“Después cinco días lluvias incesantes, desatóse anoche
furioso vendaval causando desperfectos edificios y daños propiedades,
arrancando árboles.
Hasta ahora ignorase haya ocurrido desgracias personales.
Estamos incomunicados Capital por advenidos barrancos,
hallándose detenida correspondencia en Arico.
Ruego V.E. ordénese cartero dicha villa despache
seguidamente peatón dirección esta localidad, hará evitar mayores perjuicios.
Salúdale respetuosamente”.
El Delegado del Gobierno en La Gomera telegrafía al
Gobernador Civil:
"Ampliando mi telegrama día dos actual participándole
que actuales temporales de viento y lluvia arruinan esta localidad, manifiestole
día de ayer entre diez y ocho y veinte fué importantísimo, nunca conocido en
esta isla, de continuar una hora más sería ruina completa.
Fuertísimo viento sur levantó gran número de tejados entre
ellos el del cuartel del batallón de esta guarnición.
Todos los terrenos colindantes con barrancos quedaron arrasados.
Muchos tabiques interiores de viviendas fueron derrumbados
por la humedad y viento entre ellos uno del edificio telégrafos, destrozando
cuantos muebles alcanzó quedando mayor parte vecinos en situación angustiosa,
no ocurriendo desgracias personales.
Las pérdidas son grandísimas.
Del interior ignoro novedad llevando cuatro días
incomunicados.
Hoy amaneció sin viento y con tendencia a mejorar tiempo.
Lo que pongo en su superior conocimiento a fin de que se
digne trasmitirlo al Excmo. Ministro Gobernación para que envíe socorros y se
pueda damnificar a esta localidad de las pérdidas ocasionadas”.
Con lo de damnificar cabe preguntarse: ¿Aún más?
Y del diario republicano El Progreso, página 2, y correspondiente, asimismo, al día que
venimos reseñando (7 de enero de 1918), más reseñas informativas de otros
lugares:
“En La Laguna.
El jueves por la noche, después de haber estado lloviendo
torrencialmente durante todo el día, se desató un viento huracanado del sur,
acompañado de copiosos aguaceros, que ocasionó grandes destrozos.
El viento levantó las tejas en muchos edificios, lanzándolas
a considerable distancia. Puede decirse que no quedó una casa en la cual no
penetrara el agua, inundando las habitaciones.
Los moradores de varias de ellas tuvieron que acogerse en
las casas de los vecinos.
A eso de las nueve y media amainó el temporal. El tiempo se
volvió del norte y ya los ventarrones y los aguaceros disminuyeron.
Los destrozos en el arbolado han sido grandes.
En la carretera de Tejina yacian en tierra unos nueve o diez
ejemplares hermosos de eucaliptos. Uno de ellos, en la esquina de la calle de
Juan de Vera, cayó sobre la ermita de la Cruz, cuyo muro a la carretera quedó
destrozado. Milagrosamente no causó víctimas, pues junto a la ermita hay otra
casa que está habitada.
En el Paseo de la Universidad también sufrió muchos daños la
arboleda e igualmente la de la plaza de San Francisco y Tanque grande.
Los destrozos no fueron menores en los jardines de la plaza
del Adelantado y de la Catedral, en los que quedaron arrancados por el viento
varios arbolitos.
En la carretera de Tacoronte se cayeron también más de 50
árboles corpulentos, no ocurriendo accidentes desgraciados por verdadera
casualidad, pues algunos carruajes quedaron en la carretera entre árboles o
gajos desprendidos a su paso.
A un automóvil que venia del Norte, y en el que viajaba un
estimado señor de La Laguna con una hija y varios niños, le ocurrió esto en los
Rodeos, teniendo que pasar un verdadero calvario para llegar, por entre agua y
lodo, a una casucha donde se refugiaron y pasaron la noche en unión de treinta
personas que se acogieron también al abrigo de dicha casa.
Algunas casas han quedado derruidas.
Sabemos de una en los Rodeos, propiedad de D. Antonio G.
Baulén; otra de D. Eugenio Machado cerca del Pozo Cabildo, de la que se vino al
suelo un muro. Una pared se derrumbó también en la casa de D. Juan Yanes, en la
calle del Consistorio.
En las inmediaciones de San Francisco, un colgadizo de D.
Genaro Ramallo. En la calle del Agua, donde se cayeron varios gajos del pino
que está en la huerta del Sr. Cedrés, se derrumbó un muro
Algunas paredes de la casa en que estuvo establecida la
Granja Avícola, de la parte de la finca, cerca de San Lázaro, se vinieron al
suelo.
Los barrancos que cruzan por la ciudad han llevado estos
dias un caudal de agua considerable.
Se observó que las aguas que discurrían por el de San Juan
arrastraban calabazas, coles y otros efectos, arrancados indudablemente de la
huerta durante la fuerza del temporal”.
Vuelve a repetirse lo del calvario que debió sufrir el
estimado señor de La Laguna y el refugio en la casucha. Pues menos mal que la
encontró, junto con otras treinta personas. Dentro de la desgracia, al menos pudieron
charlar. O rezar.
(continuamos mañana)
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