lunes, 29 de marzo de 2021

19. Inmoralidad

El comentario de un amigo en una entrada reciente de este blog me hizo reflexionar largo rato. Sostenía en el mismo que algunos –o bastantes– políticos se erigen en privilegiada especie capaz de compaginar varias tareas. El rendimiento en cada una de las facetas es harina de otro costal. Cuando el desarrollo de la actividad a ejercer por un cargo público exige en la actualidad una preparación fuera de toda duda, surgen como hongos duplicidades en tareas institucionales. Que suelen ser, además, significados referentes en sus formaciones políticas. Por lo que debemos presuponerles una capacidad tal que ni el mejor superhéroe de cómic sería capaz de hacerles sombra.

¿Qué tiempo dedican, se preguntaba el amigo, a cada una de las parcelas a cultivar? He utilizado un símil, obviamente. Porque deberemos colegir que los sembrados estarán de pena, pues si atiendes las berenjenas en un huerto, se te secan los pepinos en el otro. Y así. Conclusión:  el disimulo constante con la verborrea de rigor. Y como se convencen (se consuelan) de que las cuatro frases hechas que les sirven de guion, viene a ser una prueba fehaciente de su inteligencia (cómo se hinchan cuando son aplaudidos por los palmeros de turno en cualquier debate parlamentario, mero ejemplo), a los ciudadanos –electores, en suma– se nos pone una cara de tonto para enmarcar. Nos tropezamos en el rebaño (si se usa ya para el asunto de las vacunas, ¿por qué no puedo yo extrapolar el vocablo?) con situaciones esperpénticas (si Valle Inclán levantara a cabeza) como la de una ratita presumida llamando vanidoso a un contrincante, que no pretendiente.

Si husmeas en el Portal de Transparencia del Parlamento de Canarias, comprobarás que el señor de la foto (aunque esté en blanco y negro –más adecuada para el presente comentario– me imagino que lo conocerás) figura en el grupo de los diputados con dedicación exclusiva. Y cuando yo ejercía de maestro de escuela –y a mucha honra– eso significaba que debías dedicarte, única y exclusivamente, a ese trabajo. ¿O es que exclusiva significa del tingo al tango? ¿Entran los cáncamos?

Pero Manolo es también, a día de hoy, alcalde de la muy noble Villa de Viera. ¿Cuánto tiempo le dedica a gestionar los asuntos de los realejeros? ¿Cobra, además, por la asistencia a las sesiones plenarias o de la Comisión de Gobierno? ¿Puede prestarse cualquier otra persona a estos cambalaches en otro puesto de trabajo, incluyendo la empresa privada de la que es acérrimo defensor el señor Domínguez?

Estas actitudes solo vienen a demostrar que en la variopinta casuística de parlamentos (ahora lo escribo con minúscula) solo se va –lo de currar es asunto diferente– unos días a la semana. En el Congreso de los Diputados o en el Senado, de martes a jueves. Fíjate cómo los lunes tienen reuniones de sus partidos y los viernes se hallan de tertulias en diversos medios de comunicación. ¿De qué se extrañan si escribo que están sudados los pobrecitos? Ya Radio Club sacó hace unos días una estadística acerca de la labor de sus señorías. Hay excepciones, por supuesto. Como en todo. Así que no te enfades conmigo, Manolo Marrero, porque tu entrega solo viene a confirmar la regla. Ya sabes que el que se pica, ajos come.

Claro que no es solo Domínguez el único saltaperico. También disfrutan de esa dedicación exclusiva: Patricia Hernández (PSOE), Casimiro Curbelo (ASG) y Nieves Lady Barreto (CC). ¿Se me escapa alguno? ¿Verdad que les conoces otro cargo? Y en Madrid, ni te cuento. Ahí están, verbigracia, Pedro Quevedo (NC) y Olivia Delgado (PSOE). Que sí, hombre (mujer), seguro que hay más, pero la pensión no me da para tanta investigación.

Lo curioso es que el artículo 73 de los Estatutos del Partido Socialista expresa que “los afiliados del PSOE no podrán desempeñar simultáneamente más de un cargo institucional de elección directa”. El quid de la cuestión debe estar en ese maldito adverbio acabado en mente. Porque a la par, lo que se dice al mismo tiempo, me da que no.

En tiempos de normalidad casi nada cambia. Ahora con la pandemia, menos. Para algunos, sobre todo dirigentes, bendita calamidad. El que sabe, sabe; y el que no…

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