Ya está bien. Y me gustaría que la oposición, y todo aquel
que no comparta estas conductas, no se quedara en las medias tintas consabidas
y diera un paso al frente en defensa de unos principios democráticos. Porque
estos sesgos comienzan a ser peligrosos. Y no surjan lamentos a destiempo. Las
derivas de tal índole no pueden tener cabida en nuestras instituciones. Que,
repito, nos pertenecen. Ustedes están de prestados para tramitar con diligencia
nuestros dineros. No les pido que difundan el presente en las redes sociales
porque sé que no lo harán. Algún amigo, que ahora mismo se estará haciendo
cruces al conocer esta ¿salida de tono?, me acompañará en el sentimiento.
Yo no puedo ponerme en lugar de Juan José. Le aplaudo su
aplomo y el no montar el pollo (lío, escándalo) ante un evento ya programado.
Pero a buen seguro que ya, una vez pasado, y mamado, el mal trago (manera suave
de disimular un tic dictatorial en toda regla), se seguirá preguntando si por
unos malditos 400 euros merita la pena seguir escribiendo. Claro que lo merece,
faltaría más. Otros representantes vendrán si los actuales se siguen
retratando. Además, aún quedan empresas generosas por esos mundos. A seguir en
la brecha.
Para ti, especialmente, amigo Juan José, aunque otros podrán
sentirse, asimismo identificados, otras décimas, porque hace unos días (desde
que me enteré de la movida y esperaba a que llegara el día 17) me sentí
inspirado. ¿Petulancia? Sí, a mis años, qué ilusión. Y a ti, Fidela, mi ánimo,
consideración y afecto. Si algunos creen que con desprecios e insultos van a
lograr que torzamos el rumbo en nuestra bien merecida jubilación, aviados van.
Ladran, luego cabalgamos. Chacho, van las espinelas prometidas:
Algún día escribiré / de libros que se presentan, / pues
concejalas no cuentan / lo que yo sí te diré. / Bien alto denunciaré / a la que
echó mucha jeta: / una valiente que veta / a quien la obra prologa, / porque
ella poder se arroga / y a la jefa nadie objeta.
Dispongo por mis ovarios / el derecho de admisión, /
entrando solo al salón / acólitos y gregarios. / Comportamientos sectarios /
definen a un personaje, / que merienda igual forraje / que sus carcas
superiores / y se traduce en rencores / la ingesta de tal potaje.
Se equivocó un servidor / al pensar que era distinta, / mas
debió quedar encinta / del sentir de su prior. / Con la cultura, qué horror, /
y el noble trabajo ajeno, / no se inocula veneno / de la gente intolerante: /
yo te hubiera dado el plante / porque si no me gangreno.
Nade usted en su porquería / y con salud la disfrute; /
añada este nuevo chute / al quehacer de cada día. / Entiendo que convendría, /
siquiera de vez en cuando, / irse los humos bajando / o mirarse el interior, /
no sea que tu Señor / el fuego te esté guardando.
Todo en la vida se pega / y el jefe ha creado escuela, /
siendo esta la secuela / de una observancia ciega. / La iniquidad que doblega /
y obnubila la razón, / mostrando una educación / de lo más barriobajera, / no
escribiendo verdulera / pues no quiero ser faltón.
Al autor, este consejo: / a seguir con la escritura, / que
la bendita locura / mantenga vivo ese rejo. / Y que no llegue un pendejo* / ─un mucho corto de miras─ / a desatarnos las iras / de
graves incompetencias, / disimulando solvencias / con auxilio [o socorro] de
mentiras. (*Por la rima, que podría ser pendeja).
Ya está. Había (tenía) que escribirlo. Y ponerlo en
conocimiento de mucho ingenuo (e ingenua). A los que ayuden a difundirlo,
agradecido. A los que no, también.
Apostilla final: Visto lo visto, harían bien en coger el
martillo de los discos duros, que ha demostrado, y con creces, tremenda
eficacia, y hacer añicos la placa que se halla en la entrada de la Casa de la
Cultura. Nadie que no sea el actual, merece tal honor, porque los ineptos
anteriores no deben figurar en lugar alguno. Desde 1496, en esta Villa
Histórica, un único regidor. Sin sombras ni penumbras. Ya que mencioné a
Unamuno al principio, qué mejor que este colofón: San Manuel Bueno, mártir. Así
sea. O amén.
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