Cuando se cumplen 195 años de aquella catástrofe, recapitulemos:
Comienza la reseña del Beneficiado don Antonio Santiago Barrios: “Jamás los habitantes de la Isla de Tenerife, después de la Conquista, habían visto ni experimentado un suceso tan lastimoso ni que más deba conservarse en la memoria de los hombres como el sucedido el año 1826, en la noche del 7 de Noviembre y el día 8; noche y día que debieron hacer punto fijo para empezar una nueva época, y en particular para los habitantes desde la Fuente de La Guancha y San Juan de la Rambla hasta el risco de la Orotava”.
Y tras relatar las terribles consecuencias de las inclemencias meteorológicas acaecidas los días 7 y 8, continúa la crónica:
“El día 9 a las diez de la mañana se presentó en casa del que escribe esto un hombre en camisa y calzoncillos blancos y una gran lanza en la mano, todo lleno de contusiones, rasguños y heridas, dando parte cómo en la Ermita del paso de la Cruz Santa se hallaban siete cadáveres que habían perecido la noche del día 7 y pidiendo se les diera sepultura; el Beneficiado se quedó sorprendido sin poder resolverse a dar disposiciones para la inhumación de aquellos cuerpos y últimamente les dijo que los trajeran para la parroquia, a lo que respondió: ¡Cómo señor si el camino está intransitable y yo he venido saltando paredes, barrancos y charcos por la Gañanía! El Beneficiado contestó: pues como V. vino voy yo a dar sepultura a esos cuerpos en la Ermita del aquel pago; el hombre lo resistía pero el Beneficiado insistió en ir, y últimamente habiendo invitado algunos vecinos que le acompañasen, salió de su casa a las diez y media acompañándole más de veinte hombres; llegó al barranco al Puente de Abajo, y como ya había desaparecido el Puente y la casa que en él había en la parte del naciente, este barranco se había hecho tan profundo y corría por él mucha agua todavía, se detuvo el paso y casi desesperanzados de poderlo pasar le ocurrió poner una soga o cabo muy fuerte que hay en esta Parroquia, de una parte a otra del barranco, sostenida por los dos extremos en dos morales que había por una parte y otra del barranco, junto al sitio de Juan Domínguez, y cogiéndose de este cabo, con mucho peligro, pasó y tras él todos los hombres que le acompañaban; siguieron por el camino que llaman del Palo de Molina, y siguieron por el camino hasta llegar al barranco de La Fuente en que se encontraron con el mismo estorbo, pero lo superaron pasando al Beneficiado sobre los hombros y cogiéndose los hombres unos con otros por las manos; donde llaman el Cortezano había un terrible charco y lodo y este no lo podían pasar sino hombres con lanzas y sin zapatos y sus calzoncillos blancos; unos de los hombres que acompañaba, llamado Pedro Yanes lo tomó sobre sus hombros y antes de andar dos varas cayó junto con el Beneficiado, pero la multitud de hombres que le acompañaban y que eran más de cincuenta se arrojaron al charco y lo sacaron, poniéndolo sobre sus hombros Antonio Fajardo y ayudándole los demás salieron del charco; llegaron al barranco del Ciego y allí estuvieron más de una hora sin resolverse a pasarlo, pero últimamente pudieron pasarlo a beneficio de unas piedras que movieron con unos palos.
El barranco que llaman del Mocán no le presentó dificultades porque toda la extensión del terreno que ocupaba el barranco, el lagar y la casa de doña Rosa, viuda de Torres, y que el barranco lo había llevado el 7 a la noche, formaba una espaciosa playa que aunque estaba cubierta de agua no era peligrosa el entrarse en ella, pues solo daba el agua un poco más debajo de las rodillas, y cogidos los hombres de mano ya pasé con facilidad. Al terminar un llano que hay en el camino por la parte del naciente de la casa y lugar que en la calzada llaman de Los Pasitos da una vuelta el camino, o hace un codo en la parte de arriba, había una casita de piedra, barro y teja, ésta la llevó el agua y un poco más afuera, hacía el naciente a la distancia de la casita, como diez o doce varas, pasaban las Canales que conducían el agua de la Gorvorana, y había un gran dornajo donde los vecinos del pago de la Cruz Santa cogían agua, y todo esto desapareció, quedando arrasadas todas las paredes de aquella propiedad; y un poco más arriba se hizo un barranco que durará para perpetua memoria. Cuando el Beneficiado y los que le acompañaban llegaron a este punto, aunque era muy poca el agua la que corría, el nuevo barranco no se podía de ningún modo pasar por su profundidad, y fue preciso bajar a la hacienda de la Gañanía donde este barranco había hecho una playa y por allí se pasó.
