miércoles, 19 de enero de 2022

227. Educación de la mujer

Controvertido tema a través de la historia. También en la más reciente. Algo tengo recopilado por ahí, en la gaveta de los recuerdos. Pero hoy, ahora, me tropiezo con un artículo, a modo de editorial, en el periódico conservador y tinerfeñista, ligado al Partido Liberal, La Opinión, dirigido por don Policarpo Niebla, que en su ejemplar de 19 de enero de 1912 [justo 110 años atrás], año XXXIV, número 5814, y en su primera página, insertaba este contenido que reproduzco bajo el título que un servidor ha utilizado para esta entrada del blog. Helo aquí:

“Apenas nacida la Escuela del Hogar ya tiene detractores. No es necesario decidir ahora si tal como ha sido creada es ya perfecta. Si lo fuese sería excepción entre todas las instituciones humanas, y aun entre las cosas divinas, ya que ni el mismo Creador Supremo hizo al hombre de primera intención ni de golpe y porrazo, sino después de haber creado las plantas, los peces, los animales cuadrúpedos, todos los seres, en suma.

Pero perfecta ó no la Escuela del Hogar, nadie negará que como orientación representa un progreso evidente y definitivo hacia algo de que nuestro país estaba muy necesitado, en que, justo es decirlo, algunas Asociaciones beneméritas habían suplido una deficiencia del Estado.

No diremos que con lo hecho antes por esas Sociedades ni con lo hecho ahora por el Estado quede plenamente satisfecha esa necesidad, y, simultáneamente, resuelto el problema social que la educación de la mujer entraña; pero nadie puede negar que antes estaba menos satisfecha y menos resuelta esa necesidad y ese problema, ni que es más fácil perfeccionar para su función un órgano ya creado que crear de golpe y porrazo, hecho y derecho, un órgano nuevo.

No faltará quien pida para educar á la mujer escuelas superiores, como no falta quien pida Institutos de segunda enseñanza; pero quien tal pida no demostrará con ello conocer mejor el problema que se trata de resolver: no son escuelas superiores ni Institutos de segunda enseñanza femeninos los que necesitamos: una y otra cosa existen en nuestro país desde el momento en que está de hecho establecida la coeducación y las mujeres pueden asistir, y asisten, con el mismo derecho que los hombres á Institutos y Facultades: lo que se necesitaba crear era una escuela, ó, mejor, muchas escuelas de artes y oficios femeninos. De aquellas artes y de aquellos oficios que la mujer está admitida á ejercer en nuestro país, y que son, por tanto, los que pueden darla el pan cuando necesite ganarlo.

Claro está que sería mejor transformar nuestro estado social de manera que la mujer tuviese acceso á mayor número de profesiones; pero ni ésta es labor legislativa, sino consuetudinaria, ni en ella pueden hacer nada ni el ministro de Instrucción pública ni el Gobierno entero.

Para modificar las costumbres de un país hace falta mucho más que una ley, y cuando no se trata, como ahora, de materia legislable, mucho más.

En este sentido la Escuela del Hogar, escuela de artes y oficios femeninos y de economía doméstica, es un gran paso, puede realizar un fin inmediatamente práctico y no es obstáculo para que puedan establecerse enseñanzas más intensas ni para que la mujer pueda asistir á otros Centros donde se la brinda con superior cultura.

En este sentido la labor del partido liberal merece aplauso: el Gobierno actual ha abierto la cátedra á la mujer estableciendo en la Escuela Superior del Magisterio la igualdad absoluta entre los catedráticos de uno y otro sexo. Establecido el principio, nada puede impedir que haya profesoras en los Institutos ni en las Facultades universitarias, y como, de otro lado, ya no sorprende á nadie ver muchachas ó señoritas entre los escolares masculinos en ningún género de enseñanzas, las cosas van disponiéndose ya del mejor modo para que algún día quede realizada la transformación social que todos anhelamos, y que no puede ser en modo alguno función completa y exclusiva de la Escuela del Hogar”.

Me limito a recordar que hablamos (escribimos) de 1912. Ante nosotros, bien nítida, la perspectiva histórica y un poco más de un siglo de luchas y, quizás, demasiada legislación. Porque en este país hemos pecado, desde siempre, de un exceso normativo. Y escaseado de una labor consuetudinaria, como párrafos atrás se indicaba. Por mi parte, el poner sobre el tapete el objeto de la discusión, objetivo cumplido. Queda abiertos los periodos de lectura y reflexión. Hasta mañana.

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