El Imparcial,
página 2:
“Por tres o cuatro luchas de ventaja, pues con el desorden
que ciertas incidencias provocaron, no nos pudimos dar exacta cuenta del
verdadero resultado, venció ayer la sociedad de luchadores de la vecina ciudad
a la de esta Capital, durante las luchas que se verificaron ayer por la tarde,
en el Parque Recreativo.
Y aunque no se puede negar que hubo buenos y emocionantes
encuentros, la impresión general fué de disgusto y cansancio entre el numeroso
público que presenció el desafío.
No deben olvidar los luchadores que este sport, canario por
excelencia, denota, además del poder, destreza y habilidad en los hombres que a
él se dedican, un sentimiento de nobleza que lo hace digno de figurar entre los
que, con justicia, pueden llamarse cultos.
Y así nos parece censurable que se apele a ciertas feas
habilidades, como la de pedir lucha uno de los contendientes cuando se nota
cansado y próximo a ser vencido, o a gestos y actitudes tan abominables como
los de desprecio al compañero que cae. Y estos dos hechos ocurrieron ayer, no
sin la justa protesta de los espectadores.
Para que las luchas no terminen por el cansancio de los
buenos aficionados, o no degeneren en pugilatos innobles, es menester que los
miembros directivos de ambas sociedades impongan serios correctivos a quienes
no guarden la debida decencia y el afecto con que siempre han de mirarse ambos
contendientes, vencedor y vencido, y acaben con esas habilidades, que a nadie convencen,
y a las que antes nos hemos referido”.
El Progreso,
página 2:
“Las de ayer, celebradas en el Parque, a causa del mal
tiempo, aunque a ratos interesantes, en algunos encuentros, resultaron en
general desanimadas y pesadísimas, a causa de las largas esperas que hubo que
sufrir.
A propósito de esto y como remedio único para evitar lo
desagradable de tales largos intermedios de descanso entre una y otra agarrada
de dos mismos luchadores se hablaba ayer por algunos aficionados de la
conveniencia de reglamentar los descansos, limitando el tiempo de ellos, en tal
forma que se llegue a evitar la posible combinación de quedarse en el terrero
un luchador que realmente por sus repetidas retiradas, sin dar lucha, debe
considerarse vencido.
Adelantamos una idea, por si merece ser tenida en cuenta y
puesta en práctica. Pudiera convenirse por las sociedades que conciertan los
encuentros en que se conceda a cada luchador el derecho de pedir lucha dos
veces durante la agarrada, siempre que el contrario no lleve la lucha hecha o
armada ya; pudiéndose disfrutar de un descanso de 3 minutos cada vez que se
pida lucha y considerándose vencido todo luchador que no está en disposición de
volver a agarrar pasados los tres minutos o pidan lucha por tercera vez.
Con ello no cabría la posibilidad de que algunos luchadores
se quitaran maliciosamente cuando no están seguros de vencer al contrario, para
volver a salir con otro más aparente
y además el público que paga para ver las luchas no tendrá que resignarse a ver
descansar, lo cual no es precisamente lo mismo.
Venció ayer el partido de la Laguna por 5 luchas.
Los encuentros más interesantes fueron los de Angelito con
el Zurdo y dos luchadores más que no recordamos; los de un muchacho nuevo de
las Canteras que rompió terrero con gran pujanza y maña y varias luchas de
Rosas, el Sopo y Manuel García.
Este último, que se dejó ayer la chifladura en casa fué el
luchador de la tarde: se llevó seis hombres en el pico, entre ellos a Santana,
Juan el Guarda y el Mirlo, y cayó con Rosas.
Doy por el Chiflado momio; / es un luchador que manca; / pues estudió en Salamanca, / por
detrás del Manicomio.
Angelito también estuvo soberano. La lucha que le dio al
Zurdo, que no es ningún niño de teta, fué maravillosa de habilidad y agilidad
sabia y limpia.
Desde el Tanque a San Benito; / del Baldío a las Canteras / no
hay luchador más bonito / que este diablo de Angelito, / por desvíos y caderas.
El Sopó volvió ayer por sus papeles de maestro consumado y
en las dos luchas, que dio, una de ellas colosal al hijo de Hipólito, quedó
como quedan los reyes del terrero.
Al público volvió loco / y le aplaudió a todo trapo. / Ayer
estaba hasta guapo / su majestad Pepe el Sopo.
Y no terminaremos estas líneas sin hacer mención de un caso
con que acabó la lucha de ayer. Un luchador forastero, que vino aquí pidiendo
amparo porque en su tierra no encontraba trabajo, se presentó en el terrero
figurando en un partido (no importa cual para el caso), y otro luchador de
Tenerife, muchacho que siempre se ha distinguido por su nobleza y lealtad en la
lucha y que ayer mismo había consagrado justamente su buena fama, cuando agarró
con aquél, después de una lucha emocionante y larga en que el forastero reveló
que no es un guiñapo despreciable, al tumbarlo cerca del borde del escenario y
con peligro de que hubiera caído al patio descalabrándose, le volvió
airadamente la espalda con un gesto desdeñoso de desprecio; y esto,
francamente, no debe repetirse; seguramente no se repetirá lo que no pudo ser
más que una lamentable ofuscación de momento.
Hay que evitar tales hechos que de repetirse crearían el
encono entre los luchadores y desnaturalizarían nuestro noble y clásico
ejercicio de luchas, convirtiendo a los mozos fuertes en enemigos.
Nuestra lucha siempre fué lo contrario. La misma mano
potente que sabe dar la recia palmada que derriba a un hombre, se ha tendido
después generosa hacia el vencido, llevando la contraria hasta la altura del
corazón y luego ha sabido sellar su generosidad ofreciendo el rojo vino de la
alianza.
Como buen
gofio he comido / nunca a nadie baldoné. / ¿No hay quien levante un caído / ni
quién la mano le dé”?
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