Bajo el título de La langosta se incluía el texto que
seguidamente se reproduce. Aclaro que era frecuente el que en las cabeceras de
la época se copiaran crónicas ajenas, haciendo siempre la aclaración
pertinente, como es el caso que nos atañe.
“Con fecha 2 de los corrientes vuelve á escribir sobre esta
terrible plaga, á nuestro estimado colega Cronista de Tenerife, su Corresponsal
en Güímar, lo siguiente:
El día treinta del pasado se presentó de nuevo la langosta
en este pueblo, Arafo y Candelaria, en tanta abundancia, que cundió el pánico
por todo el Valle al ver que iban devastando todos los sembrados donde aquella
nube de ortópteros se pasaba. Los propietarios adoptaron inmediatamente todas
aquellas medidas rudimentarias que son del caso, tales como hacer ruido con
cacharros, encender hogueras, etc., y mandando á la costa vigías para ver donde
la temible colonia hacía noche. Sus esfuerzos no resultaron estériles, pues
sabiendo los vecinos donde acamparon, á una señal de fuego, hecha á la una de
la madrugada, se reunió el pueblo provisto de hachones de petróleo y
dirigiéndose al sitio indicado por los vigías hicieron una mortandad tan grande
que fué imposible calcular el número de quintales que destruyeron. Idéntica
operación practicaron en la mañana de hoy logrando el mismo éxito.
Este procedimiento creo sea el más práctico y de mejores
resultados para extinguir la plaga y debe servir de ejemplo a los demás pueblos, aunque me
consta que Candelaria y Arafo hace tres días con tres noches que no deja un
momento de reposo al enemigo.
Los vecinos del referido pueblo de Arafo, bien penetrados de
que el daño afecta á todos los pueblos por igual, mandaron una comisión á esta
Villa de Güímar, ofreciendo su cooperación para que cuanto sea necesario, si el
caso lo requiere, atacar simultaneamente a la vez, como lo efectuaron en la
madrugada de hoy con los resultados brillantísimos que hemos visto.
El día 29 del pasado estuvo en esta Villa el Sr. Ingeniero
Agrónomo, el que pudo apreciar por sí mismo la magnitud de la invasión. Dicho
funcionario que no disponía de medio alguno para atacar con eficacia y energía
la devastadora plaga, porque el Estado parece que ignora los males que pesan
sobre esta región, nos recomendó que siguiéramos el mismo sistema de antemano
adoptado y que los gastos que se ocasionaran podíamos sacarlos, según la ley,
cargando el dos por ciento sobre la contribución territorial y el diez sobre la
industrial.
De modo que si éstos son los recursos que el Gobierno
proporciona, ¡pobres de nosotros! Con semejante abandono dentro de poco tiempo
la langosta será dueña y señora de nuestras devastadas propiedades.
Es necesario que nuestro Gobierno (el de la patria chica)
mire con más interés esta plaga; que se fije en esta población tan numerosa
que está expuesta a pasar muchos días de hambre en un plazo no muy lejano; pues
en cuanto se agoten las existencias de lo recolectado, empezarán á notarse las consecuencias
de la indiferencia con que mira el porvenir de sus administrados.
Los pueblos invadidos cumplen con su deber, hacen todos los
sacrificios posibles; están prontos al llamamiento de las autoridades, pero no
pueden trabajar sin recursos y sin comer”.
Con este relato y las imágenes del vídeo, los más jóvenes
del lugar se podrán hacer una idea de cómo estas plagas arrasan con todo lo
habido y por haber. Recuerdo en la de 1958, cómo una huerta de papas
desapareció en apenas unos minutos ante la voracidad de aquel ejército invasor.
Hasta mañana en que volveré a un pueblo sin alcalde.
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