que honra a un amigo (sí, qué pasa), al no contribuir a empañar el programa de
las Fiestas de Mayo, pero que denigra, y de qué manera, el quehacer de un cargo
público.
Se presentó en la Casa Municipal de la Cultura de Los
Realejos la segunda de las criaturas literarias de Juan José González. Las
restricciones de aforo, de una parte, y un salto a Gran Canaria (terapia que
echaba en falta para disipar, al menos en parte, el mono –síndrome de
abstinencia– viajero), de otra, imposibilitaron mi presencia en el acto. Aunque
también pudo ser debida a la CENSURA (así, en mayúsculas) que el grupo de
gobierno de nuestro ayuntamiento ha dispuesto para con los que no comulgan con
sus predicamentos y osan, como yo, discrepar de planteamientos y procederes
difícilmente digeribles por un servidor. En cuestión de pareceres, ya se sabe.
¿Te quedaste patinando con lo de la censura en 2021? Tranquilo, sigue leyendo.
Tuve el placer de prologar, y más tarde presentar en el
mismo recinto anteriormente aludido, la primera de las publicaciones del autor
reseñado. En aquel entonces, él y Yaya León habían dado vida a El retornado, libro
en el que dibujaron secuencias en un entorno de las medianías del Valle y
reflejaron la cruda realidad de una etapa en que la emigración era válvula de
escape. Pero hoy nos concita otro asunto. Puede que, aun salvando las
distancias, tan cruel como la imperiosa necesidad de echarse a la mar en busca
de algo tan simple como el sustento.
Aquellos que osamos mostrar al público inquietudes
literarias, sabemos, muy de primera mano, cuán difícil es el embarazo. Imagínate,
pues, el parto. Para el que debes tener preparado el ajuar pertinente –y no me
refiero solo a la canastilla– por lo que te ves en la disyuntiva de recurrir a
almas caritativas que te echen la mano de rigor. Una vez conseguidos los euros,
con el aval previo de la editorial, procede preguntarse quién será la persona
que nos escriba los párrafos que vendrán a ser la ventana por la que el lector
se alongue a la obra, amén de la puerta de entrada al resto de la dependencia.
Un día del pasado mes de enero, Juan José me comunicó
–deferencia a quien ya pasó por el trance– que se lo había dicho a Fidela
Velázquez, exalcaldesa de San Juan de la Rambla, quien se puso manos a la obra.
Le contesté, qué manía la de ‘ambos dos’, con estas tres décimas:
Yo me alegro enormemente / de que mantengas la vena, / pues
si el magín no se entrena, / la neurona se resiente. / Tira pa´lante, valiente,
/ en pos del sueño añorado, / porque un libro es bien preciado, / merecedor de
respeto; / así que a cumplir el reto: / vea la luz EL LEGADO.
El virus de la escritura / vacuna no necesita / y ojalá que
no remita / en su espiral de locura. / Juan José nos asegura, / al evocar sus
andanzas, / cómo las viejas usanzas / nobles improntas marcaron / y hermosa
huella dejaron, / amén de buenas crianzas.
Me encanta la decisión / de que prologue Fidela, / y pueda
marcar la estela / en la presente ocasión. / Quien comparte reflexión / con los
sentidos relatos / de aquellos momentos gratos, / merece tales honores, / así
podrán los lectores / degustar dos buenos platos.
Qué bien iba a sospechar yo que estas espinelas, en especial
la segunda, se erigirían en toda una premonición. Lo de nobles improntas y
buenas crianzas, derivadas, probablemente, de aquel dicho de buen porte y finos
modales abren puertas principales, constituyen un buen epílogo (¿epitafio?)
para signarlo en la frente de la Séptima Teniente de Alcalde y Concejala de
Cultura, Patrimonio Histórico y Turismo (cuán largo me lo fiais), doña Isabel
Elena Socorro González. Persona a la que siempre defendí en múltiples escritos
(entradas o posts) de mis dos blogs
anteriores (Pepillo y Juanillo y Desde La Corona), porque entendía –craso error
y qué equivocado estaba– que se conducía de manera diferente a los dictados del
manual de instrucciones de las altas esferas.
Cuando ya el autor había acordado el esquema del acto de la
presentación con la funcionaria de turno, en el que, de manera natural y
lógica, se estableció que Fidela pronunciara las palabras de rigor –como me
correspondió a mí en el anterior– hete aquí que recibe la sorpresa siguiente:
De parte de la concejala, esa señora no puede llevar a cabo tal cometido y no
debe estar presente. De acudir ella, nosotros (guion as) no lo haremos. Ese nosotros (guion as) debería ser, entiendo, la representación del
ayuntamiento. De nuestro ayuntamiento, no el de ellos (guion as). Solo le faltó
a la concejala (maleducada y grosera, aparte de fiel representante de lo más
carca y retrógrado que en la gestión política actual pueda darse, y sin dar la
cara, sino escudándose en la funcionaria; imagínate los sudores de la pobre)
acudir a la emisora municipal para dar la buena nueva en determinada franja
horaria para general satisfacción y regodeo del as de los vilipendios.
(finalizaremos mañana)
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