jueves, 18 de marzo de 2021

10. Y sin mascarilla

Se fue el Papa Francisco a Irak (o Iraq), a la antigua Mesopotamia, entre los ríos Tigris y Éufrates, la denominada cuna de la civilización y lugar del nacimiento de la escritura, con capital en Bagdad, y en varias de sus comparecencias televisivas lo vislumbro sin mascarilla. ¿Pero como un señor mayor que yo se puede permitir esos deslices? ¿Dónde estaban sus asesores? Seguro que tú también te diste cuenta. Lo que pasa es que debo ser el único que se atreve a ponerlo sobre el tapete. Espero que no silencien, en caso de producirse, el contagio de quien rige el Vaticano. Más que nada por comprobar si el virus hace excepciones cuasi divinas. Porque en lo que respecta al resto de terrenales, no entiende de edades ni otros condicionantes. Ataca sin piedad y ni pregunta siquiera si el afectado tiene algo que declarar. Y llevamos más de un año.

Me cae simpático Francisco y algunas de sus afirmaciones me han parecido pertinentes. Lo que no significa que esos supuestos rasgos de aperturismo me hayan provocado oleadas de fervor incontenido. Porque ya se sabe que del dicho al hecho va muy fuerte trecho. Y a estas alturas de la vida no creo hallarme en condiciones para la reconversión. Pero volvamos al quid de la cuestión.

No sé qué opinarás tú, pero cada vez que lo columbro por la tele se me antoja verlo decaído, cansado. Y lo mismo él también se ha percatado, lanzándose a tumba abierta ante el peligro. Si yo salgo a caminar  por la mañana y voy huyendo del que viene en sentido contrario, me asombró que el Papa cometiera tantos deslices en este último viaje pontifical. Lo mismo se está probando y tentando a la suerte. Pues no parecería lógico, en el hipotético caso de que esté pensando en dejarlo, que llegásemos a tener un trío en el Vaticano. En España somos conscientes de los problemas que suelen causar los eméritos. Y ahí lo dejo, que doctores tienen las iglesias. Sí, las tres monoteístas que confluyen en el lugar visitado. Cosas de Abraham.

Al igual que ocurrió con Francisco, ya lo esbocé antes, son demasiados los que me tropiezo cada día cuando salgo en busca de la aventura de los diez mil pasos. Maldito móvil. Y como no hemos establecido direcciones obligatorias en los circuitos del colesterol, los tropiezos y desvíos son frecuentes. Se me ocurre, por ejemplo, que en la autovía (desde El Castillo hasta La Vera), deberíamos caminar en sentido contrario al que llevan los automóviles. Los que vayamos hacia el Naciente, por la parte de abajo, costado Norte. Por la izquierda, para ver a los motorizados de frente. Así tendríamos unos metros a lo ancho para separarnos cuando te percates de que viene un ciclista o uno que va con más prisa que tú. Que suelen ser los que no llevan mascarilla. Amén del listo de la película que la porta para guardarse la barbilla y se la sube cuando está a dos metros de ti. Y siempre que lo mires con malos ojos, que si no, ni caso. En el otro sentido, obviamente, por el costado Sur, que no hay peligro, porque el Parque de la Higuerita está cerrado.

Yo sigo asustado y como no me llaman para la vacuna, vivo sin vivir en mí. No, teresiano no estoy, pero medio acojonado, sí. Y los números del incremento diario no invitan al jolgorio, precisamente. Máxime cuando el asunto de las vacunas camina por la senda de la turbidez. Ni siquiera ante un drama de tal calibre, las multinacionales dejan de pensar en el negocio. Y las ventas al mejor postor siguen marcando la pauta. Todo se solucionaría si esas multimillonarias ayudas que se barajan viniesen directamente a nuestros bolsillos. Así podríamos ir tranquilamente a inyectarnos en esos países que no sufren carencias en el suministro. Como preclaras figuras del deporte, personajes del celuloide, infantas y otros ganados de buena hechura.

Bueno, Francisco, cuídese usted, que no estamos para cónclaves ni fumatas blancas por aquello de las distancias. Y déjese de viajar, pues nos corroe la envidia a los que debemos quedarnos en casa. No me haga recordar los bintazos, lanzados al mercado cuando hay cierres perimetrales. Qué don de la oportunidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario