lunes, 22 de noviembre de 2021

181. Día Mundial del Retrete

Puede que nos estemos pasando no un par de pueblos sino toda una urbe completa. Con el modismo de los Días Mundiales, a este paso nos van a faltar días en el almanaque. No, mejor, creo que ya hemos alcanzado ese límite. Porque los medios de comunicación nos traen, a veces, la buena nueva de que se celebran dos (o más) en una misma jornada de 24 horas.

Yo entiendo que en este planeta nos iría mejor, giraría más plácidamente, si no tuviésemos necesidad alguna de recurrir a celebraciones de tal guisa. Porque cuando ello se lleva a cabo, pienso con desasosiego, que en mucho debemos estar fallando. El recordatorio siempre es muestra inequívoca de que los cauces de la normalidad se desbordan. Cuando nos deben indicar, con mayor o menor parafernalia, que existen desigualdades, que no todos somos vistos bajo el mismo rasero, que ante un trabajo idéntico se perciben salarios dispares, que no se miden las valías en función de capacidades sino de factores ajenos a la casuística de rigor y ese amplísimo etcétera que pone sobre el tapete los ruidos sociales, malo; o peor.

Si hace unos días pude leer que se acometerán obras de saneamiento  en determinado sector de este municipio –cuando uno pensaba que al tratarse de una zona residencial consolidada desde años atrás, ya debería tener superada la evacuación de aguas residuales– me tiro de los cuatro pelos que aún aguantan potingues, champús y fregados, pues no quiero imaginarme cuánto se verterá aún al subsuelo. O directamente al mar. O a los ríos, donde los haya.

Me parece correcto que se luche denodadamente para mejorar estos aspectos y superar esa crisis mundial del saneamiento. Pues, de lo contrario, acabaremos viviendo en un mundo de mierda. Y a perdonar la espontaneidad. Pero, esa impresión tengo, si damos por satisfactoria la iniciativa de inventar un Día Mundial del Retrete –que fue este pasado día 19 y pasó más desapercibido que el eclipse de luna– y pretender que se ha zanjado el particular o ya hemos despertado conciencias, me da que falta demasiado trayecto por recorrer en la penosa travesía.

Para años venideros, o futuras ediciones, propongo celebrar el Día Mundial de la Defecación. Que tendría mucha más razón de ser. Puesto que no solo celebraríamos el satisfactorio acto de relajar al cuerpo de sustancias nocivas y peligrosas (esa sensación de alivio constituye uno de los mayores y placenteros momentos de la existencia), sino que podría aprovecharse la coyuntura para recordar a los dirigentes políticos que ya está bien de meter la pata, de ejecutar iniciativas que rompen todos los esquemas de la lógica más elemental. Vamos, de que la cagan con harta frecuencia. Y a perdonar por segunda vez.

Desde el pasado viernes vengo dándole vueltas a la cabeza cada vez que me he tenido que sentar en ese artilugio con el que ilustro el presente post. Y como ya uno tiene sus años, echo la vista atrás, a cuando vivíamos en La Gorvorana, y eran más las ocasiones en que eso servía de abono directo a la platanera, que a las que se recurría al vertido en aquel improvisado retrete. Así que como me hallo en condiciones de comprender las vicisitudes actuales de muchos pueblos que todavía nadan en la miseria, solo me restaría hacer un llamado para que esas Cumbres Mundiales concluyan en algo más que los penosos comunicados, tan vacíos como las seseras de los ilustres personajes que acomodan sus posaderas en mullidos sillones.

Dejémonos de Días y emprendamos tareas serias y responsables. De lo contrario, que alguno de los loquetas (persona alocada e irresponsable) que se halle al frente de las que se dicen potencias mundiales, apriete el botón rojo de una puñetera vez y acabe con tanta incertidumbre. A partir de ese momento viviremos todos en paz y sin necesidad de estar estrujándonos los sesos para habilitar huecos donde ubicar el Día Mundial del Ascenso en Globo, de la Croqueta, del Croissant, del Soltero, del Hipopótamo, del Pistacho, del Gorrión o de la Hamburguesa. O del Retrete.

A perdonar la poquedad, pero tengo que ir al escusado. Hasta mañana.

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