viernes, 26 de marzo de 2021

17. Polígono de San Jerónimo

Está de pena, don Paco Linares. Sus calles yo no tienen cabida para un bache más. Tan grandes y traicioneros –a pesar de los remiendos– que en vez de llamarlos socavones, mejor sería denominarlos “socabrones”. Como te caigas dentro, debes llamar al 112 para que te saquen de allí. La vía principal (Molinos de Gofio) constituye el circuito perfecto para cualquier carrera de obstáculos. Cualquier rally sobre tierra causa menos molestias a los pilotos que atravesar esta calzada desde la que yo llamo Rotonda de Ambrosio –luego lo explico– hasta la salida por San Nicolás.

Allá por 2016 anunciaba el alcalde que la salida directa hacia la TF-5, vía subterránea a la altura de la concesionaria Opel, cuyo proyecto se hallaba redactado desde una década antes, era cuestión de un simple soplo. Se le ha debido acabar el aire. Y el dinero que debían aportar las empresas, ya se lo habrán gastado en gel hidroalcohólico. Lo mismo –no te extrañe lo más mínimo– culpamos del retraso al actual equipo de gobierno del Cabildo y mete en la saca de los olvidos a Carlos Alonso, Ricardo Melchior y otros compañeros de viaje en la guagua ática. Me imagino que a estas alturas de la película, a Paulino Rivero, que ahora viaja en Armas, este particular ya no le marea. Total, una mentira piadosa más no creo que le afecte sobremanera.

Cuando habilitaron, con la supresión de un ceda el paso y el pintado de una línea continua, por el costado del Naciente, me dije que el pretendido acceso directo antes mencionado iba a dormir el sueño de los justos para siempre jamás. Esperaré otros cinco o seis años y después te cuento. Y ya que me hallo por la Plaza Interpueblos (o algo así), donde se ubica la Mano de la Amistad, rogarles a las autoridades pertinentes que vigilen la vaca, y mucho más al ternero, porque la vegetación se la va a comer. Cuando debería ser al revés. ¿No sería mejor poner unas cabras?

La calle Carpintería, tramo desde la instalación de la ITV hasta la rotonda donde se coloca el (o la) que vende naranjas (así, con todo lujo de detalles, no sea que se me pierdan), el aparcamiento es sobre la acera. Todo petado, tú. Y el que camina, que se fastidie, por no escribir que se joda. Es casi normal, porque como los concesionarios automovilísticos –bastantes por los alrededores– utilizan los susodichos aparcamientos para exponer a los vehículos en venta (todos muy bien situados con su enorme cartel de ocasión u oferta en el techo), qué otra opción le queda al hipotético cliente. Y del agua usada para su limpieza, ya se “cría mujo” (así se mentaba años ha) en la aceras. Si te das un partigazo, allá tú por rebenque.

Los conos de tráfico, o de señalización, deben salir baratos. Hay empresas –una de plásticos se lleva la palma– que ponen su material en la calle y tú debes caminar por la calzada, no solo huyendo de los coches, sino con el peligro evidente de que desaparezcas en uno de los “socabrones” precitados. Es un sinvivir. De verdad.

No me he olvidado de la explicación. Cuando se inauguró el Centro Comercial Alcampo, fui con la Agrupación Folclórica de Higa a deleitar a la concurrencia con unas perras de música. Hubo palabras de Isaac Valencia (la condena por El Trompo vino más tarde) para cantar maravillas de todo el Polígono y de cómo se había acabado para el villero eso de “jociquiar” tierra. Vamos, que la agricultura ya estaba mal vista. Como los castañeros en la carretera a Las Cañadas. Tantos fueron los efluvios amorosos hacia el promotor Ambrosio Jiménez, que el Padre Antonio (q.e.p.d.), después del riego oportuno con el agua bendita, aprovechó la ocasión para pedir a ambos unas inyecciones económicas para su obra de Santa Rita. Y es que Ambrosio había declarado que el coste de la rotonda del poniente, con su fuente luminosa y resto de aditamentos varios, le había costado (de su bolsillo, recalcó) un millón de euros. Ya han pasado unos años, ¿no? ¿Tú has visto cómo está aquel adefesio? ¿Te has fijado en las tuberías? ¿Sigo o lloramos un fisquito?

El grupo de gobierno del consistorio villero no sabe ni contesta. Si alguna vez bajan a La Vera, deben venir por Las Arenas. Y luego regresan por La Montaña y La Luz. Pero tampoco atisbo demasiado entusiasmo fiscalizador en la oposición. O a lo peor son cosas mías por ir a caminar, por confianzudo.

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