No fue ajeno a toda esa parafernalia el 14º Congreso del
PSOE en Canarias. La figura de Ángel Víctor se ha visto afianzada tras el pacto
de gobierno regional. Máxime cuando ha debido capear con tantos temporales que,
a este paso, se va a quedar con menos pelo que yo. Pero ha demostrado una
fortaleza digna de encomio.
Desde la comodidad del sillón ante el ordenador me percato
de que la mayoría de compromisarios no dejan pasar la ocasión para inmortalizar
el momento dulce. Valga como botón la que ‘robo’ del perfil (¿o debo escribir
muro?) del Partido. Porque no es solo que sean públicas, sino que también deben
corresponderme, pues el pago de las cuotas está al día. Y así, de paso, aclaro
dudas al respecto. Es que siempre está el enterado de turno que hace cábalas
acerca de mi situación actual. O que va a cuestionar el porqué utilizo esta
instantánea y no otra. Pues que me denuncien. O me expulsen y pasaría a engrosar
la lista de viejas glorias en el ostracismo.
No voy a cansarles con textos de ponencias ni con nombres de
los órganos de dirección. Como uno ya está viejo para aspiraciones, sí que me
gustaría señalar a más de un encumbrado que décadas atrás fui miembro del
comité regional y me di de baja cuando me nombraron alcalde de mi pueblo y creí
que mi obligación, al cien por cien, era la de dedicarme al compromiso
adquirido. Y tantas fueron –como lo siguieron siendo en años posteriores– las
apetencias, que una vez concluido el mandato 1983-1987 regresé al colegio de La
Longuera. Como la mayoría de compañeros que no sufrieron trauma alguno al dejar
el cargo público y volver al curro de siempre.
En la actualidad, y entiendo que desgraciadamente, los
movimientos no van por esa senda del ayer. Prima, en más de las ocasiones que
debieran ser necesarias, justas y equilibradas, el quéhaydelomío, mientras que olvidamos el aspecto esencial de la
dedicación política: el servicio público. Es el sector que denomino de la
expectativa de destino. Conformado por individuos que viven y se desviven por
medrar sin mayores sacrificios que los de estar al acecho y en el lugar y
momento oportunos para subirse al carro.
Me encantaría que alguien me explicara, y sacara de la
incertidumbre, que si se ha tratado en cualquier momento congresual el cómo
abordar la triste y lamentable situación de aquellas agrupaciones locales,
fundamentalmente la de los pueblos donde no se gobierna en el ayuntamiento. Y
de si sería menester realizar campañas ciudadanas que lleven a los hogares esas
otras formas de hacer política de la que hacemos gala de puertas adentro y que
nos conducen a lemas como el de CanariasAvanza.
Ahora seguirán, me imagino, los congresos insulares. Y luego
deberá corresponderle el turno a lo más cercano. Donde se encuentra, a mi
modesto modo de entender, el quid de la cuestión, el meollo, el intríngulis. Y
el problema de un partido que ha ido olvidando un hecho fundamental: que un edificio
se construye desde abajo, desde los cimientos, desde las bases. Porque Pedro
Sánchez y Ángel Víctor Torres, por mucho que se muevan, no podrán desfacer los
entuertos más domésticos.
A la dirigencia de la agrupación realejera se le siguen escapando
las oportunidades. Ha dejado al grupo municipal más solo que la una en la
Avenida de Canarias. De su quehacer, cuatro pinceladas en eso de la Internet y
poco más. Tanto trabajo y sacrificios sin límite para que cada barrio tuviese
un local social y ahora tropezamos con estupendos edificios e instalaciones
infrautilizadas. Hubo al menos dos intentos para reconciliar posturas con
aquellos que abandonaron la nave por las razones que fuese y diera la impresión
de que la reincorporación podía acarrear estrecheces en un espacio en el que
corre el aire a puñados. Vamos, que ni el virus de la Covid se propaga.
