Como escucho quejas, una y otra vez, del comportamiento
arbitral –cada cual ve la película según los consabidos intereses– me pregunto
si los trencillas no vienen a ser tan
parciales como jueces y magistrados. Porque si estos últimos son capaces de
interpretar las leyes con más de un prejuicio (también ideológico) a sus espaldas,
qué no esperar del estamento que debe poner orden y concierto en los terrenos
de juego. Si ti te percataste de que el defensa tocó el balón con la mano
dentro de su área, por qué debe el vestido diferente descubrir lo mismo que tú.
¡Ah!, para eso se inventó el VAR (Video
Assistant Referee), me dirás. Pero después te cuento lo que pienso al
respecto.
Últimamente observamos cómo se dictan sentencias en los
diferentes estamentos del Poder Judicial que te dejan patinando. Mientras tres
magistrados, por ejemplo, contemplan nitidez absoluta en lo contenido en
cualquier normativa, otra dos ven todo lo contrario. Y uno se pregunta para qué
demonios estamos pagando, y bastante bien, a unos parlamentarios, si luego
viene a resultar que los aprobado en el Congreso y en el Senado es agua de
borrajas cuando debe ponerse en práctica, pues cada cual lee, e interpreta, lo
que mejor se adecua (o adecúa) a vete a saber tú qué ocultos intereses. Y como
las sentencias se acatan, aunque no se compartan, te queda el consuelo de
acordarte del aquel dicho que reza “tienes razón pero vas a la cárcel”.
Así que dejen a los árbitros en paz y cambien de canal. Hay
unos documentales preciosos. Y si no, como dice mi nieto, ¿tú no tienes
Netflix, abuelo? El fútbol actual, aparte de haberse convertido en un circo
mediático, es un negocio por el que se están forrando unos cuantos a costa de
los forofos de turno, cuyo comportamiento no difiere gran cosa de cualquier
masa manipulada en torno a cualquier manifestación. Incluso en tiempos
pandémicos, porque la libertad para hacer el gilipollas aún continúa vigente. Y
me temo que por varias generaciones más.
El VAR ese que venía para resolver todas las dudas, salvo
trazar unas rayas para estudiar los posibles fueras de juego, bien poco está
aportando. Y de nada valdrán, entiendo, que se sigan implantando reglas y pautas si las ópticas seguirán
siendo dispares. Mejor harían en cambiar la ubicación de esa sala de control y
ponerla en un BAR. Allí, con unos manís (o maníes, pero para entendernos
‘manises’) y unos vinos, a buen seguro que se cantarían mucho mejor los
penaltis y lo que se tercie. Al final del partido se entonará el Asturias,
patria querida o el pasodoble Islas Canarias y a seguir pintando la mona (o
durmiéndola, vaya usted a saber), pero con otro semblante.
¿Quién quedará campeón? ¿Te digo la verdad? Se me importa un
pimiento. Que a final de mes me sigan pagando la pensión, que pueda viajar de
cuando en vez y que se mueran los feos. Si entre ellos se incluyen futbolistas
y árbitros, que me registren.
Creo que mañana, y mucho más el fin de semana, me dedicaré a
la meditación. Falta me está haciendo y como tengo entre manos unos artículos
de enjundia, lo necesito. Te dije que el 18.
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