lunes, 6 de septiembre de 2021

122. Tender la mano generosa

De las dos crónicas rescatadas del 5 de febrero de 1917, en los periódicos que se indican, destacamos un nuevo llamamiento para que se respeten las esencias de la lucha canaria y que no se desvirtúen las señas de identidad de un noble deporte. Muy interesante la de El Progreso, firmada por Morrocoyo.

El Imparcial, página 2:

“Por tres o cuatro luchas de ventaja, pues con el desorden que ciertas incidencias provocaron, no nos pudimos dar exacta cuenta del verdadero resultado, venció ayer la sociedad de luchadores de la vecina ciudad a la de esta Capital, durante las luchas que se verificaron ayer por la tarde, en el Parque Recreativo.

Y aunque no se puede negar que hubo buenos y emocionantes encuentros, la impresión general fué de disgusto y cansancio entre el numeroso público que presenció el desafío.

No deben olvidar los luchadores que este sport, canario por excelencia, denota, además del poder, destreza y habilidad en los hombres que a él se dedican, un sentimiento de nobleza que lo hace digno de figurar entre los que, con justicia, pueden llamarse cultos.

Y así nos parece censurable que se apele a ciertas feas habilidades, como la de pedir lucha uno de los contendientes cuando se nota cansado y próximo a ser vencido, o a gestos y actitudes tan abominables como los de desprecio al compañero que cae. Y estos dos hechos ocurrieron ayer, no sin la justa protesta de los espectadores.

Para que las luchas no terminen por el cansancio de los buenos aficionados, o no degeneren en pugilatos innobles, es menester que los miembros directivos de ambas sociedades impongan serios correctivos a quienes no guarden la debida decencia y el afecto con que siempre han de mirarse ambos contendientes, vencedor y vencido, y acaben con esas habilidades, que a nadie convencen, y a las que antes nos hemos referido”.

El Progreso, página 2:

“Las de ayer, celebradas en el Parque, a causa del mal tiempo, aunque a ratos interesantes, en algunos encuentros, resultaron en general desanimadas y pesadísimas, a causa de las largas esperas que hubo que sufrir.

A propósito de esto y como remedio único para evitar lo desagradable de tales largos intermedios de descanso entre una y otra agarrada de dos mismos luchadores se hablaba ayer por algunos aficionados de la conveniencia de reglamentar los descansos, limitando el tiempo de ellos, en tal forma que se llegue a evitar la posible combinación de quedarse en el terrero un luchador que realmente por sus repetidas retiradas, sin dar lucha, debe considerarse vencido.

Adelantamos una idea, por si merece ser tenida en cuenta y puesta en práctica. Pudiera convenirse por las sociedades que conciertan los encuentros en que se conceda a cada luchador el derecho de pedir lucha dos veces durante la agarrada, siempre que el contrario no lleve la lucha hecha o armada ya; pudiéndose disfrutar de un descanso de 3 minutos cada vez que se pida lucha y considerándose vencido todo luchador que no está en disposición de volver a agarrar pasados los tres minutos o pidan lucha por tercera vez.

Con ello no cabría la posibilidad de que algunos luchadores se quitaran maliciosamente cuando no están seguros de vencer al contrario, para volver a salir con otro más aparente y además el público que paga para ver las luchas no tendrá que resignarse a ver descansar, lo cual no es precisamente lo mismo.

Venció ayer el partido de la Laguna por 5 luchas.

Los encuentros más interesantes fueron los de Angelito con el Zurdo y dos luchadores más que no recordamos; los de un muchacho nuevo de las Canteras que rompió terrero con gran pujanza y maña y varias luchas de Rosas, el Sopo y Manuel García.

Este último, que se dejó ayer la chifladura en casa fué el luchador de la tarde: se llevó seis hombres en el pico, entre ellos a Santana, Juan el Guarda y el Mirlo, y cayó con Rosas.

Doy por el Chiflado momio; / es un luchador que manca; / pues estudió en Salamanca, / por detrás del Manicomio.

Angelito también estuvo soberano. La lucha que le dio al Zurdo, que no es ningún niño de teta, fué maravillosa de habilidad y agilidad sabia y limpia.

Desde el Tanque a San Benito; / del Baldío a las Canteras / no hay luchador más bonito / que este diablo de Angelito, / por desvíos y caderas.

El Sopó volvió ayer por sus papeles de maestro consumado y en las dos luchas, que dio, una de ellas colosal al hijo de Hipólito, quedó como quedan los reyes del terrero.

Al público volvió loco / y le aplaudió a todo trapo. / Ayer estaba hasta guapo / su majestad Pepe el Sopo.

Y no terminaremos estas líneas sin hacer mención de un caso con que acabó la lucha de ayer. Un luchador forastero, que vino aquí pidiendo amparo porque en su tierra no encontraba trabajo, se presentó en el terrero figurando en un partido (no importa cual para el caso), y otro luchador de Tenerife, muchacho que siempre se ha distinguido por su nobleza y lealtad en la lucha y que ayer mismo había consagrado justamente su buena fama, cuando agarró con aquél, después de una lucha emocionante y larga en que el forastero reveló que no es un guiñapo despreciable, al tumbarlo cerca del borde del escenario y con peligro de que hubiera caído al patio descalabrándose, le volvió airadamente la espalda con un gesto desdeñoso de desprecio; y esto, francamente, no debe repetirse; seguramente no se repetirá lo que no pudo ser más que una lamentable ofuscación de momento.

Hay que evitar tales hechos que de repetirse crearían el encono entre los luchadores y desnaturalizarían nuestro noble y clásico ejercicio de luchas, convirtiendo a los mozos fuertes en enemigos.

Nuestra lucha siempre fué lo contrario. La misma mano potente que sabe dar la recia palmada que derriba a un hombre, se ha tendido después generosa hacia el vencido, llevando la contraria hasta la altura del corazón y luego ha sabido sellar su generosidad ofreciendo el rojo vino de la alianza.

Como buen gofio he comido / nunca a nadie baldoné. / ¿No hay quien levante un caído / ni quién la mano le dé”?

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