Quisiera no pecar de pesimista y pensar que aún es posible
ese equipo que pueda volver a ilusionar a un pueblo cada día más desencantado
con el andar de la perrita popular, pero que vende como verdaderos logros los
más nimios asuntos a través de campañas publicitarias escandalosas. Mientras,
el PSOE languidece y se resigna. Que uno de los que, siquiera de vez en cuando,
se acerca a La Cascabela me defina la situación con un expresivo “cuatro
machangos”, no es para lanzar campanas al vuelo. Que otro destacado dirigente
vecinal se lamente, cada vez que nos vemos, de que siguen sin darle la
oportunidad de poder expresarse tras haberle quitado la palabra –me espeta con
desencanto y nostalgia– en cierta ocasión, no es para congratularse
precisamente.
Hemos perdido el norte –y me temo que los otros tres puntos
cardinales– y procede dar un paso al lado. Háganlo por la memoria de los
centenares que se han ido quedando en la cuneta. Expresión que utilizo aposta
para incluir a los que lucharon con denuedo para que hoy disfrutemos de la libertad
que ellos solo pudieron soñar. Que entre un equipo sin mayores pretensiones que
luchar a brazo partido por el engrandecimiento de un pueblo que se merece mucho
más que postureos, que se patee los rincones y dé a conocer a sus gentes lo que
el grupo propone en el ayuntamiento, aunque sea rechazado sistemáticamente por
el rodillo de Manolo. Que no espere prebendas, ni puestos remunerados, sino que
sea capaz de irse a la cama cada noche con la satisfacción del deber cumplido.
Porque un verdadero socialista se desvive sin esperar nada a cambio.
La frase del título la dijo hace unos días Astrid Pérez,
alcaldesa de Arrecife, tras romper el pacto y expulsar a los concejales
socialistas del grupo de gobierno. En Lanzarote el enunciado de marras tiene su
miga. Porque los espectáculos en aquella isla son tan frecuentes, que lo mismo
a la dirigente del PP conejera le jugó el subconsciente una mala pasada y se
refería a la posibilidad de triscar. En la isla de los volcanes la escuela de
Dimas Martín sigue vigente. Ni las gruesas paredes de la cárcel de Tahíche
evitaron la difusión.
Un servidor, no obstante, deja aún renglones en el tintero,
pero vuelve a ¿predicar en el desierto? al añorar situaciones pretéritas donde
el local de El Puente se nos quedaba pequeño en asambleas en las que se reunían
varios centenares de individuos implicados. No sé dónde estarán los viejos
ficheros con los que poder constatar tal circunstancia. Sin redes sociales, sin
móviles ni artilugios informáticos, suplíamos carencias con voluntad, tesón y
ganas. Sí, echo en falta esos viejos periodos y espacios. Otros sostendrán que
cualquier tiempo pasado fue peor. Ópticas.
Lo dicho: cuantas más manos, mejor. Quienes así no lo vean,
el consabido consejo de pasarse por un servicio oftalmológico. Me temo que me
he ganado otro buen puñado de bloqueos. Vale, sigan actuando como el avestruz.
A lo peor es lo único que saben hacer. Si alguno –no lo he pretendido– que haya
alcanzado este punto del artículo se ha sentido aludido, el consabido consejo:
frótese fuertemente la piel con las uñas, si no encuentra algo agudo o áspero a
mano.
Y déjenme, al menos, el derecho a discrepar. Y no caigan con tanta frecuencia en el pecado de las sesiones fotográficas. Que en el reciente Congreso, no sé si algunos compromisarios llegaron a participar en ponencias y talleres o fueron a lucir palmito, a la par que promocionarse. Dejen eso para aquellos que solo saben vender humo. A los cuatro incondicionales, ni se les ocurra compartir este post cuando lo vislumbren en mi muro de Facebook. Mañana, para ustedes, más. Para los otros…
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Enterado de la composición de la nueva Comisión Ejecutiva, invitados quedan Eva de Anta (Administraciones locales), Elena Mateo (Asesoramiento a grupos locales), María del Cristo Dorta (Dinamización de agrupaciones) y Manuel Ramón (Política municipal) a cuantas visitas fuesen menester a la Villa de Los Realejos para ver si enderechamos el rumbo, porque lleva años con la proa pa´l Guindaste. ¿Militantes? No sé. ¿Afiliados? Un puñadito.
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