martes, 16 de marzo de 2021

8. Dar cera, pulir cera

Insisto en mi planteamiento: es necesario, además de urgente, el exigir un certificado de aptitud a todo el que se presente a ostentar un cargo público en el pertinente proceso electoral. Se habilitarán academias para tal menester y los cursos impartidos deberán ser, sin excepciones de ningún tipo, de carácter presencial. Que ya está bien de cachondeos con másteres y otras componendas varias.

Como la grey (que sí, jolines, que sus comportamientos son peores que los de cualquier rebaño al uso) no parece entrar en razones y los espectáculos se suceden a ritmo vertiginoso, debemos cambiar de táctica y dar inicio a un periodo de fregado bien a fondo. Y lo que demando para estos, qué decir de los enchufados como asesores.

Dar cera, pulir cera (en la película Karate Kid) fue parte de las enseñanzas del señor Miyagi al joven Daniel LaRusso. Y de eso se trata: dar lustre a la política. Porque ahora mismo se halla bajo mínimos, muy por debajo de los cero grados. Me atrevería a equiparar a tan egregios personajes con las vacunas para la Covid. Solo en la temperatura para su conservación, puesto que con respecto a la eficacia, ganan aquellas (las vacunas) por goleada.

Este quítate tú para ponerme yo, este intercambio de cromos, esta desvergüenza a la hora de gestionar lo que debería ser sagrado (lo público) y, en suma, esta manera torticera de ejercer un servicio a la comunidad (cuya ejemplaridad obliga desde el minuto uno), está alcanzando cotas de muy difícil retorno. Y parece importárseles un pimiento el que en la escala de valores figuren a la cola de todos los vagones. Se ríen en nuestras narices y parecen vivir solo para disfrutar de suculentos salarios, amén de otros privilegios que ya bien quisieran para sí el resto de mortales.

Cuando hace unos días comenté lo del examen de cultura general, y que hoy reitero, no hago referencia a la denominada titulitis, ni mucho menos. Porque, para algunos, ni la universidad pasó por ellos, ni, y a sus procederes me remito, diera la impresión de que los susodichos transitaran por aulas y facultades. Máxime cuando se continúan destapando tristes ejemplos de concesiones sin acreditación alguna.

El miércoles de la pasada semana fue día para enmarcar. Se alcanzó el paroxismo elevado a la enésima. Se dio a la sufrida ciudadanía, en plena crisis pandémica, el ejemplo más torticero de la política. En todas sus acepciones, que son unas buenas cuantas. Pero como estos sujetos viven su realidad, que en nada coincide con la nuestra, entienden que con su palabrería –cuando no demagogia– pueden soslayar el ineludible deber del servicio a la comunidad. Y se (auto)convencen de su buen hacer. Y nos lo venden como logros. Cinismo no, lo siguiente.

Si ustedes repasan la trayectoria de este juntaletras, podrán observar que desde siempre vengo defendiendo el buen hacer y la dignidad de un elevadísimo porcentaje de los que a la política se dedican. Porque la defino como un ejercicio desinteresado, durante un periodo determinado, hacia los demás. Pero hete aquí que con la arribada de los profesionales, de los que se eternizan en los cargos, se nos ha virado la tortilla hasta el punto de convertir en norma las excepciones. Con lo que la deriva se torna muy peligrosa. Tanto que temo deba cambiar aquella percepción original de la res pública. Y opté por la expresión latina –puede que con muy mala milk– por si alguno se ofende al creer que lo englobo en el ganado bovino. Ojalá se retrate. Y lo mismo se pone contento.

No, uno no puede estar satisfecho. Y el periodismo, en general, haría bien en no prestarse a chanchullos y remiendos. No dar tanta cobertura a circos y profundizar en el calado de las preguntas a esta panda de energúmenos. Si de verdad los que se alongan a la radio y televisión son verdaderos profesionales, bien harían en lanzar propuestas de calado y no abundar en lo superficial, en lo anecdótico. Echo en falta entrevistas que no se resuman en lucimientos de personajes tan vacíos como la billetera de un jubilado. Hagan, de una maldita vez, honor a tan digna profesión y no sean meros correveidiles del poder establecido. ¿O del mercado de valores? Den cera, que ya está bien de tanta vaselina.

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