Oye, y si se tratase, única y exclusivamente, de un puesto
en el organigrama del Partido. Menos. Me expulsarían a la semana siguiente.
Sería conveniente de que algún compañero de las primeras corporaciones (pongamos
que las de 1979 y 1983) relatara de pe a pa a ciertos señoritingos de ahora
mismo cómo se consagraba a nobles causas a cambio de poner de su bolsillo… ¿Y
el tiempo dedicado a…? Te dije antes que ya está. Pues ya está.
Sí tuvieras ahora 20 años, ¿qué harías?, me preguntan. Como
no conozco a nadie que haya sido capaz de poner la marcha atrás en el proceso
vital, considero una pérdida de tiempo, amén de una petulancia fuera de lugar,
el divagar acerca de tal consideración. Lo vivido se encuentra en cada arruga
de la piel y en las hebras que abundan en la visión. Comenzaron en el ojo
izquierdo (¿crisis política?) y ahora campan a sus anchas en ambos. Me quedo
con mis 72 larguísimos (cumpleaños a la vuelta de la esquina) y solo soy capaz
de cantar como Karina: echar la vista atrás es bueno a veces… Siquiera para no
meter la pata en el mismo hoyo anterior. O coger idéntico bache a la semana
pasada si voy con el coche.
Si volvieras al colegio, ¿qué harías?, me preguntan. Nada,
porque ello no es posible. Ser docente jubilado tiene indudables ventajas. El
tiempo disponible para prepararte es infinitamente superior al que disfrutabas
en tu época de activo, escaso por la excesiva carga burocrática a la que te
hallabas sometido. Y compaginar, fue mi caso en varias ocasiones, un cargo
directivo con impartir clases, muy problemático. Cualquier tiempo pasado fue…
diferente. ¿Arrepentirme? Jamás. ¿Satisfacciones? Muchas. Se colman cuando un
exalumno (verbigracia los de la foto) te saludan con un efusivo don Jesús.
¿Miedo? No, respeto. Recíproco. Ahora, desde que se pasó a ser colegas,
crecieron las confianzas y tropezamos con Emilio Calatayud predicando en otro
desierto. Que deje el mío a buen recaudo. Añadan el que los padres ya no lo
son, sino que han devenido en compis
de toda la vida…
Si te sacaras la Primitiva, ¿qué harías? Eso sí lo tengo
planificado. Por una sencilla y simple razón: está al caer. ¿Tapar huecos?
¿Repartir con la familia? ¿Viajar? ¿Dar rienda suelta a varios caprichos
confesables o no? ¿Abandonar el blog y comenzar a ganarme amigos? ¿Sacar a la
luz varios trabajos que duermen en la gaveta de objetos casi perdidos?
Sí, tú ríete y cuando llegue el día (aún no previsto, pero
llegará) te pondrás a la cola formada por todos aquellos que pasarán a pedirme
amistad (no virtual, sino en vivo y en directo) y a pasarme la mano por el lomo
a ver si cae algo. Y ahí pienso mostrarme inflexible (rígido, severo,
intolerante, tieso como un garrote). Como los encorbatados de los bancos que serán
citados un día de lluvia y no pienso salir a dejarles un paraguas.
Como la casa es relativamente nueva y no presenta todavía
demasiados desconchados, más que tapar huecos procede acometer algunas
reformas, porque con el paso del tiempo uno se da cuenta de lo que pudo haber
hecho y no cuadró de entrada.
Cuánto placer produce el viajar e ir descubriendo bellezas de
toda índole por esos mundos de pa´ fuera. Ahí sí me van a encontrar. Y
generosidad familiar, también. ¿Cómo? Claro, yo soy el único que sueña
despierto.
Y concluyo con un soplo, que no rumor. Fuentes dignas de
todo crédito –se dice así, ¿no?– me indican que la entrada de ayer fue leída
por un alto representante del staff
socialista, quien ha considerado oportuno que en el próximo Congreso se hable
más de política, de militancia, de afiliación y de intentar parar la sangría de
miembros en la congregación. Me ha dado la razón en que no es normal que la inmensa
mayoría de compromisarios sean cargos públicos. Es como si convocáramos una
reunión en una comunidad de vecinos de un edificio y acudieran solamente los de
los pisos altos y no los que viven a ras de calle. Menos mal que lo entendió.
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