Al llegar a la Cruz de la Piñera, el Beneficiado y los que le acompañaban se quedaron extáticos al ver otro nuevo barranco que se había hecho un poco más al naciente de la Cruz de la Piñera, donde antes del día 7 había un hermoso llano y el camino seguía igual al piso donde está la Cruz de la Piñera. Para poder pasar este nuevo barranco el Beneficiado y los que le acompañaban tuvieron que subir un largo trecho del camino para arriba.
Por fin, a las tres y media de la tarde llegaron a la Ermita de la Cruz Santa todos mojados y estropeados y poseídos de terror y espanto al ver cómo el camino del pueblo de aquel pago no se conocía, pues habiendo antes del día 7 en su tránsito, solo tres barrancos, se encontraron con cinco, todos intransitables. Pero, ¿cómo podré explicar y hacer ver la trágica escena que se representaba en aquella Ermita? ; ¡Oh momento pavoroso y que jamás se me presentará a la imaginación que no me haga estremecer! La Ermita estaba llena de personas de uno y otro sexo: la Virgen descubierta, con dos velas y en medio de aquel tumulto, siete cadáveres destrozados, que solo el mirarlos causaban horror, y entre estos una mujer como de unos 25 años con un hijo suyo apretado entre sus brazos, el que no pudo arrancar la violencia e impetuosidad de las aguas ni el gran golpe que la madre tenía en la cabeza, pues solo le quedaba la cara; todas las personas que contenía la Ermita estaban llorando y rezando a la Virgen, y al entrar el Beneficiado se repitieron con tanto esfuerzo los suspiros y los sollozos que ni yo puedo expresar los tristes movimientos que experimentara mi corazón ni se puede dar una idea de lo que allí se pasaba; unos se pedían mutuamente perdón; los padres abrazaban a sus hijos y estos a los padres; los hermanos a los hermanos; los amigos a los amigos, y todos acudieron al Beneficiado; unos a abrazarlo, otros a besarle la mano y otros exclamaban con voz lánguida y decaída: gracias a Dios que le hemos vuelto a ver. En fin, después que el Beneficiado los consoló y les hizo una plática de más de veinte minutos, él mismo, para animarlos, tomó la azada y empezó a cavar la tierra para dar sepultura a aquellos cadáveres, lo que se verificó en medios de los llantos y amargas lágrimas de todos los concurrentes, terminándose a las cinco y media en que el Beneficiado y los que le acompañaban retornaron para el pueblo, sufriendo en el camino mil ocurrencias dignas de escribirse, las que se omiten por no ser prólogo en esta narración”.
No creo sea necesario señalar que cuando la naturaleza desea imponer su argumentario, no precisa demandar permiso alguno. ¿Ejemplos? Todos los que quieras y más.
¡Ah!, y los más viejos de Toscal-Longuera recordamos que donde hoy se halla Romántica II, hubo una zona denominada el Camposanto. Los cadáveres que fueron arrastrados en las riadas hasta la costa… “y llegaron a la playa del Burgado. A todas partes que se volvían los ojos no se veían sino objetos horrorosos: cuerpos de racionales, de animales, bueyes, burros, cochinos, ovejas, cabras, perros, gatos y hasta peces, todos confundidos y mezclados unos con otros, todos destrozados […]. Se enterraron en un llano que está por encima de las canales que conducen el agua del Burgado”. Es un extracto de lo relatado con respecto al día 11 (sábado).
Mañana más.
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