Pero tanto tiempo ha transcurrido ya, que de esa estancia no
me acuerdo. De la otra, en el costado Sur, al lado de El Bosque, sí. Y sobre
todo, del día en que andaba yo por aquellos molleros y huertas y vino mi padre,
canalero de la finca en aquel entonces, y me dijo: Vámonos pa´ la escuela que
ya hablé con el maestro. Y a partir de ahí comencé a instruirme y a coger
fundamento. Bueno, también atrapé unos cuantos reglazos con los que don Andrés
Carballo nos mantenía las manos calientes en los crudos días del invierno. Pero
la leche en polvo de doña Gregoria y el cacho de queso nos hacían olvidar los
malos tragos.
Y llegué a la Casona de La Gorvorana –la casa grande, le
decíamos– donde vivían varias familias más. Seguí estudiando porque el maestro
me mandó para el Colegio San Agustín, en vez de para el Seminario. La otra
salida era ir a trabajar al Puerto, donde el incipiente turismo se abría paso.
Pero los libros no me libraron de currar durante los veranos en la finca. Y sin
agua corriente ni luz eléctrica. Hoy nos quejamos cuando cortan el suministro
durante media hora y en ese intervalo de tiempo pellizcas las paredes (en busca
del interruptor) más de una docena de veces.
Pero vamos al grano y deja las anécdotas para las Memorias. De
la Casa de La Gorvorana algo he plasmado con anterioridad. En prensa, en los
tres blogs que he administrado, en programas de fiestas y en otros varios
canales a mi alcance. Hoy, no obstante, toca centrarse en la noticia que nos
hace llegar nuestro ayuntamiento y que no es otra que la adjudicación de la
redacción de la rehabilitación al arquitecto Fernando Arocha Ferreiro. Claro,
cuando leí este encabezado me quedé en treinta y tres. Eso me pasa por no tener
capital suficiente como para matricularme en la Universidad Europea de Canarias
(privada y con sede en La Orotava) y así sumergirme en el intríngulis (intrínguilis, que diría cierta tertuliana, quien, además, sostuvo que lo de inmunidad de rebaño es un invento de este gobierno socialcomunista) de la
nomenclatura arquitectónica. Porque sigo sin saber si se trata del proyecto o
de un estudio previo a tenor de lo que la nota informativa detalla. Más bien,
intuyo, que van los pasos por este segundo aspecto.
Y ya que cité la reposición de ese otro edificio
santacrucero, señalar que ante la pregunta que le hicieron acerca de si tenderá
a buscar su aspecto original, responde con una rotunda negación, pues la obra
debe ir “un paso más allá de la mera rehabilitación”.
Como he sostenido hasta decir no puedo más que la
envergadura de la Casona y su trascendencia histórica, aparte de patrimonial,
debe implicar la presencia de un selecto equipo multidisciplinar en la futura
obra que allí se acometa, lo manifestado en el párrafo precedente me dejó
rotundamente descolado. Porque me temo que se está por seguir la corriente de
que lo viejo no sirve para nada y borrón y cuenta nueva.
Dado que el grupo popular gobernante en el ayuntamiento
realejero no está por la labor de aceptar consejos –no es la modestia su mejor
virtud– y rechaza sistemáticamente cualquier propuesta proveniente allende sus predios, seguirá adelante con la
idea de que olvidemos aquel entorno como un bien histórico de capital
trascendencia, y se tome conciencia, de una manera definitiva, que el devenir
de esta villa se inicia en 2011, año en el que el PP alcanza la primera mayoría
absoluta. Todo lo anterior, simplemente, no existe.
Detallemos, a la par que comentamos someramente, la nota de
prensa:
El Ayuntamiento de Los
Realejos anuncia la reciente adjudicación de la redacción de la rehabilitación
de la histórica Casona de La Gorvorana al arquitecto Fernando Arocha Ferreiro,
tras proceso de licitación abierta del que resultó adjudicatario por 101.650
euros (impuestos incluidos), que serán cofinanciados por el propio consistorio
y el Cabildo de Tenerife dentro del Plan de Patrimonio Artístico de la
corporación insular al 20% y 80%, respectivamente.
(finalizamos mañana)
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