La carretera de San Felipe, reconstruida pocos años ha, fue
en unos 2 kilómetros arrastrada por completo.
Las casas próximas a este barranco (el de San Felipe) fueron
todas abandonadas por sus moradores. Estos corrían despavoridos por temor a ser
arrastrados por las aguas. Hubo muchas personas que, por estar acostados,
cuando se dieron cuenta de su situación huia en trajes menores.
Poco faltó ─gracias
a un pequeño dique y más aún a haberse dividido la corriente en dos vías─ para que las aguas se
introdujeran en el Cementerio Católico y arrastraran con él.
La consternación era grande. Horripilaba oír el ruido que
producía el vertiginoso correr de las aguas por los barrancos.
La alarma del vecindario fue indescriptible al anunciarse
que parte de la población amenazaba ser inundada por distintos sitios. Casi
todos los hogares de la parte Oeste del pueblo y barrio de las Cabezas fueron
abandonados, lo que dio lugar a que innumerables personas se congregaran en el
edificio del Ayuntamiento. Y la cosa no era para menos: el horrible viento, la
lluvia y el correr de los barrancos, la población a obscuras, pues hubo que
suspender el fluido, eléctrico por haberse roto varios cables y haber cruces
con los telefónicos, parecía que efectivamente, como se anunciaba, el agua
principiaba a invadir la localidad, produciéndose con tales augurios gran
clamor. La inundación no llegó a verificarte, a Dios gracias.
Los sustos, desmayos y carreras eran cosa corriente por
cualquier lado.
Pero cuando el desconcierto llegó a su apogeo fué a la
descarga de la tormenta. Los desperfectos son numerosos: en el Thermal Palace
las habitaciones traseras destruidas y arrojadas a distancia, grandes árboles
arrancados de cuajo (en la Plaza de la Constitución, paseo de Martiánez y carreteras),
terrenos de plataneras y otros plantíos destrozados.
Muchas son las casas en que fueron desprendidos en parte o
en todo el tejado, quedando desmanteladas. Aun en las de tejas francesa.
Telefónicamente quedó incomunicada la población. Dos días
hemos estado sin alumbrado público.
En las afueras hubo casas en que sus moradores tuvieron
hasta que resguardarse debajo de las camas, pues el viento había levantado los
tejados.
En el Jardín Botánico las plantas sufrieron lastimosos
desperfectos, dando por este motivo una impresión triste aquel lugar tan
delicioso.
El Gran Hotel Taoro también tuvo destrozos en tabiques
derrumbados y las carreteras, por el gran número de árboles derribados,
quedaron intransitables hasta el día 5.
A las 11 y media, ya habla amainado el temporal; y, no
obstante, infinidad de familias, de las cuales se había apoderado un pánico
inmenso, no regresaron a sus hogares hasta las primeras horas del día 4, ante
el temor de que se reprodujera la tormenta.
Las autoridades se personaron en los lugares de accidentes.
La Cruz Roja prestó un buen servicio, por lo que sus jefes y los muchachos
merecen aplausos. (Lástima grande que reconociendo todos los excelentes
servicios que presta tan humanitaria institución no se le ayude como debe a su comisión
local, ya que todos sus trabajos, en estos tiempos de individualismo, son por
amor al prójimo, o quizás por el deber cumplido. Algo más que la
indiferencia merecen estos abnegados
muchachos.)
Afortunadamente no hubo desgracias personales.
Esto es a grandes rasgos (aunque mal trazados) reseña de una
noche de incertidumbre, con motivo de la tempestad del 3 de Enero, noche que
recordarán por muchos años los habitantes del Puerto de la Cruz, por lo pródiga
en accidentes, ora cómicos, ora trágicos.
Por haber estado varios días, como lo estamos hasta hoy,
incomunicados telegráficamente con esa Capital me ha sido imposible informar
con más prontitud”.
De San Juan de la Rambla. Urge el remedio.
“Este pueblo, que, durante los tres años de guerra, ha
venido arrastrando una vida lánguida, hoy se encuentra a las puertas del
sepulcro.
El viento huracanado que en la noche del 3 se dejó sentir
causó los mayores estragos: todos los sembrados quedaron arrasados; la
esperanza que se tenia en la próxima cosecha de patatas ha quedado defraudada;
muchas casas han quedado desmanteladas y sus dueños en la mayor miseria;
desapareciendo por completo el único sostén que han tenido los pobres durante
estos calamitosos tiempos, como son los sembrados de plataneras; así es que el
problema de las subsistencia se presenta con los colores más negros que puede
pintarse; urge pues el remedio y ese no es otro sino que todos los políticos,
la Prensa de todos los colores y los diputados pidan al Gobierno que, ya que no
mandan dinero para repartir en los pueblos, por lo menos, dejen a los
municipios libres para que durante este año no tengan que contribuir con las
cargas que sobre ellos pesan, y así los ciudadanos puedan respirar y atender,
con los impuestos que tienen que pagar, al sostenimiento de sus familias.
Esta es la ocasión, señores políticos, de visitar los
pueblos, ver los estragos del temporal y prometer a los alcaldes vuestro
decidido apoyo; acordaos de lo que hacéis en vísperas de elecciones”.
En La Victoria
“Los temporales reinantes ultimamente en la isla han
ocasionado también en la Villa de la Victoria daños de bastante consideración e
importancia tanto en las casas como en la cosecha, calles, caminos y arbolados
de los paseos y del Monte público.
Debido también a los citados temporales han desaparecido
arrastrados por las aguas que corrían caudalosamente, lo mismo por los
barrancos que por los caminos gran número de animales de diferentes especies.
Afortunadamente no han habido que lamentar en la citada
Villa desgracias personales”.
(finalizamos mañana)