domingo, 9 de enero de 2022

219. Los arrestos de doña Francisca (y 7)

El 13 de julio de 1910 vuelve a dirigir otro de sus extensos y documentados oficios al ayuntamiento de La Orotava en el que solicita la mejora de las condiciones higiénicas del edificio donde se halla instalada la escuela[1].

(…) Tengo la firme persuasión, Señor, de que U.S. y la digna Corporación que preside, rinden culto al deber, y acomodáis vuestros actos á los eternos principios de la justicia y de la moral. Fundada en esto, reclamo hoy vuestro auxilio contra todo lo que conspira contra la salud de mi escuela poniendo en peligro su existencia.

Enumera la existencia de un caballo semental en una cuadra anexa a la escuela y al dormitorio de la maestra, lo que producía fatales condiciones higiénicas en esos aposentos, invadidos constantemente por una atmósfera viciada por la fermentación del estiércol. Pero, solventado el problema, se dio el departamento para que lo habitasen varias familias. Aunque sin escusado, defecaban en la misma habitación, siendo insoportable la hediondez, especialmente durante la noche. Luego se depositaron ramas de árboles, que pueden entrar en descomposición.

Continúa relatando deficiencias. Las aguas sucias de la cocina, al no tener desagüe, se estancan en el jardín, único sitio de recreo de las niñas. Y cuando hay riñas de gallos, en atención á los forasteros, se le solicita que retenga las aguas en la cocina hasta que terminen. Falta higiene en el escusado, pues las materias fecales caen en un cuarto bajo donde se esparcen, rebosando, á veces, fuera del mismo é invadiendo sus miasmas toda la casa.

Tras reiterar que se corrijan estas deficiencias señaladas, lo que beneficiaría a muchos, concluye:

Obrar así es prevenir el mal que amenaza constantemente á la escuela y velar por la salud pública; es declararse protector de la niñez y de la ancianidad; es, en una palabra, ser campeón del derecho y no cómplice del crimen.

En la sesión del ayuntamiento (20 de julio del mismo año) se acuerda que los concejales D. Cándido Acosta y Rodríguez y D. José Monteverde y Lugo, que forman parte de la Junta local de primera enseñanza, inspeccionen el edificio. Los mismos emiten informe al respecto el 2 de agosto. En él se destaca:

1) Abrir un hoyo en el sitio que designe el perito D. Diego Álvarez, hasta encontrar la escoria volcánica vulgarmente llamada mina, para conducir á ella las inmundicias de la cocina y el escusado.

2) Arreglar el retrete ampliando sus dimensiones.

3) Construir un depósito para el agua.

4) Depositar las basuras en otro cuarto.

Y el ayuntamiento, en sesión de 4 de agosto de 1910, aprueba dicho informe.

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Y cada vez que comento con alguien el contenido de un tocho de más de mil seiscientas páginas, siempre me espetan: ¿Y por qué no lo publicas? No contesto, pero me río un buen rato. Si yo utilizara la muletilla que se estila en un edificio de la Avenida de Canarias, respondería de buena gana: Estamos en ello. Lo malo es que no se me da el disimular.

Ahora nos quejamos por tener veinticinco alumnos en un aula con todo tipo de comodidades y adelantos. Ubicada en un edificio con varios cuartos de baño. Con metros más que suficientes y con mucho aire para respirar. Los tiempos cambian.

Bueno, estimados, seguiremos con otras boberías. Qué le vamos a hacer.



[1]  A.M.O.; Expediente incoado á petición de la Maestra de la Escuela pública de niñas del barrio de la Concepción…, Instrucción pública, Villa de la Orotava, 1910.

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