“Dignos de ser atendidos. Una limosna para el templo del
Realejo alto.
Hijos y vecinos del Realejo alto:
A ciencia y paciencia de todos, se está derrumbando este
histórico templo, emblema de la terminación de la conquista de esta isla,
gloria de Realejo alto, gloria de Tenerife y hasta gloria de España.
Esta iglesia parroquial con su alto campanario que se yergue
alegre por el espacio como una flecha lanzada al cielo, tras de la cual han de
elevarse mil corazones, está a punto de desplomarse y caerse. Cual gigante
decrépito, roído por la carcoma de los tiempos y anonadado por los esfuerzos
hercúleos hechos durante el curso de cerca de cinco siglos, flaquea ya,
necesita muletas que lo sostengan; y, no obstante esto, a lo mejor sus piernas
lapídeas cederán, se derrumbará el gigante, y entre esos escombros y ruinas
quedará sepultado todo un mundo de recuerdos y de glorias.
En esta iglesia recibimos las regeneradoras aguas del
bautismo; en ella dirigimos por vez primera nuestros rezos al buen Dios, arrodillados
junto a nuestra santa madre que desde el cielo vela por nosotros; en ella
recibimos a Jesús Sacramentado, el Dios de los amores, el Dios de todos y sobre
todo el Dios de los pobres; en ella nuestros padres recibieron por esposa a la
dulce compañera de su vida, que después fué nuestra cariñosa madre que nos
meció dulcemente y nos adormeció al arrullo de tiernas folías; desde ella se
llevó el Santo Viático a generaciones enteras para confortarlas en el viaje a
la eternidad; su pavimento y las losas frías todavía están humedecidas por las
lágrimas que vertieron nuestros abuelos en el entierro de seres queridos; ella
es la más antigua de las casas del pueblo, es la casa solariega de todos los
parroquianos, los cuales la veneramos, la sentimos y la amamos, pues con voces
calladas, ecos de las voces de los abuelos, suenan armonías que solo percibe el
corazón tal vez sin darse cuenta; en ella está la bella y milagrosa imagen de
la Virgen de los Remedios, a la cual millares de veces todos hemos recurrido y
la hemos ofrecido nuestros dones. En fin, podemos decir de esta iglesia
parroquial que más o menos todos hemos hollado esta puerta, hemos postrado
nuestras rodillas en estas losas, hemos mirado estas imágenes y retablos,
comulgado de estos copones, adorado esta cruz, hemos leido a la luz de estas
ventanas, respirado el aire de estas naves, herido estas bóvedas con nuestras
oraciones y cánticos, y hemos descubierto nuestra frente al oir las voces
argentinas de las campanas de su torre invitándonos a rogar por nuestros
difuntos.
¡Ah! ¡Cuantos recuerdos y emociones nos ha prodigado y
prodiga esta bendita iglesia! Ciertamente esta iglesia parroquial es mucho más
venerable que todas las casas del pueblo.
Y ¿hemos de permitir que se derrumbe? ¿Ha de quedar sepultado
entre sus ruinas todo este mundo de recuerdos y emociones? ¿Hemos de pasar por
la vergüenza de que los actuales hijos del Realejo alto no saben, no quieren o
no pueden evitar la ruina de este monumento que nos legaron nuestros mayores?
¿Hemos de sufrir el bochorno de quedar sin iglesia y de ser el escarnio de los
otros pueblos de la isla? ¿Debemos esperar que se arruine por completo y sea
mucho más costosa y difícil la reedificación de ella? ¿Queremos que los
temporales la destrocen y sepulte entre sus escombros algún ser querido de
nuestras familias? ¡Ah! no; mil veces no. Ahora mismo, y cuanto más pronto
mejor, es necesario, urgente, de imprescindible necesidad repararla y evitar la
ruina de este monumento, de esta gloria histórica.
Por todo lo expuesto nos hemos tomado la ímproba labor de
emprender las obras de reedificación de la misma y de evitar la ruina de
nuestra querida y gloriosa Iglesia.
Pero todos comprenderéis perfectamente que el importe de
dichas obras es subido, y que necesitamos el concurso y el esfuerzo de todos. A
este fin, beneméritos hijos del Realejo alto, os dirigimos esta invitación
suplicando que os dignéis contribuir a la reparación de esta iglesia con los
donativos que tengáis a bien ofrendar, y esperando que todos haréis un esfuerzo,
que contribuiréis a la medida de vuestras posibilidades, y que dará mucho el
que pueda mucho y que dará menos el que no pueda tanto. Tenemos la seguridad de
que así será y de que absolutamente todos, cuando menos, tendréis la cultura
suficiente para apreciar que esta iglesia es un monumento histórico de gran
valor y una gloria del Realejo alto que debe conservarse a todo trance.
Porque ella es el símbolo de la victoria de las armas
españolas y de la terminación de la conquista de esta isla; en este mismo
templo quedó incrustada esta isla, como por lo preciosa, a la corona de España;
es la primera o segunda parroquia de Tenerife fundada por el mismísimo
conquistador Fernández de Lugo en 1496; en ella se cantó el solemne Te Deum y
se dijo la primera Misa en acción de gracias por la feliz terminación de la
conquista; aquí mismo fueron bautizados en un lebrillo barnizado de verde,
Bencomo y demás Menceyes guanches; en su campanario todavía está la campana
regalada a este pueblo por los Reyes Católicos; entre sus joyas se vé una que
tiene incrustado en la cruz de su manga un pedazo de madera, de la cruz que
sirvió para decir la primera Misa en el campamento que aquí mismo estableció
Lugo; la techumbre de la capilla mayor es una joya artística de gran valor, y
la pila bautismal, de jaspe concoideo, es digna de gran admiración. ¿A qué seguir?
Todos seguramente tendréis interés en que se conserve un
monumento de tanto valor, de tantos recuerdos, y una gloria que si bien es peculiar
del Realejo alto, no deja de serlo también de la hidalga y nobilísima familia
canaria.
Realejo alto. Octubre de 1921. Sebastián Díaz González,
Delmiro R. de la Sierra, Pablo García, alcalde; licenciado Juan Cerviá,
párroco; Salvador González Díaz, Agustín Barroso, José Reyes Estrada, juez
municipal.
Se recogen las limosnas en La Laguna, en la Secretaría del
Obispado; en Santa Cruz de Tenerife, en casa de los Padres del Pilar; y en el
Realejo alto, los siete que firman esta
invitación”.
-------------
Aparte de la exquisita redacción, algunos pasajes –sobre todo
el de la reseña histórica– levantarían hoy más de una erupción; y no volcánica,
precisamente. Hasta mañana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario