lunes, 15 de marzo de 2021

7. Colas y PSOE

El pasado lunes (8 de marzo) tuve que ir a la Clínica (Hospital) San Juan de Dios para unas pruebas sin importancia digna de mención. Debía encontrarme allí (pienso que aquella zona se llamará Vistabella) a las nueve y media de la mañana. Salí de casa a las siete y media. Cuánto ignora esta persona mayor de tránsitos circulatorios a tan tempranas horas. Qué felicidad la de este jubilado que trabajó siempre en este Norte. Cómo aguanta el que un día tras otro debe sumergirse en el caos. No te cuento que estaba lloviendo y que hubo un percance a la altura del aeropuerto. Pero sí te digo que no cabemos. ¿Soluciones? No me pagan la pensión para ponerlas sobre la mesa, pero sí sé contar la cantidad de cargos públicos –con sus correspondientes asesores– que supuestamente figuran en la nómina de los privilegiados con la misión de hacer más llevadera la vida del resto del personal.

Llegué a las diez menos veinticinco. No perdimos –en realidad era yo el acompañante de mi mujer– el viaje ni las citas previstas. Pero te va entrando un calor corporal, que normalmente te sube de ciertas partes situadas más abajo de la cintura, que ni el agua de la lluvia fue capaz de sofocar el conato de incendio. Y era –fue– un solo día. No me quiero imaginar la situación multiplicada. No lo soportaría. Ya me hubiese quedado en el camino. Y no es un símil.

Como estoy acostumbrado, tras la jubilación, en ir, cuando se tercie, a puertos y aeropuertos los fines de semana –jamás un día laborable– creía que con dos horas era suficiente. Si le unimos a los atascos el hecho de que las carreteras de Tenerife son las que están en peores condiciones de toda Canarias, para llorar. Voy a La Gomera y compruebo que se acondicionan unas vías que por estos lares calificaríamos de más que aceptables aún. Pero como los votos de Casimiro permiten tales dispendios y es él quien dirige el cotarro, mientras allá se asfaltan dos y tres veces, aquí nos conformamos con lanzar imprecaciones, maldecir al político de turno y ahogar las penas con dos cervezas. Es decir, el cabreo se nos pasa en un santiamén.

Como mencioné eso de los enfados, estaba tranquilamente sentado y pensando seriamente en sublimes conceptos como libertad, justicia y democracia. Por desgracia, la tele permanecía encendida, por lo que pude escuchar que a Blas Acosta –hasta un rato antes presidente del Cabildo de Fuerteventura y luego aspirante a senador– lo habían recompensado con una Viceconsejería apenas, la de Economía. Quedaba así expedito el camino para que Santiago Pérez, reincorporado al PSOE, tras sus periplos y devaneos, se fuera para Madrid al echadero. A ese retiro dorado donde las –y los– viejas glorias se dedican a contar batallitas. Allí se encontrará con Clavijo y ambos hablarán de Abreu y del Padre Anchieta.

Cuánta vergüenza siento de este socialismo del conchabe. Qué imagen para una sociedad necesitada de valores, de ejemplos. Y son propuestas (al Parlamento) adoptadas por unanimidad en los órganos decisorios, cuyos miembros son los de siempre. Mientras, las agrupaciones locales permanecen cerradas a cal y canto porque la pandemia puede afectar a… la exigua militancia. De risa. Y lo malo es que aquellos que dicen situarse todavía más a la izquierda, caen, asimismo, en los tentáculos de la perdición y transitan, sin atascos significativos, por la senda del ande yo caliente.

Que sí, por supuesto, cualquier tiempo pasado fue peor. Y para mayor desgracia esta entrada bloguera de hoy no caerá bien, porque mi obligación es censurar deslices y devaneos de los dirigentes populares y cerrar los ojos ante… lo no requiere espejuelos. Pues va a ser que no. Y como van sobrados de todo, pásenle el recado a los cabezas pensantes para que me expulsen por díscolo. No los mando para el carajo porque me da un no sé qué, aunque tentadito estuve.

Menos mal que después me consolé leyendo este fragmento en Diario de Avisos y que hace referencia a unas reformas en el Jardín Botánico: “El costo de la actuación ascendió a 175.0000 euros que han sido financiados por la Consejería de Agricultura del Gobierno de Canarias a través del Instituto Canario de Investigaciones Agrarias (ICIA)”. Esa rara cantidad, desconocida por un servidor, viene a reflejar la situación actual del periodismo, de la política y de la madre del cordero.

A pesar de todo, sean felices.

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