viernes, 21 de enero de 2022

229. Y siempre fui

Pues sí, estuve nuevamente en La Gomera. De vacaciones, que cada cual las coge cuando mejor le cuadre. A pesar del desmadre de la Covid. Como mi mujer y yo somos convivientes, amén de mantener las distancias –entre nosotros y con los vecinos–, aún en el pico de la sexta ola –cómo surfeamos, jolines– allá me planté en La Villa. Cambié de residencia porque el coche se empeñó en que le apetecía garaje. Y no fui capaz de negarme a sus caprichos. Así que, tras ponerme en contacto con José María, administrador de una empresa denominada Feel La Gomera (te dejo enlace porque te la recomiendo: https://www.feellagomera.com), y después de dejar programadas unas cuantas entradas para que tú no te aburrieras mientras te quedabas aquí trabajando (ya, carajo, fuerte cara de envidia se le está poniendo a mi hermano), estuve recorriendo senderos y parajes que presumo de conocer un poco. En este próximo verano hará 60 años de que puse mi pata allá por primera vez. Y tras inaugurar el ya viejo campamento de Las Mimbreras, y a pesar del mareo en el correíllo La Palma, puedo manifestar abiertamente que me supo, porque por aquellos lares recalo cada vez que puedo y la pensión me deja. A no ser que a Casimiro (a petición de mi amiga Pilar Padilla) se le encienda de una vez la bombilla y se le ocurra nombrarme visitante predilecto –como Angela Merkel– con lo que ya tendría pasaje y estancia gratis. Ahora que se halla en periodo de expansión de su formación política (ASG), yo vendría a ser su embajador en la Villa de Viera.

Pero yo mismo me cojo los dedos porque no sé taparme los ojos ante lo que no requiere espejuelos. Cuando observo que la casa natal de Pedro García Cabrera, en el casco de Vallehermoso, no acaba de arrancar como pretendido espacio cultural allá por febrero de 2021 se nos informaba de una dotación de 600.000 euros para su puesta a punto (sí, en La Gomera, nada de mezquindades)─ y ahora se nos vuelve a comunicar que se destinarán dos millones de euros (peccata minuta) para rehabilitar la denominada Hacienda de Ayala, en Chipude, y convertirla en museo turístico (¿?), amén de otros tres para la recuperación de bancales (segunda ocasión), no me queda más remedio que señalarle a Curbelo que ya está bien de sepultar dinero público en faraónicas infraestructuras que duermen el sueño de los justos. Con el añadido sempiterno de la generación de puestos de trabajo. Doscientos en esta ocasión. ¿Indefinidos? Quita, que eso no interesa. Lo mismo se acomodan y se equivocan al coger la papeleta.

Claro, y como no le gusta –él se entera de todo y más porque tiene la mejor agencia de espionaje de todo el mundo mundial– debo tener signada en la frente la marca roja del veto. En esta isla no existe lo del contraste de pareceres. Conmigo o contra mí. Si no piensas como yo, cállate. Para luz, la mía; ni el faro de San Cristóbal. El de la foto. Que no es de ahora, porque entre la calima y la tierra que llovió, lo mismo debo darme otro salto cuando la posibilidad del encuadre sea más adecuada. Aunque alguna traje. En la cámara y en el móvil, pero no me ha dado tiempo de visionarlas un fisco. Disparé, no obstante, en otra (mega)estructura: la del mirador del Cristo del Machal. Obra en la que se trabaja actualmente, tras muchos años de idas y venidas. Y espero que planifiquen adecuadamente su funcionamiento y no se convierta en otro pufo más. ¡Ah!, y que tengan previsto la desaparición de las diferentes antenas que afean la vista a la capital e instalaciones portuarias.

Por cierto, me imagino que tendrán a buen recaudo la obra del escultor bilbaíno José Larrea Echániz, bendecida allá por julio de 1964 por el Obispo Franco Gascón. Me congratularía que en la reinauguración no se halle presente el actual, Bernardo Álvarez, pues sería señal inequívoca de que el Papa se lo haya cargado por lenguaraz, amén de otros piropos de igual o mayor porte.

Mañana es festivo en mi pueblo (San Vicente) y pasado, domingo 23, se cumplirán 37 años que hubo pleno extraordinario en el ayuntamiento realejero (actual biblioteca), sesión en la que se contó con la presencia del vicepresidente del gobierno canario, Juan Alberto Martín, fallecido en diciembre de 2020, y en la que el portavoz del grupo opositor (bueno, uno de ellos, porque aunque eran seis concejales de AP-PDP-UL, al final acabaron bailando sueltos), ya lotero por ese entonces, me puso a caer de un burro cuando ni siquiera un servidor había comenzado a ‘rebuznar’. ¿Más detalles? En las memorias.

Así que, estimados, hasta el lunes. En unos días, san cobro. Y en una semana, fin de la cuesta.

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