viernes, 28 de mayo de 2021

65. Bienvenidos a la Villa de Viera

Sí, sean todos bienvenidos. Lo malo es que con demasiada frecuencia tenemos atascos en la entrada principal. No te recomiendo la de La Montaña ni la de San Vicente, porque si se te ocurriese acceder por esas vías –me lo estoy imaginando– lo mismo no vuelves más, y no es esa mi intención.

Observé este pasado miércoles, bien temprano, cuando casi iniciaba el reto de los diez mil pasos (qué menos), que ese nudo de comunicaciones de El Castillo es de armas tomar. Siempre hay problemas en la zona de Los Barros. Soy de los que opino –y estas son libres, ya se sabe– que el acondicionamiento habido tiempo atrás (con otra nueva rotonda, o rotondita, en el entorno de las gasolineras, la jardinera central y las farolas tipo Mazinger Z) en vez de solucionar algo, vino a complicar, y de qué manera, la ya problemática situación. Añadan el confuso escenario del Callejón de Los Cuartos, pendiente de su ampliación y recogida de aguas pluviales desde que Manolo no había venido de Venezuela, y el tapón en determinadas horas acaba con la paciencia del más pintado.

Los que llegan desde San Juan, Icod y la Isla Baja, y se dirigen a nuestro pueblo, tropiezan con el grave inconveniente de tediosas esperas por la primera de las rotondas (la del Alteza, para situarnos). Ahí confluyen tantos vehículos que te dan ganas de acordarte de más de un cargo público. Y como no se habilita la salida por El Patronato para que se pueda uno incorporar directamente a la autovía y no sumarse al follón anterior, pues qué quieres que te diga. Mientras, en La Orotava, con menos espacio probablemente, sí se permite la salida de El Mayorazgo y la entrada a La Villa. Y si me voy a Las Palmas, chiquito guirigay en la Avenida Marítima para los que salen en dirección al Sur y los que se incorporan para el túnel de Julio Luengo en el sentido Norte.

Soluciones existirán. Yo no soy técnico, pero exijo a quienes gobiernan acciones encaminadas a solventar los tropiezos. Porque no podemos presumir de democracia por el mero hecho de ir a votar cada cuatro años. El compromiso de nuestros representantes debe ser inequívoco. Y en Los Realejos tropezamos con un gravísimo escollo: nuestro alcalde no dedica al cargo el tiempo necesario. Ni parece interesado en dar el callo por sus conciudadanos. Tiene tantas ocupaciones que le es materialmente imposible atender con fundamento el principal fuego de la cocina.

Me podrán alegar ustedes que sí está presente por la cantidad de fotos con las que inundan ese vasto mundo de la Internet. Cierto, pero es postureo puro y duro. Idéntico pecado al que suele criticar en otras esferas. Como si aquello del examen de conciencia solo sirviera para determinados oficios religiosos. ¿El espejo? Para mandarse besos volados. Te pongo el último ejemplo, la última guinda del pastel. Se han inventado lo de la Granja Escuela Itinerante. Algo que deberá causar mucha risa, cuando no estupor, a los alumnos de colegios como Icod el Alto o Palo Blanco. Y que, a las fotos me remito, ha venido a significar otra plataforma más (¿o pantomima?) para que el equipo de gobierno (con don Manuel al frente, para eso sí que está presto) siga luciendo palmito. De tal suerte que en la instantánea observamos media docena de políticos y una baifa. Váyanse a freír chuchangas.

Pero como el alcalde actual nació de pie y con varios panes bajo el brazo, los electores acuden en masa a consignar confianzas en quien luego no cumple, ni por asomo, las expectativas depositadas. Aunque la pandemia acabará –nada es eterno– y con unos arrumacos apenas, pelillos a la mar. Cuenta, además, con la enorme suerte de una izquierda disgregada, unos ¿nacionalistas? ahogados en sus propias incongruencias y batallas internas, y un PSOE desnortado que juega a verlas venir, por si cae el maná y la denuncia del CSIF, mero ejemplo, socava el crédito popular. Pierdan cuidado, salvo cuatro bobos (me incluyo), el pueblo ni se va a enterar de la paralización de multas por motivos de rentabilidad electoral.

No se salgan por la tangente con la cantinela de que quedan catorce concejales en el municipio por lo que las ausencias del alcalde no se notan. Y un churro. Mandan menos durante sus deserciones que yo en mi casa (o en la sede local socialista, para que mi mujer no se enfade por llamarla gobernanta). No pintan nada y deben esperar órdenes para que se mueva un papel. Hace y deshace a su antojo. Desde el veto en actos culturales hasta no reponer el bombillo fundido en la calle donde resido. ¿Tú sabes cómo dirige el cotarro Casimiro en La Gomera? Pues tres cuartos de lo mismo. ¿Con esa carita de niño bueno? Facha-da.

No obstante, estimados forasteros, vengan a la Villa de Viera. Pronto restauraremos su casa natal y la convertiremos en el principal escaparate de su figura en Canarias. Mientras duren las obras, proyectaremos en el Cine Viera preciosos documentales que versarán…

Vale, hasta el lunes. Y justamente en dos años a votar otra vez. Sí, yo también estoy pensando lo mismo.

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