Desde que Manuel Domínguez incluyó en su programa electoral
de 2011 –luego repitió la promesa en las dos elecciones locales posteriores– la
construcción de un hipódromo, este humilde maestro de escuela se dedicó como un
poseso a guardar cuanto euro viese descarriado. Pensaba que me costaría menos
comprar un caballo que arreglar la vieja moto que tuvo mi padre (TF-13.137).
Sí, carajo, estaba muy ilusionado con lucir mi porte garboso y conduciendo
(¿valdrá el verbo para esto?) al equino por las calles pinas de mi Realejos
norteño. Y volver a disfrutar de las romerías, ejercicio que abandoné cuando
colgué el instrumento (musical).
Yo creo que ese estado de ánimo permanecía latente en mi
fuero interno desde cuando acudí –allá por los ochenta del pasado siglo en
compañía de Domingo G. Palmero– a una feria de ganado en la Cruz del Castaño.
Eran –triste pasado– mis ocultos sueños de grandeza. Y si con la noticia que
luego comentaré, debo deducir que mi alcalde relega la propuesta del hipódromo
al sueño de los justos, declaro bajo juramento que semejante puñalada no se la
perdonaré jamás. Que no cuente con mi voto incondicional. Ni con el de mi mujer.
Y removeré cuanto menester fuere para intentar convencer a toda la familia que
habita en este bello municipio. Eso no se le hace a nadie. Soy consciente de que
deba estar pasando por un mal momento al no poder repartir sus efluvios
cariñosos por el dichoso bicho. Viviré a partir de estos momentos con un
ingente montón de sueños rotos y, probablemente, deba bajarme en la quinta
estación. No, rencoroso no soy, pero me sigue doliendo. Como cuando te caías de
chico y te raspabas como un conejo.
Hace unos días se anunciaba a bombo y platillo –como suele
ser habitual– el proyecto del Espacio Ferial de ganado y otros usos
polivalentes. En el salón de plenos se hallaba una nutrida representación del
equipo de gobierno municipal. Y aunque la nota de prensa comienza, como
siempre, con la entradilla de que es el ayuntamiento el promotor, un par de consideraciones:
Creo recordar –que me corrijan si yerro en la apreciación–
que esta iniciativa no es del grupo popular. Pero debo entender que todos sus
concejales liberados están tan preocupados por llegar a fin de mes con esos
ridículos sueldos, y en medio de tanto máster, que deben apropiarse en noble
lid de lo que dejen caer los otros concejales. Pero que en realidad no lo son,
sino meros ceros a la izquierda. Y al acto de la presentación aludido me
remito. Es, debe ser, el respeto institucional y el código de buen gobierno que
el PP reclama allá donde no gobierne (o mande, mejor).
Eso sí, “hubo que adaptar el proyecto a la compleja
topografía (importante desnivel), pero tendrá accesos que cumplan las
normativas de accesibilidad”. Menos mal. Por eso puse las comillas. No me
carguen con otro disgusto, que ya con renunciar al caballo tengo suficiente.
Hasta me consolé al pensar que podría el Recinto Ferial de La Gañanía servirme
de sustituto, pero luego me enteré de que allí solo suelen concentrarse
gaviotas (o charranes).
Así que, me temo, no habrá hipódromo. Son los peligros de echarse
aquello mayor que lo otro. Y, en lógica consecuencia, centraré mis esfuerzos en
la Derbi 125. Qué remedio.
Y ya que estoy, aprovecho el discurrir del Barranco de
Godínez (por estos lares no hay Pisuerga), para llamar la atención de mis
escasos lectores en otra iniciativa de formación e inserción laboral de
personas desempleadas, cuyos cursos se llevan a cabo en el Espacio Cultural
Casa de la Parra. Según los entendidos no es tal, pero la aceptamos como animal
de compañía. El ayuntamiento aporta para esta actividad la gigantesca cantidad
de tres mil euros. Y el Cabildo –qué rácano– solo 305.287,40 euros. ¿Cómo? Lee
la nota de prensa al respecto y llegarás a esta misma conclusión. Son las
maneras torticeras de la ¿información? Como los siete millones no ejecutados de
los presupuestos municipales y que al incorporarlos como remanente al ejercicio
siguiente pasan a denominarse ahorros, lo que viene a demostrar la visión
empresarial de la cosa pública y que pone de manifiesto cómo a una pésima
gestión de nuestros impuestos se le da la vuelta para presentarlo como éxitos.
Ver para creer.
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