Observé este pasado miércoles, bien temprano, cuando casi
iniciaba el reto de los diez mil pasos (qué menos), que ese nudo de
comunicaciones de El Castillo es de armas tomar. Siempre hay problemas en la
zona de Los Barros. Soy de los que opino –y estas son libres, ya se sabe– que
el acondicionamiento habido tiempo atrás (con otra nueva rotonda, o rotondita,
en el entorno de las gasolineras, la jardinera central y las farolas tipo
Mazinger Z) en vez de solucionar algo, vino a complicar, y de qué manera, la ya
problemática situación. Añadan el confuso escenario del Callejón de Los Cuartos,
pendiente de su ampliación y recogida de aguas pluviales desde que Manolo no
había venido de Venezuela, y el tapón en determinadas horas acaba con la
paciencia del más pintado.
Los que llegan desde San Juan, Icod y la Isla Baja, y se
dirigen a nuestro pueblo, tropiezan con el grave inconveniente de tediosas
esperas por la primera de las rotondas (la del Alteza, para situarnos). Ahí
confluyen tantos vehículos que te dan ganas de acordarte de más de un cargo
público. Y como no se habilita la salida por El Patronato para que se pueda uno
incorporar directamente a la autovía y no sumarse al follón anterior, pues qué
quieres que te diga. Mientras, en La Orotava, con menos espacio probablemente,
sí se permite la salida de El Mayorazgo y la entrada a La Villa. Y si me voy a
Las Palmas, chiquito guirigay en la Avenida Marítima para los que salen en
dirección al Sur y los que se incorporan para el túnel de Julio Luengo en el
sentido Norte.
Soluciones existirán. Yo no soy técnico, pero exijo a quienes
gobiernan acciones encaminadas a solventar los tropiezos. Porque no podemos
presumir de democracia por el mero hecho de ir a votar cada cuatro años. El
compromiso de nuestros representantes debe ser inequívoco. Y en Los Realejos
tropezamos con un gravísimo escollo: nuestro alcalde no dedica al cargo el
tiempo necesario. Ni parece interesado en dar el callo por sus conciudadanos.
Tiene tantas ocupaciones que le es materialmente imposible atender con fundamento
el principal fuego de la cocina.
Me podrán alegar ustedes que sí está presente por la
cantidad de fotos con las que inundan ese vasto mundo de la Internet. Cierto,
pero es postureo puro y duro. Idéntico pecado al que suele criticar en otras
esferas. Como si aquello del examen de conciencia solo sirviera para determinados
oficios religiosos. ¿El espejo? Para mandarse besos volados. Te pongo el último
ejemplo, la última guinda del pastel. Se han inventado lo de la Granja Escuela
Itinerante. Algo que deberá causar mucha risa, cuando no estupor, a los alumnos
de colegios como Icod el Alto o Palo Blanco. Y que, a las fotos me remito, ha
venido a significar otra plataforma más (¿o pantomima?) para que el equipo de
gobierno (con don Manuel al frente, para eso sí que está presto) siga luciendo
palmito. De tal suerte que en la instantánea observamos media docena de políticos
y una baifa. Váyanse a freír chuchangas.
Pero como el alcalde actual nació de pie y con varios panes
bajo el brazo, los electores acuden en masa a consignar confianzas en quien
luego no cumple, ni por asomo, las expectativas depositadas. Aunque la pandemia
acabará –nada es eterno– y con unos arrumacos apenas, pelillos a la mar.
Cuenta, además, con la enorme suerte de una izquierda disgregada, unos
¿nacionalistas? ahogados en sus propias incongruencias y batallas internas, y
un PSOE desnortado que juega a verlas venir, por si cae el maná y la denuncia
del CSIF, mero ejemplo, socava el crédito popular. Pierdan cuidado, salvo
cuatro bobos (me incluyo), el pueblo ni se va a enterar de la paralización de
multas por motivos de rentabilidad electoral.
No se salgan por la tangente con la cantinela de que quedan
catorce concejales en el municipio por lo que las ausencias del alcalde no se
notan. Y un churro. Mandan menos durante sus deserciones que yo en mi casa (o en la
sede local socialista, para que mi mujer no se enfade por llamarla gobernanta).
No pintan nada y deben esperar órdenes para que se mueva un papel. Hace y
deshace a su antojo. Desde el veto en actos culturales hasta no reponer el
bombillo fundido en la calle donde resido. ¿Tú sabes cómo dirige el cotarro
Casimiro en La Gomera? Pues tres cuartos de lo mismo. ¿Con esa carita de niño bueno?
Facha-da.
No obstante, estimados forasteros, vengan a la Villa de
Viera. Pronto restauraremos su casa natal y la convertiremos en el principal escaparate
de su figura en Canarias. Mientras duren las obras, proyectaremos en el Cine
Viera preciosos documentales que versarán…
Vale, hasta el lunes. Y justamente en dos años a votar otra
vez. Sí, yo también estoy pensando lo mismo.
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