El Progreso, 9 de junio de 1917, página 2:
“Mañana se celebrará en esta plaza de toros la última
partida de luchas canarias entre los equipos de esta isla y Hierro. El
espectáculo será amenizado por la banda municipal de música. Los luchadores de
uno y otro equipo son los siguientes:
Hierro
Acisclo Sánchez, Juan Padrón Pérez, Pascual Hernández, Ramón
Hernández, Juan Padrón, Miguel Padrón, Graciano Hernández, Manuel González,
Wifredo Mérida, Justo Hernández, José Gutiérrez, Antonio Quintero, Pedro
Machín, Juan Rodríguez, Antonio Pérez (El de la cortada).
Tenerife
José Martín (Sopo), Ricardo Campos, Manuel García (Chiflado)
Celedonio Rodríguez, Francisco González, Rafael Déniz (Cañero) Mariano Cabrera,
Eusebio García (Herrero), Santiago Cedrés, Aureliano Albertos, Ángel Alvarez
(Angelito), Julián Hernández (De Hipólito), Gregorio Correa, Juan Manía Ramos
(El Guarda), Alvaro Canino (Alvarote), Andrés Rosas, Emilio Rivero, Francisco
Hernández (El de la Caldera), Fernando Santana, Francisco Melián, Rivero,
Liborio Pérez.
Después de la lucha corrida, se celebrarán interesantes
desafíos.
Directores de lucha: Don Acisclo Sánchez y don Juan Padrón,
por el Hierro; don José Martín y don Emilio Rivero, por Tenerife.
Jueces de terrero: Don Leonardo Gutiérrez, por el Hierro y
don Luis Delgado, por Tenerife”.
Y la detallada cuenta que prometió Diario de Tenerife, se publica el 9 de junio de 1917, página 2:
“También hoy es difícil nuestra tarea de cronista; pero no
porque haya poco que decir, sino porque hay demasiado que contar.
Y no temamos, como en nuestra revista anterior, que el
asunto no responda a la medida de nuestros deseos; al contrario, hoy tenemos la
seguridad de que nuestra palabras serán reflejo bastante confuso de la
magnífica tarde que nos proporcionó la lucha del jueves, en el Teatro Leal, de
La Laguna. Corta, tan corta como la del domingo fue la lucha; empezó cerca de
la una y media y a las 3 estaba terminada; pero fueron seis cuartos de hora muy
bien aprovechados, porque durante ellos desfilaron recuerdos gratísimos de
luchas pasadas resucitados al conjuro de unas faenas que formarán época en el
deporte canario.
Santana, por ejemplo, nos trajo a la memoria aquella su
feliz tarde en la que hizo morder el polvo de derrota en el Teatro Viana a los
célebres Patamochos; Juan Padrón Pérez nos recordó las tardes memorables en las
que un José Reyes rendía a los más poderosos luchadores de la isla; y una
lucha, una sola, ganó Pascual Hernández, pero el triunfo fué definitivo; para
encontrar una lucha que pueda dignamente compararse con la que Pascual electrizó
el jueves al público del Teatro Leal, tenemos que remontamos al encuentro de
Tejina y arrancar el famoso remolino que dejó consagrado a José Martín (El
Sopo).
Fué también el jueves un día bueno para Francisco Hernández,
el entusiasta y admirable luchador de la resistencia; se creció al agarrar con
Acisclo y al vencerle se arrancó la espina que hace mucho tiempo tenía clavada;
debajo de Acisclo aplastó también Pancho al Sopo, a Déniz y a José Reyes.
Seríamos injustos si no citáramos como extraordinario, a Manuel
García; el jueves repitió una de sus sorpresas: su lucha salvadora de hombre
práctico que lleva al público el convencimiento de que Manuel García es un
luchador de cuerpo entero; todo aficionado que tenga un poco de memoria
recordará siempre a Manuel presentando en las difíciles situaciones como el
cabo salvador de un naufragio inevitable; y es que tiene, no cabe duda a pesar
de su sobrenombre, la rara condición de permanecer sereno y sensato, cuando ve
a sus compañeros más notables, con las cabezas perdidas, rodar por el suelo
como pelotas.
Miel sobre hojuelas fué la actuación de Mariano Cabrera,
único postre que se podía turnar después del trabajo que había desarrollado
Pascual.
Con permiso de los poetas estamos por asegurar que también
el luchador nace y no se hace; por lo menos así hay que creerlo al observar lo
que pasa con Cabrera, joven luchador, que como decíamos en nuestra revista
anterior, es de ayer y ha hecho ya experimentar las más gratas impresiones de
la lucha canaria como manifestación magnifica del arte y del poder combinados;
el cango con el que venció al célebre Mandarrias fué el remate más completo, el
broche de oro, que diría un literato de la segunda lucha entre El Hierro y
Tenerife.
Acisclo, valgan verdades, en las dos tardes en que se ha
presentado, no ha estado, ni mucho menos, a la altura que su fama exije; no le
ha acompañado la suerte; sin embargo, el jueves tuvo tiempo bastante y sobrado,
si su dominio fuera franco y seguro, para ganar su lucha con Francisco
Hernández; es indudable que se ha encontrado con gente más poderosa de lo que
calculaba, y la desconfianza y, el temor de perder le restaron facultades;
mañana, último día, pudiera tener el desquite”.
(concluimos mañana)
No hay comentarios:
Publicar un comentario