Llegué a las diez menos veinticinco. No perdimos –en
realidad era yo el acompañante de mi mujer– el viaje ni las citas previstas.
Pero te va entrando un calor corporal, que normalmente te sube de ciertas
partes situadas más abajo de la cintura, que ni el agua de la lluvia fue capaz
de sofocar el conato de incendio. Y era –fue– un solo día. No me quiero
imaginar la situación multiplicada. No lo soportaría. Ya me hubiese quedado en
el camino. Y no es un símil.
Como estoy acostumbrado, tras la jubilación, en ir, cuando
se tercie, a puertos y aeropuertos los fines de semana –jamás un día laborable–
creía que con dos horas era suficiente. Si le unimos a los atascos el hecho de
que las carreteras de Tenerife son las que están en peores condiciones de toda
Canarias, para llorar. Voy a La Gomera y compruebo que se acondicionan unas
vías que por estos lares calificaríamos de más que aceptables aún. Pero como
los votos de Casimiro permiten tales dispendios y es él quien dirige el
cotarro, mientras allá se asfaltan dos y tres veces, aquí nos conformamos con
lanzar imprecaciones, maldecir al político de turno y ahogar las penas con dos cervezas.
Es decir, el cabreo se nos pasa en un santiamén.
Como mencioné eso de los enfados, estaba tranquilamente
sentado y pensando seriamente en sublimes conceptos como libertad, justicia y
democracia. Por desgracia, la tele permanecía encendida, por lo que pude
escuchar que a Blas Acosta –hasta un rato antes presidente del Cabildo de
Fuerteventura y luego aspirante a senador– lo habían recompensado con una Viceconsejería
apenas, la de Economía. Quedaba así expedito el camino para que Santiago Pérez,
reincorporado al PSOE, tras sus periplos y devaneos, se fuera para Madrid al
echadero. A ese retiro dorado donde las –y los– viejas glorias se dedican a contar batallitas. Allí se encontrará con Clavijo y ambos hablarán de Abreu y del
Padre Anchieta.
Cuánta vergüenza siento de este socialismo del conchabe. Qué
imagen para una sociedad necesitada de valores, de ejemplos. Y son propuestas
(al Parlamento) adoptadas por unanimidad en los órganos decisorios, cuyos
miembros son los de siempre. Mientras, las agrupaciones locales permanecen
cerradas a cal y canto porque la pandemia puede afectar a… la exigua
militancia. De risa. Y lo malo es que aquellos que dicen situarse todavía más a
la izquierda, caen, asimismo, en los tentáculos de la perdición y transitan,
sin atascos significativos, por la senda del ande yo caliente.
Que sí, por supuesto, cualquier tiempo pasado fue peor. Y
para mayor desgracia esta entrada bloguera de hoy no caerá bien, porque mi
obligación es censurar deslices y devaneos de los dirigentes populares y cerrar
los ojos ante… lo no requiere espejuelos. Pues va a ser que no. Y como van
sobrados de todo, pásenle el recado a los cabezas pensantes para que me
expulsen por díscolo. No los mando para el carajo porque me da un no sé qué,
aunque tentadito estuve.
Menos mal que después me consolé leyendo este fragmento en
Diario de Avisos y que hace referencia a unas reformas en el Jardín Botánico: “El
costo de la actuación ascendió a 175.0000 euros que han sido financiados por la
Consejería de Agricultura del Gobierno de Canarias a través del Instituto
Canario de Investigaciones Agrarias (ICIA)”. Esa rara cantidad, desconocida por
un servidor, viene a reflejar la situación actual del periodismo, de la
política y de la madre del cordero.
A pesar de todo, sean felices.
No hay comentarios:
Publicar un comentario