martes, 20 de abril de 2021

36. Previsiones

Vamos al diccionario. Previsión: Acción y efecto de prever. Que no preveer, como en muchos medios de comunicación audiovisuales se escapa de cuando en vez. Y prever: a) Ver con anticipación. b) Conocer, conjeturar por algunas señales o indicios lo que ha de suceder. c) Disponer o preparar medios contra futuras contingencias.

Aclarado lo cual –no vaya a ocurrirnos lo que al folleto del Cabildo de Tenerife, el del error humano que se publicó por error; sí, échame a mí la culpa–, y como te estarás preguntando el porqué de la foto con Ángel Víctor y Yaiza Castilla, entremos en el meollo y diseccionemos, o séase, analicemos:

Sostiene el señor presidente de la autonomía canaria que estaremos a final de año entre el 70% y 80% de la previsión económica para este 2021. A saber, si teníamos un barrunto (que suelen hacerse a medio plazo) para este ejercicio económico en el supuesto de que el virus no hubiese hecho acto de presencia, ahora, con el bicho en su apogeo, volvemos a conjeturar que si alcanzamos el 70% de vacunados en el verano (¿principio, durante o final?), es posible, hay indicios o señales, se presume que en el último trimestre del año no quepan los turistas en estas peñas atlánticas. Porque si a pesar de la que está cayendo, se logra ese porcentaje tan elevado, habría que desechar la propuesta de los expresidentes Paulino y Jerónimo en su apreciación de que hay que ‘resetear’ Canarias. Y como aún la RAE no recoge ese derivado del inglés reset, se convendrá que deberemos recurrir a reponer o reiniciar.

Por lo que, me temo muy mucho, no van los tiros en la dirección, tantas veces glosada, de diversificar la economía, sino que, en definitiva, más de lo mismo. Seguiremos dependiendo del turismo e importando papas, millo, carne y ese largo etcétera en el que tú englobarás todo aquello que ahora mismo estás pensando. Y si me apuras un poco, hasta bananas, porque al plátano, al paso que vamos, le pasará lo que a la cochinilla, caña de azúcar y viñas de buen ver (y mejor beber).

¿Hasta cuándo? Tranquilos que cualquier otro virus nos volverá a jugar una mala pasada y begin to begin. Con las rentabilidades a corto plazo, sin políticos que planteen programas de largo recorrido y que tanto echamos de menos, es decir, planificaciones que marquen los derroteros de Canarias en las próximas décadas, se impone la inmediatez. Porque es lo que resulta rentable electoralmente. La visión de un archipiélago en un futuro que no mire el horizonte de mayo del 23, parece no estar en programa alguno. Y si por un casual se presenta cualquier bosquejo de la autonomía del 2050 para adelante, por ejemplo, transcurrido ese plazo: rien de rien. Cuando lleguemos, acuérdate y volvemos a charlar un fisco.

Ni cambios climáticos ni calentamientos globales. El día a día. A escapar y poco más. Se nos llena la boca de transiciones ecológicas y seguimos quemando combustibles a tutiplén. El viento y el sol, entre otras posibles energías alternativas, siguen siendo, para nuestra desgracia, entelequias, pues esa introducción a paso de tortuga no augura mayores esperanzas.

¿Qué solución nos queda? Lanzar al aire expectativas de que los guiris nos saquen del atolladero. Porque, esa impresión da, nos hemos vuelto tan acomodaticios que las ideas se obnubilaron. Y cuando nos vienen mal rodadas, a esperar sentados que nos saquen las castañas del fuego mediante ayudas. Por consiguiente, la dependencia es total. En todos los sentidos.

En suma, voy a dar tiempo para que el Imserso abra la veda y en junio, lo más tardar, ya estaremos viajando rumbo a Mallorca (la patronal así lo reclama) y que la ministra del ramo se ponga las pilas para que en septiembre la caza mayor (resto de destinos) quede, asimismo, expedita. Únase este expediente con los emitidos por Castilla y cuando cerremos este 2021 y nos zampemos las doce uvas, seguiremos bailando hasta las tantas de la madrugada (año 2022), ya que los millones de turistas esparcidos por plazas y rincones de estas perlas atlánticas seguirán aflojando euros y brindando con espumosos de prestigio. De fondo, Los Sabandeños interpretarán su pasodoble y yo, embelesado, no daré crédito a lo que mis ojos vislumbran, por lo que me quitaré el sombrero, iré al ordenador y me cargaré el disco duro a martillazos. Despertaré a mi mujer, subiremos a la azotea y bajo la tenue luz de la luna (para coadyuvar a la campaña anticontaminante), bailaremos hasta que nos sorprenda el amanecer. En el ínterin, para colaborar en ese resurgir económico, habremos lanzado, dentro de nuestras modestas posibilidades, unos fueguitos de los Toste. Seguro que alguien, con el bicho ya desaparecido, me felicitará efusivamente. The end.

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