miércoles, 24 de marzo de 2021

15. Sudados

No me considero más listo que nadie. Ni mejor preparado. Pero más torpe, tampoco. Porque no me da la realísima gana. A este septuagenario, y a mucha honra, nadie le da lecciones de trabajo. Como en plena jubilación me tropiezo con días en que las horas no me dan para todo aquello que pretendo abarcar, me tiro con frecuencia de los cuatro pelos que han sobrevivido a champús y otros potingues. Pues no alcanzo a comprender cómo los pluriempleados políticos se engañan. Y nos engañan.

Estos cuatro de la composición fotográfica son solo un botón de muestra de un más amplio muestrario. Todos ellos parlamentarios en Teobaldo Power. Y, además, amén de sus responsabilidades orgánicas en las formaciones políticas a las que pertenecen, ocupan otro cargo institucional en cabildos o ayuntamientos. ¿Superdotados? Diría, más bien, aprovechados. Estaban allí en el momento oportuno, cayeron simpáticos, movieron sus fichas, disimularon carencias y se subieron a la guagua. Ahora, con la aquiescencia del resto de pasajeros, ni saben dónde queda el timbre ni han comprobado si el vehículo tiene puerta (de salida).

Estaba este pasado domingo leyendo un fisco de la prensa digital –para culturizarme– y entretenido en asimilar (me da que vano intento) la reorganización del centro-derecha que Pablo Casado ha emprendido con la inestimable colaboración de Vox y esperando que a Ciudadanos le desaparezcan las abundantes ronchas surgidas en los días pasados, cuando me tropiezo con dos entrevistas. Una a Gustavo Matos, presidente de la Cámara Autonómica, y la otra a Fernando Fernández, expresidente del Gobierno de Canarias.

A tenor de las respuestas del primero de ellos, colijo que nuestro Parlamento (caben todos en un Binter) constituye un modelo a imitar por el resto de autonomías. El trabajo del parlamentario canario es un dechado de virtudes. No me extraña lo más mínimo. La última vez que pasé por allí, observé que la calle estaba mojada. Ahora caigo en que se trataba del sudor de sus señorías.

Claro, cuando luego Juan Manuel García Ramos (contempla unos minutos de cualquier sesión y lo verás muy atento… a su móvil y pensando en el argumento de su próxima novela; tranquilo, Secundino, que los tiempos cambian) sostiene que todo el mundo escurre el bulto, pego unos patinazos impresionantes.

Me quedo, no obstante, con lo expresado por Fernando Fernández. Y me alegro de que alguien mucho más importante que este rebenque de la platanera, venga a ratificar algunas de las consideraciones que he expresado a través del tiempo en las diferentes plataformas a las que me he alongado con esto de la escritura.

Destaca el médico palmero la enorme falta de preparación de los cargos públicos, algo que no debe extrañar porque nunca han trabajado en nada. Se han dedicado a lo público toda su vida. Añade: ni uno, ni dos, ni tres; una inmensa mayoría.

¿Te acuerdas de mi planteamiento acerca de cargos de confianza, liberados y enchufados varios? Insiste Fernández: “Siendo presidente contaba con 4 asesores y un gabinete de prensa para todo el Ejecutivo”. Igualito que ahora. Y remata con respecto a los parlamentarios: “Trabajan 7 u 8 días al mes, los que más”.

Se nota que aquellos que ya no debemos nada ni nos debemos a nadie y, también,  fuimos cocineros antes que frailes (o algo así), hemos sido capaces de quitarnos la venda –o las orejeras– que nos impedía no solo ver en todas direcciones, sino, y es lo más importante, discernir, interpretar, valorar, calibrar…

No te dejes llevar, pues, por las apariencias y piensa que en todas las facetas de la vida no siempre el currito y echadito pa´lante es quien más vale. Todo lo contrario, seguramente es la manifestación –por aquello del disimulo– de un evidente complejo de inferioridad. Un pecado ajeno a las ideologías. En el supuesto caso de que estas no sean, asimismo, otro barniz.

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