Mientras, el Partido Popular, ese mismo que gobierna en la
Villa de Viera, ha abierto sus puertas –García Egea, dixit– para acoger a… ¿Qué
escribo? ¿Escindidos, ratas, cobardes, aprovechados, impostores, golfos,
corruptos, arribistas, ande yo caliente, buena sombra le cobija, son todos
iguales, sobresueldos, caja B…? Por supuesto que ni se sonrojan cuando le ponen
una alcachofa en el hocico y se ponen a justificar… lo injustificable.
Mira que llevo tiempo defendiendo, a veces contra viento y
marea, el buen hacer y la mejor disposición de la mayoría de quienes se dedican
a la cosa pública. Pero me preocupa que aumenten las excepciones, los garbanzos
negros. Esos que flaco favor hacen a la tan necesitada credibilidad. Y que
ponen en tela de juicio demasiados principios.
Como, desgraciadamente, da la impresión de que estas
deserciones no tienen visos de normalizarse, y dado que el acta del cargo
elegido pertenece a la persona y no a la organización política que le sirvió de
trampolín, cuídense muy mucho los partidos del exceso de escaladores. Permanezcan
ojo avizor cuando pueda existir un atisbo de desconfianza. El ser miembro de
cualquier colectivo supone el acatamiento de unas normas recogidas en los
reglamentos pertinentes, en los estatutos. Y a esas directrices te debes. Pero
como algunos se han empeñado en que la observancia de dichas reglas se puede
romper fácilmente una vez alcanzado el puesto pretendido, cúrense en salud los
patrocinadores con la rúbrica, ante notario, de un documento en el que se
estipule la revocación en caso de flagrante incumplimiento. Y la justicia, en
tal supuesto, mucho tendrá que afinar en sus dictámenes, porque ha sido el
propio interesado el que ha estampado su firma para reconocer que no ha jugado
limpio y que dimite ipso facto. Voy más allá aún. El modelo de escrito redactado
con anterioridad a la inclusión del sujeto en la candidatura, debería dejar en
blanco el motivo por el que en un futuro se le podría reclamar el acta. Te lo
explico en palabras más sencillas: pa´ listo tú, listo yo. Y si la medida no le
convence por su aparente dureza (primer paso para la suspicacia), por la misma puerta
que voluntariamente entraste…
Como no soy adivino, ignoro el desenlace de esta triste
película, del drama de Arrimadas. Que lo achaco a esa pretendida indefinición
ideológica con los consiguientes zarandeos por barlovento y sotavento. Esa
querencia de poder contentar a diestra y siniestra provoca achaques de
complicadas terapias. Aconteceres de los que no anda muy alejado el PP con sus
vaivenes ante el fenómeno de Vox. Mientras en el Congreso intenta escenificar
alejamientos, en la Asamblea murciana promete el oro y el moro para el
mantenimiento de feudos. Ese no querer aprender de errores ajenos, no hace muy
creíbles los intentos de reunificación del denominado centro-derecha.
La escasez de militancia, de otra parte, conduce a que este fenómeno
se reproduzca casi por generación espontánea. Porque se ven obligados a reclutar,
a la prisa y corriendo, a personas, más o menos visibles para completar candidaturas.
Y surgen como hongos, claro, los aprovechados. De ahí a lo otro, un paso apenas.
Y es que cuando el barco comienza a escorarse, ya las ratas (nada
que ver con la novela de Delibes) ocupan los mejores puestos en los botes
salvavidas. Cuánta pandemia, mon dieu.
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