Estoy convencido de que aspirantes a ostentar dicho cargo
existen en la Villa de Viera con méritos más que suficientes y con la debida
preparación para responder a las tareas que conlleva, y que luego se
detallarán. ¿Por qué resultó fallido este primer intento, esta primera
convocatoria? ¿No se le dio la debida información a la ciudadanía a través de
los diversos canales de los que el propio alcalde se vale para sus reiteradas
campañas de promoción política y autobombo? No sé, algo me falla. Sí que he
tenido la oportunidad de intercambiar algunas palabras con gentes del municipio
que bien podrían encajar en el perfil demandado y no palpo entusiasmo desmedido
por dar un paso al frente.
Pueden pensar ustedes que me gusta darle la vuelta a la
tortilla –no lo niego, es más, tienen toda la razón– pero dado que me lo tomo
en formato obligación como periodista aficionado, seguí leyendo la nota de
prensa del ayuntamiento y:
“El citado título honorífico, sin
derecho a percepción de retribución económica, tiene carácter vitalicio,
pudiendo cesar por decisión propia o, en caso de incumplimiento de sus
obligaciones, o por la realización de cualesquiera actos que fueran en contra
de los intereses generales o de la imagen del municipio, mediante acuerdo del
Ayuntamiento pleno”.
Tal cual, aunque he destacado en negrita lo que yo entiendo como el meollo
de la cuestión. Porque, salvo que el susodicho cronista esté felizmente
jubilado y decida, motu proprio (sin la preposición de, que ya está bien),
consagrarse a nobles causas para matar el tiempo y cultivarse un fisco
entreteniendo la mente, ¿qué ciudadano en su sano juicio se va a dedicar a las
tareas, que después se especifican, por amor al arte y observando que cualquier
concejal, con mayor o menor voluntad de servicio, pero con carencias más que
evidentes, cobra un buen pastón a final de cada mes, sin retrasos ni mermas?
Ya sé que me van a hablar del honor y prestigio que el título conlleva. De
que ocupará lugar preferente en los actos oficiales y se codeará con la beautiful people. Que llevará chaqueta y
corbata (que se deberá costear) y le impondrán medallas y condecoraciones. Vale.
¿Y por qué resultó fallido el primer intento?
Vamos con las tareas que deberá asumir el cronista oficial. En el texto al
que vengo haciendo referencia se indica que destacan:
“Emitir su opinión y consultas sobre temas relacionados con la historia del
municipio o aquellos que la corporación, por la Alcaldía Presidencia, estime
oportuno someter a su consideración.
Redactar una memoria anual que se denominará ‘Crónica de Los Realejos’, que
recoja los principales acontecimientos sociales, culturales, políticos y de todo
tipo relacionados con la ciudad.
Conservar para el futuro recuerdos del pasado municipal, ya sea en su forma
documental, tradiciones, costumbres, etc.
Conservar para el futuro todo lo que, ocurriendo en la actualidad, pueda
tener interés para generaciones futuras”.
Si las señaladas son las que destacan, entiendo que deba
existir alguna más. Pues me da que va a tener que dedicarle muchas horas. Porque
si a la Alcaldía-Presidencia se le cruzan los cables y comienza a pedir por su
boquita todo aquello que estime oportuno (mientras sus asesores se echan el
cortado en la cafetería Gabana) y que le pueda servir de ayuda para sus
campañas de imagen, manda Trillos, que diría un huevo.
Espero y deseo, no obstante, que de haber una segunda
convocatoria se pueda alcanzar un final feliz. Dejo, sin embargo, en el aire
viejos amagos (con firmas de petición y propuesta con nombre y apellidos) no
sea que me introduzca en terrenos resbaladizos. Y ya puestos en los espacios
etéreos de la suposición, lo mismo está esperando el señor Domínguez a que pasen
unas décadas más para que el cronista oficial se vea en la obligación de
reconocer en su ‘Crónica de Los Realejos’ que a él, y solo a él, se debe… todo.
Faltaría más.
Nada que reprochar
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