Viene lo anterior
a cuento de ciertas argumentaciones por parte de miembros de una formación
política que se halla, verbigracia, en la oposición (el lugar lo puedes fijar a
tu libre albedrío), sin prestar la debida atención a lo que acontece en localidad
vecina. Porque no es de recibo que si se pone en solfa cualquier actividad del
que gobierna, no vaya a ocurrir que mis correligionarios colindantes lleven a
cabo, y quizás amplificado, un yerro similar cuando son ellos los aupados a la
poltrona. Y si todo se redujera a ópticas y cristales (yo solo me dedico a lo
mío), pon más cuidado no sea que te juzguen con idéntica vara de medir. No
oses, además, a tildar de sectario a quien pone en tela de juicio tus
valoraciones, pues bien deberías conocer sublimes preceptos constitucionales.
¿O valen, única y exclusivamente, para beneficio propio? Leguleyos, los justos
y en los ambientes de rigor.
Cada cual elige
el líquido en el que nadar. A la mayoría nos basta con unos litros de agua sin
contaminar, a ser posible. Pero la minoría del fango hace más ruido. Se nota
cuando chapotean. Y como salpican el espejo, no se ven. Entienden, por
consiguiente, que todo el monte es orégano. Creen a pie juntillas que todos
participamos de ese juego en el limo y no se percatan de que, a lo peor,
circulan en sentido contrario obnubilados por la porquería que cubre sus ojos.
Debe ser un reflejo, más bien opaco, del fomento de las relaciones
interpersonales que propugnan las artes marciales, vietnamitas o no.
Y de preámbulo ya
está bien. Ahora corresponde situarnos en una hipotética población (ciudad,
villa o pueblo) donde un supuesto partido político (condenado, o no, por
papeles y reformas; o por haberse ido a un Bar de cenas, o no) practica su
labor de oposición con intervenciones (o notas de prensa) en las que destacan
que la máxima autoridad (de otra formación política, of course) basa su gestión en actos lúdicos, cuando no banalidades.
Que se saca fotos por lo más nimio e insignificante. Que usa los medios públicos
(podrían ser las redes sociales del ayuntamiento o apuntes del gabinete que
pagamos todos) para promocionarse de manera continuada. Que aplica
constantemente el rodillo (se adjetiva con la ideología pertinente). Que se
halla permanentemente de fiestas, lo que no le permite centrarse en el
verdadero quehacer municipal. Por lo que se le aconseja abandonar la deriva
fiestera y se dedique a lo verdaderamente importante.
Uno debe ser
consciente de sus muchas limitaciones. Pero, al tiempo, no correr tupido velo
sobre aquello que medianamente domina. Y, modestia aparte, algo sé de mi pueblo
realejero. Más por viejo que por sabio, que de esto último renqueo en demasía.
Cavilo, asimismo, que no debo ser el único que mientras patea, observa y
medita. Por lo que pienso hallarme en condiciones de afirmar tajantemente que
si debiéramos poner un retrato a todo lo enunciado en el párrafo anterior,
vendría a resultar que, a lo mejor, se le(s) viró la tortilla al imaginario
autor (o autores) de los argumentos precedentes. ¿Contrarrestar con ejemplos?
Qué ejercicio matemático más simple.
En la fotografía,
un operario limpia con la máquina recién adquirida por el ayuntamiento las
instalaciones del Lago Martiánez. No atisbo políticos del equipo de gobierno.
Bueno, por si acaso, ignoro la identidad del que se vislumbra al fondo. Ahora
invito a los realejeros que no se deben, a que ejerzan el derecho de expresar y
difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones a través del medio que
consideren conveniente. Abstenerse, please,
los lameculos (personas aduladoras y serviles). Si por ello tengo una visión
sectaria, más de uno requiere espejuelos urgentemente. Echamos de menos tus
maneras comedidas, Lope Afonso.
Deriva fiestera,
dice. O dicen. Fotos, dice. O dicen. Chiquita falta de ignorancia. ¿Quieres ─o
quieren─ un dosier completo?
Mañana más, si no
me citan del juzgado. Chanchullos peores se han visto.
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