Aquel ¡Adelante, Tenerife! me sonó a música celestial. Ni el
Heliodoro en sus mejores momentos de la Primera División. Era un canto a la
madre patria ─¿o a la patria
chica?─ que me transportó a
la zona de Los Barros. Y comprendí entonces el porqué mi ayuntamiento había
concedido honores a un director-editor-propietario de cierto medio de
comunicación que dispuso una batería de cañones apuntando a una isla que le
quedaba enfrente de su despacho. La de los cuatro secarrales.
Me dio, como casi siempre, por diseccionar: “No hay ningún
cuerpo que pueda existir sin cabeza”. Qué arranque. Directo. A la yugular de
los ineptos regidores insulares. Pandilla de durmientes, causantes de los
atascos de tráfico (¿también los de mi pueblo?) y descerebrados de tomo y lomo.
Amén de quejicas y buscadores de culpas en otras esferas. “Llorar por la leche
derramada no aporta ninguna solución”. Insuperable. Sublime. Magistral. Tomen
ejemplo del que maneja varios calderos y se mueve bien diligente y muy tieso
entre fogones sin chamuscarse lo más mínimo.
Es que “anteponen la disciplina y la obediencia a sus jefes
de Gran Canaria a la defensa de los intereses de Tenerife”. Ahí, don José; uy,
perdón, que resucité al homenajeado. ¿Algo que declarar, doña Australia
Navarro? ¡Ah!, por si acaso, y abre el ojo, o mejor los dos, que vas en
pronunciado descenso y yo como cohete de la Nasa. Cómo vamos a comparar la
altivez de nuestro Teide gigante con la mísera montaña de Gáldar (vale, la de
Arucas).
“Ya está bien. La sociedad civil de Tenerife se tiene que
despertar. Debe existir una respuesta enérgica con un mensaje inequívoco:
defiendan los intereses de esta isla o váyanse de una vez”. Eso, váyase, señor
Martín. Si no ha sido capaz de sacar adelante el puerto de Fonsalía, a ubicar
en su pueblo, qué podemos esperar de usted para con nuestra querida isla. Tome
ejemplo de mí. No ve, acaso, mi dedicación, en cuerpo y alma (veintiocho horas
al día), a la salvaguarda de los derechos de mi pueblo. Hace años que no cruzo
las fronteras por el Barranco de Ruiz o por La Higuerita. Estoy volcado.
En serio ahora. Menos mal que es un llamamiento a la sociedad
civil. Aunque pudo haberlo extendido a otros estamentos (militares,
verbigracia) desde la margen izquierda del Barranco de San Felipe o subiendo a
La Corona. Ni el presidente de Fepeco con sus encíclicas. Resucitemos el pleito
y propongamos a la Villa de Viera como capital de Canarias. No sería la primera
vez. Y yo, que ya fui candidato para presidir el Cabildo de Tenerife (pero la
gente no me quiso porque como siempre estoy volcado con mi pueblo, pensó que me
lo iba a traer todo para La Histórica Villa y Ciudad Amiga de la Infancia), me
hallo en condiciones de ir al frente de esta cruzada. Gritaré (cantaré, más
bien) muy alto, estilo Ayuso: libertad, libertad sin ira, libertad… y si no la
hay, sin duda la habrá.
Volviendo a lo de la cabeza. Cuánto peligro si es bastante
grande pero aloja un cerebro de muy pocos gramos. A todos esos cristianos de golpe
en pecho, amigos de persignarse hasta en el cuarto de baño, recordarles Lucas
6: 41-42: “¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y la viga
que está en tu propio ojo no consideras? ¿O cómo puedes decir a tu hermano:
Hermano, deja, echaré fuera la paja que está en tu ojo, no mirando tú la viga
que está en tu ojo? Hipócrita, echa primero fuera de tu ojo la viga, y entonces
verás bien para sacar la paja que está en el ojo de tu hermano”.
¡Ay!, hombre de poca fe (yo), te vas a condenar. Que me
quemen. A la pira con él. Como los fuegos del 3 de mayo.
Esto está excelente, profe.
ResponderEliminarSalud!!