martes, 25 de enero de 2022

231. La escoba del Cabildo

Leí este pasado domingo (Diario de Avisos) una información (medio entrevista) en la que Antonio Navarro, más conocido por Borín, un vecino de Valle Gran Rey, un joven de 107 años de edad, nos dio con sus respuestas una gran lección de vida. Por eso, por el espíritu emprendedor que ha caracterizado su trayectoria vital, escribí, aposta, lo de joven. Y sigue aconsejando: “Compren terrenos”.

Apenas salió de aquella bella población gomera (a excepción del desgraciado intervalo de la mal denominada Guerra Civil y sus ‘cafenitos’ en El Cercado), donde siempre se afanó en muy diversos quehaceres, entre ellos el relacionado con el sector del taxi. Hoy, manifiesta con cierta desazón, ya nadie quiere trabajarlo al 50%, sino que le tira más “la escoba del Cabildo”.

Cuánta razón le asiste. Lo he sostenido por activa y por pasiva en mis artículos de opinión, pues me apena sobremanera que La Gomera siga siendo la isla subsidiada. El Papi –como se conoce por aquellos predios a Casimiro– ha tejido una red clientelar en la que ha enganchado a las tres cuartas partes de la población. Si no más. Como lúcidamente expresa Borín, el contrato del chaleco amarillo (así me gusta mentarlo) tiene abducido a un colectivo apático y entregado. Y todo ello en una isla con unas posibilidades inmensas.

Es mucho más fácil –cuántas veces lo habremos comentado– dejarse llevar por la ola durante seis meses, que los otros seis seguiré cobrando tirado a la Bartola, surfeando plácidamente. Y repararemos andenes (bancales o paredones) para que luzcan palmito y los guiris saquen fotografías. Mientras, detrás, en el terreno supuestamente habilitado para el cultivo… mierda espichada en un palo.

Te das una vuelta por La Lomada, en dirección a El Clavo, y se te cae el alma a los pies cuando, justo al lado del Parador, terrenos valutos (no cultivados) presentan un aspecto desalentador. Minados de suciedad y cargados de plásticos hasta los topes. Con una imagen desasosegante. Que son privados, se me alegará. Pues lléguese a un acuerdo con los propietarios e inviértase, si menester fuere, dinero público en adecentar el entorno. Establézcanse convenios con la entidades comerciales insulares y pónganse en producción. Si nos quejamos de la carestía en la cesta de la compra, arbítrense mecanismos para que no se siga dependiendo del exterior al cien por cien.

Claro, es más fácil, más llevadero, la escoba del Cabildo. Y que papá Casimiro nos dé la bendición cada cuatro años en la remozada zona recreativa de Las Nieves. Otro pastón, sin miserias. Al tiempo, presumamos de la Reserva de la Biosfera. Cuánta incongruencia. Y vayamos a Fitur a cantar excelencias promocionando el almogrote, que dentro de poco fabricarán los chinos a precios irrisorios. Sigan con el pan para hoy y el hambre para mañana. Prime la papa suave y reclamen, cómo no, que la isla no se quede atrás en el avance tecnológico. Persistan en el destrozo de parajes naturales y bienes patrimoniales de indudable valor con cruzados de cables y horrendos postes, amén de torretas metálicas que compiten con ejemplares botánicos.

Tranquilos, pienso seguir yendo. Pero no cercenen mi actitud crítica. “No hagas naufragar a mi palabra ni apagar el amor que la mantiene”. “Ni somos descendientes de una lengua cortada ni queremos sudar hiel y vinagre ni seguir siendo súbditas de una feria de olvidos”. “Las tierras de labor han malparido y son metros cuadrados de cemento menudeando antenas, sustituyendo el aire por prismas de abalorios y el brindis de alegría de los árboles por mástiles de hollines”. Perdona, Pedro (García Cabrera), la osadía de plagiarte. Pero no puedo menos que meter, asimismo, mi mano en el agua en busca no solo de las naranjas sino de esos horizontes de esperanza. Porque un día habrá una isla que no sea silencio amordazado.

La foto es reciente, de apenas unos días. Así se nos presentaba la semana pasada la presa de Amalahuige (Las Rosas, Agulo). Sus habitantes, los patos, transitan por la carretera en busca de almas generosas que le arrojen un cacho de pan. A falta de tortas, ya se sabe. Ignoro el porqué está vacía. Al igual que ocurre con las de Los Chejelipes (San Sebastián), donde llevan años trabajando ¿en qué? Pero tampoco está para echar voladores La Encantadora, de Vallehermoso. Ni la de Mulagua, en Hermigua. No sé, pero me da que urge una planificación concienzuda. En la que los dineros públicos se administren sin tanta alegría. ¿O despilfarro? Y Curbelo solo ve la raja de la urna. Más allá, la nada.

Claro, es más cómoda la escoba del Cabildo. Muy grande, Borín.

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